El concierto de Brad Mehldau en Cartagena se anunciaba
como uno de los más interesantes de la programación
del festival, y así fue. Excepto por la anécdota
que protagonizó el propio Mehldau con un fotógrafo
que se saltó la regla impuesta de no hacer fotos
durante el concierto, una regla que supuestamente conocían
todos los reporteros que fueron a cubrir el evento. El pianista
tuvo que parar la introducción del cuarto tema y
levantarse del piano e ir hacia el sujeto en cuestión
y explicárselo, mandándole a paseo con pocas
y malas palabras. La verdad es que, aunque un poco desorbitada,
entiendo la reacción del pianista. ¿Por qué
aguantar el sonido del click de la cámara
fotográfica sonando más que las notas del
piano o incluso que el sonido del platillo de la batería?.Creo
que fue engorroso e inoportuno el estar ahí, a tres
o cuatro metros de los músicos, tirando fotos como
un descosido, más teniendo en cuenta el tipo de música
que el trío desarrolla, en acústico, con volúmenes
bajos, casi sin amplificar y a veces imperceptibles. La
música de Mehldau necesita del silencio del público
y es esto quizá lo que menos respetan algunos. Por
favor, en un concierto así, se debería prohibir
hasta las bolsas de patatas, como se prohíbe otras
cosas que son necesarias para el buen desarrollo del espectáculo.
Con las aprobaciones y desaprobaciones de parte del público
por lo sucedido, el murmullo que se creó fue a menos
y pudimos seguir disfrutando de la velada.
Un concierto musicalmente impecable en cuanto a realización
y sonido es lo que se espera cuando tienes delante, en el
escenario, a tres grandes músicos de jazz. Desde
el inicio del primer tema ya se adivinó la sobriedad
y la seriedad con la que afrontaron la actuación;
son unos profesionales en su trabajo. El grupo puede parecer
un tanto cerrado y hermético por el hecho de componerse
de solo tres músicos, pero esta idea se disipa cuando
les escuchas interactuando entre ellos. Todos tienen su
espacio musical y puntual en el desarrollo que pueda tener
cada tema, como requiere el pianista, pero en ese aporte
personal de cada uno también encontramos la forma
singular e independiente de tocar de sus dos compañeros
de grupo. Larry Grenadier es uno de los contrabajistas de
jazz más destacados en la actualidad. Su aportación
en el trío de Mehldau es fundamental, es él
quien lleva la mayor parte de la carga rítmica y
arropa con gran intuición todas las melodías
e improvisaciones del líder. Por otro lado la interacción
de Jeff Ballard con el contrabajista consolidó una
base rítmica muy segura, sobre la cual navegaban
los pasajes y fraseos de Mehldau. Ballard es un maestro
en aguantar procesos musicales con movimientos contenidos
y al contrario, como pudo demostrar con el único
solo de batería que realizó en el concierto.
Muchas de las piezas elegidas para el repertorio pertenecen
a su último disco llamado Brad Mehldau Trio Live,
grabado en marzo de 2008 y editado por el sello discográfico
Nonesuch Records. Así sonaron temas como “Wonderwall”,
“O que será” de Chico Buarque o “More
Than You Know”, con estilos diversos pasando desde
el post-bop hasta el hard-bop y recogiendo
influencias de otros estilos.
Un magnífico concierto, a pesar de lo ocurrido en
el ecuador de los apenas 70 minutos que duró. Al
final hubo muchos aplausos y peticiones de un bis que nunca
llegó, es fácil imaginar por qué. No
sé si el resto de los asistentes merecíamos
ese trato casi despectivo, creo que no. No creo que una
mayoría tenga que pagar los platos rotos de esa otra
minoría que no sabe estar en un concierto de tanta
categoría y calidad musical.