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BANDA DE IMPROVISADORES DE BARCELONA
14º Festival de Música Experimental LEM

  • Fecha:10 de octubre de 2009.
  • Lugar: Auditorio Caixafòrum (Barcelona).
  • Componentes:
    Eduard Altaba: contrabajo, bajo eléctrico
    Olga Ábalos: saxo alto, flauta
    Frances Bartlett: chelo
    Tom Chant: clarinete bajo, saxo soprano
    Sisu Coromina: saxo tenor
    Juan Crek: voz, lectura
    Dani Domínguez: batería
    Marc Egea: zanfona
    Javier Garcia: contrabajo
    Ignacio Lois: guitarra eléctrica
    Juan Pérez: fiscorno
    Pablo Pope: trompeta
    Pablo Rega: dirección
    Tino Regueira: guitarra eléctrica
    Quicu Samsó: batería
    John Williams: saxo barítono, trombón
  • Comentario: La Banda de Improvisadores de Barcelona, proyecto que promovió a finales de 2007 Serapi Soler y que en noviembre de 2008 realizaba su primera –y hasta la del otro día en el LEM, única– actuación dentro del Festival Hipersons, podemos decir que es hoy una realidad que sólo en un país de ciegos pasaría desapercibida. Casi dos años largos, duros, laboriosos, pero que, por lo visto el otro día, han valido la pena musicalmente hablando. Tras el ensayo abierto que realizaron extraordinariamente el febrero pasado, está era su primera aparición en público. La expectativa era total, tanto por parte de la gente que los había ido siguiendo en las dos actuaciones anteriores, como de los que no habían podido verlos pero sabían de su excelencia.

    Morfológicamente, se ha mantenido el tronco de la banda y ha habido pocos cambios o añadidos, aunque éstos últimos han sido importantes. Hay más pitos, ahora son seis. Un saxo más y dos metales nuevos. Esto aumenta el cuerpo sonoro y permite al director contar con una subsección de vientos mínima, tanto cuando se quedan solos como en las divisiones y constantes rotatorias generales. Hay un cello, que da un toque estupendo, con un brillo muy especial. Además, interactúa muy bien con la zanfona, cuya particular tesitura la mantenía un poco aparte antes. Por supuesto, el juego que tiene con los arcos de los contrabajos es total, y el director lo explota con disonancias y con una estética cercana a la música contemporánea. Se les ha sumado un batería, lo que está especialmente bien pues libera esa parte rítmica y deja que de vez en cuando una de ellas se ocupe de cuestiones más plásticas, propiamente de percusión. Además, contribuye a crear una nueva sección rítmica completa al unirse cada una con los dos bajos y las dos guitarras. En la actuación de Hipersons no recuerdo haber echado en falta una segunda batería. Quizá porque todo resultó más homogéneo y compacto. Pero, para algunas de las cosas que están barajando ahora el director y los suyos lo cierto es que se hace imprescindible. Por ejemplo, a la hora de desdoblar los temas, pudiendo ahora solaparse. O en esos pasajes breves, como fotografías, que el director hace disparar aleatoriamente a dúos o tríos de músicos, con total libertad de decisión temática por parte del músico que sólo tiene que responder con precisión y brevedad, y que con una sola batería habría creado cierta descompensación con respecto a otros fragmentos que no la tuvieran.

    En suma, todos estos meses han servido para profundizar en algunos aspectos, para ensayar otros y, sobre todo, para ganar en estilización, especialmente respecto a la actuación en Hipersons el año pasado, que fue fúnebre y amenazadora. La masa sonora se ha vuelto una sustancia más maleable, más elástica. Es más fácil enhebrar las partes del discurso final que el director construye en directo. El conjunto resulta más orgánico hoy. Hay menos solos, menos destacados. El trabajo es colectivo. Hubo un solo, sí, de Tom Chant al clarinete bajo (de los que te deja clavado en la butaca), pero es que sería una estupidez contar con él y no darle un par de minutos. De todos modos, esas cosas siempre quedan perfectamente integradas, no es lo importante. La idea de Rega es priorizar la totalidad, pues ahí radica la fuerza y personalidad de la banda. Además, exigiendo esa brevedad a los solistas, Rega parece estar forzándolos a que sinteticen. ¿Si se puede decir una cosa con 4 palabras, para qué usar 8? Y, ¿por qué ese principio no lo aplicamos a la música?

