La cojera
y una camiseta del sello Impulse! es lo que mostró
Dave Liebman (componente de las bandas de Miles Davis entre
1972 y 1974) al salir al escenario para presentar a los músicos
que inmediatamente comenzaron a tocar.
Dave Liebman practicó un sonido seco, entrecortado
y telúrico mientras Ellery Eskelin se mostró
más duro y virulento, cercano al free-jazz
y con poses y escorzos llenos de giros fotogénicos
y espectaculares; Tony Marino hizo de su contrabajo un murmullo
de miles de palabras siseantes y Jim Black quebró
su batería con un millón de matices de color.
Música de sonido potente, cuarteto de posibilidades
imposibles, jazz “compovisativo”, o fundir lo
escrito en partitura con lo puramente improvisado, casi
irreal, imprevisible e invisible pero tan palpable como
los sentimientos o tantas otras cosas que no parecen ser
pero que están. Anárquicos, caóticos
pero inteligentemente ordenados y conscientes, rompiéndose
en el maremágnum instrumental y sin embargo permaneciendo
como un bloque indivisible, como el uno en todo, como el
todo en uno.
El cuarteto vivió instalado en un constante cambio
camaleónico, Dave Liebman y Ellery Eskelin lideraron
con sus saxos tenores voces polifónicas y se transmutaron
en trío cuando se alternaron en los solos con el
acompañamiento de Tony Marino y Jim Black, que a
su vez y siguiendo la inercia, pasaron a ser un dúo
rítmico de fuste y pegada enérgica. En temas
como el compuesto por Jim Black, “Cha”, los
dúos fueron dobles y los saxos de Dave Liebman y
Ellery Eskelin caminaron por un lado y la batería
y el contrabajo de Jim Black y Tony Marino por el otro,
formando un rectángulo por cuyos vértices
salió un sonido duro y abrasador que raramente visitó
la quietud.
La novedad vino del arco y el contrabajo a capella
de Tony Marino en un solo vanguardista en el que intercaló
sonidos graves y agudos disonantes que, con la aportación
de los saxos en off de Dave Liebman y Ellery Eskelin
y el apoyo del recurrente Jim Black en las percusiones flotantes,
permitió al cuarteto entrar en terrenos de improvisación
libre colectiva donde la música jugó con silencios
pautados e impactantes.
El concierto finalizó con un aluvión interminable
de palmas del público que obligó al grupo
a tocar de nuevo para satisfacción general.