Comentario:
Entrada discreta para un concierto doble que en principio merecía mucha más atención por parte del público, algo que quizá pudo deberse al hecho de que ambas bandas habían tocado recientemente en la ciudad, Zu a principios de verano y Bèstia Ferida había tocado al menos otras dos veces durante el mes anterior (en el LEM y en la velada de “Tots Sants”).
La noche comenzó con Bèstia Ferida, el trío de improvisación eléctrica de Barcelona, que hizo una actuación compuesta de improvisaciones más breves que la que había realizado el sábado anterior en “Tots Sants”. Más breves y para mí no tan logradas, de ahí quizá la brevedad. Los temas no cuajaron nunca, de ahí que abandonaran el hilo rápido, al contrario de lo que había ocurrido una semana antes, especialmente en la primera improvisación que entonces hicieron. El problema que siempre he visto en Bèstia Ferida, y los he visto tres o cuatro veces ya, es que juegan con una serie de recursos muy limitada. Tampoco ayuda en este sentido el que entre los tres músicos no haya una mayor compenetración. En muchas ocasiones se tiene la sensación de que cada uno va a lo suyo, y no creo que eso sea bueno por sistema. Además, creo que hay un décalage importante entre ellos. De un lado está Sala, un batería extraordinario y creativo, al que me gustaría ver en proyectos más ambiciosos, más acordes con sus cualidades. Del otro, Cunningham, que a veces está inspirado, pero cuyo principal inconveniente es que siempre hace lo mismo, sus intervenciones tienen la misma forma y el mismo color, por lo que no siempre se adecuan bien a lo que proponen sus acompañantes. Y en el medio, De Alfonso, irregular, que parece sentirse incómodo y dubitativo (pero no con ese tipo de dudas que convierten las cosas en algo excitante, sino más bien en algo lleno de pesar). Creo que en su caso si abrieran un poco más su espectro musical y trabajaran con algunas partes mínimamente pautadas podrían obtener mejores resultados. En el fondo, hay un denominador común en todos ellos que es el rock, experimental si se quiere, y tal vez si lo recuperaran parcialmente las cosas les saldrían de otro modo.
A los italianos, por el contrario, era la primera vez que los veía, a pesar de que era la tercera o cuarta vez que actuaban en Barcelona. Ellos tampoco me convencieron. Su set me pareció ramplón y cabezón en exceso, algo que en realidad no me esperaba de ellos. Es cierto que echaron mano de lo hecho en su último disco, Carboniferous, que es de los que menos me interesa de su producción. A Zu los prefiero cuando entran en contacto con mentes musicales extraordinarias, que les hacen extraer cosas que quizá por si solos no sacarían nunca. Lo bueno se hace con lo bueno, eso ya lo decían los griegos. Varias objeciones a hacer, como por ejemplo el saxofonista, Mai, que lo siento pero no llega a convencerme ni cuando se enzarza en esos pesados riffs ni cuando rompe en breaks free un tanto sobados. Otra, que todo resultara demasiado monótono a mí entender. Era como esas ventanas, todas iguales, del colosseo quadrato que el arquitecto Marcello Piacentini proyectó en la E.U.R. de Roma a principios de los años 40. Y aún otra cosa más, la falta de humor, de doble forro. Eso sí me preocupo, pues sigo gustando de ese rock brutal y extremo siempre y cuando vea buen sentido del humor en la gente que me lo presenta.