Varias cosas hacían apetecible este concierto.
El quinteto que presentó Agustí Martínez
era nuevo por completo. Lo había formado ex profeso
pocos días antes sin más preparación.
Además, y ese era un punto a tener en cuenta, Martínez
pensó, acertadamente, en combinar elementos de generaciones
y procedencias distintas. Ahí estaban, por un lado,
el mismo Martínez, Vallès y Levy, gente experimentada,
con entre 15 y 30 años de experiencia a cuestas,
batidos en guisas musicales de toda índole, muchas
veces alimenticias, pero siempre al pie del cañón.
Del otro lado, dos músicos jóvenes, que no
inexpertos, Ábalos y García, llegados a la
música con la década. También hay que
señalar sus distintas procedencias. En general, en
los primeros se apreciaba una raigambre jazzística
sólidamente establecida, clásica, pero que,
como ejemplifica la carrera de Martínez, ha ido rebasando
ese clasicismo hasta llegar a un punto más abierto.
Por su parte, los segundos han recalado en el jazz, o en
ese jazz más prospectivo, también desde rebasar,
en su caso, el ámbito del rock. Y todo ello
viene al caso porque lo que quiso proponer Martínez
era una sesión de free jazz, no improvisación
libre, o free de lo que sea, sino free jazz.
La sesión tuvo altibajos, pero en general me gustó
bastante. Me pareció excitante. Abundaron los momentos
fuertes, intensos. De los cinco o seis temas que hicieron,
algunos se iniciaron con ritmos boperos que progresivamente
iban descuadrándose, torciéndose, separándose
del tronco inicial. Levy y García estuvieron entregados
y contundentes en esas partes, bien ensamblados. García
me sorprendió en ese registro de corte más
jazzístico. Levy estuvo seguro y sin problemas, aunque
en algún momento, y eso me pasa últimamente
con muchos baterías de jazz, dio algunos golpes de
más. Puede que sea porque el “canon”
oficial jazzístico prescribe eso, con lo que se ha
perdido, o se está perdiendo, la capacidad elíptica
que puede tener la percusión (sobre todo cuando no
se está en un sitio para menear el esqueleto). ¿Bateristas
en esa línea que apunto? Unos cuantos; por ejemplo
Max Roach, que por lo visto no tiene muchos seguidores en
el tiempo presente. Pero, más allá de esto,
que son cosas de apreciación, la sección rítmica
funcionó bien. Por su parte, los tres saxos establecieron
dúos, en los que dialogaban a veces con cierta ingenuidad;
tríos, en los que Martínez bocetó algunas
de sus ideas orquestales; y solos, breves y concisos cada
uno de ellos. Vallès también me gustó
lo suyo con el barítono sobre todo en los lances
más enérgicos. Con un sonido post bopero
y sucio, se marcó algunos riffs cortantes.
Ábalos también estuvo bien, aunque en algunos
momentos parecía estar retraída, tensa, y
eso siempre frena. Sin embargo, cuando esas dudas desaparecían,
entonces lanzaba ideas meritorias, fuera del manual. Martínez,
por su parte, mostró de vez en cuando alguna de esas
líneas suyas características, también
fuera de la línea general, en un lugar de nadie entre
el jazz y las nuevas músicas. En fin, una sesión
fuerte de músicos de aquí moviéndose
fuera del estandarizado panorama jazzístico actual.
Aunque fuera por una noche.
Y esa noche, después, en casa, pensé que
en cualquier otra ciudad sería raro que después
de 30 años de aulas y talleres de jazz no existiera
un cierto poso de free. Pero Barcelona is different.
Aquí se ha emparentado el jazz con lo que haga falta,
pero nunca se ha alentado el free, el tocarlo aunque
sea desde esa perspectiva jazzística y bopera
desde la que lo hicieron, por ejemplo, Coleman, Shepp, Bradford
y Carter, etc., etc., etc., y teniendo en cuenta que tampoco
es necesario verlo como un género, sino como algo
connatural al jazz, como una forma de hablar dentro de ese
lenguaje (se adaptó al bop, pero también
a la third stream, sin ir más lejos). Una
forma que implica libertad, sí, pero sobre todo riesgo
y tensión, dos elementos artísticamente tan
indispensables como la primera.