    La otra noche pudo verse por primera vez de un modo diáfano como la propuesta de la BIB, nacida de las experiencias de los Morris, Thompson, Zorn y compañía, está emprendiendo una senda nueva. Propia. Han orillado todo lo posible la aridez, el tecnicismo, el temperamento racional, los juegos excesivamente abstractos, y brindan algo que en el fondo es más mediterráneo, más visual. Dicho de otro modo, esas derivadas de la conducción y de la improvisación se están hibridando con una visión musical personal, anterior, y que no pende únicamente de los rigores del azar. Así, todo el imaginario musical del director es recogido y transmitido por los quince músicos. Y para ello, una cuestión crucial sin la que esto no podría darse: la confianza e irreductible complicidad que hay entre ellos, y que se aprecia viéndolos en el escenario. Hoy en día, la BIB es una fábrica de música que invita a cerrar los ojos, a escuchar con atención, a no andarse perdiendo en que si este o el otro. Es una narración escénica, un relato afectivo. Si me aprietan, algo parecido a aquellas experiencias teatrales radicales de los años 60. Esa sensación de algo teatral la tengo siempre con ellos. Los músicos de la banda son músicos, evidentemente, pero son algo más, incluso si es a su pesar o se les escapa. Son actores en una obra, y eso es lo nuevo. Frente a otras formaciones de similares características que se presentan como una orquesta y punto, la BIB realiza “obras”. Únicas e irreproducibles. A veces pienso que ojalá que nunca graben un disco. Su suerte absoluta está en la escena.

    Un momento, en el despertar de la actuación. Una sensación de crujir de madera producida por las cuerdas, dispuestas a lo ancho del escenario. Basculando de un lado a otro, y al centro y desde él, produciendo un efecto de vaivén, de mortificante zozobra. No era una copia, era la representación de una de esas calmas chichas pavorosas, en las que mar y aire se conjuran para varar los barcos irremisiblemente, hasta la asfixia. Como la que sufría el joven e inexperto capitán de La línea de sombra; o como ese otro “instante difícil”, antes de arrojar por la borda a los animales para desprenderse de lastre, que declamaba Jim Morrison en “Horse Latitudes”, y tras lo cual la tripulación enloquecía ante la furia provocada por el sacrificio. Y ahí, en una de sus estrofas más herméticas y oscuras, el “chamán” decía “La verdadera navegación ha muerto”. ¿Alguien se acuerda de cómo Fellini hacía los mares nocturnos con plástico negro convenientemente iluminado y agitado (en Amarcord, El Casanova, Y la nave va)? ¡Qué contraste con este presente en el que todo se da mascado, está estandarizado, y debe presentarse en los debidos patrones!

    Pues, bien, mucho de Fellini encontré en su actuación de la otra noche. Abocetar motivos. Un planteamiento a partir de dibujos y viñetas. O ese 3/4 tan ninorotesco que les salió… Sin duda, Nino Rota debe ser alguien a quien Rega debe de tener siempre en consideración. Por sus cacofonías puntuales y cómicas. Por lo pendular. O por ese gusto por las formas con apariencia de caja musical (la música de El Casanova es un auténtico delirio en este sentido). Y por el mundo de linterna mágica tan genuinamente típico de Fellini-Rota. O, claro, por esa relación que por evidente no deja de ser real con Ensayo de orquesta, una historia que empuja la idea de orquesta hasta la disolución, a la vez comentario e invención, reflexión y creación.

    La BIB es la única formación que hay hoy en España (“y parte del extranjero”, que diría mi abuela) que a un servidor le hace ensoñar. Levanto la copa por ellos…

     


    Texto © 2009 Jack Torrance