Presentación en Madrid del desconocido grupo húngaro de jazz de fusión, Djabe ("libertad" en el lenguaje de los Ashanti de África).
Djabe mezcla el folclore de su país de origen con otras músicas del mundo. Posiblemente muchos aficionados al rock progresivo los conozcan por sus giras con el antiguo guitarrista de Genesis, Steve Hackett.
En ocasiones se asemejan a la new age y sus estructuras y arreglos rezuman melodías sencillas y amables que nos acercan en otras ocasiones al smooth jazz sin olvidar ese componente folclórico que les caracteriza.
Y ese componente folclórico es el que me lleva a imaginar composiciones que pudieran servir para ambientar escenas de las filmaciones del director serbio Emir Kusturica.
Es en otras oportunidades, sobre todo cuando Ferenc Kovács empuña la trompeta, donde me lleva a pensar en bandas sonoras para series televisivas americanas o a recordarme a músicos como Chuck Mangione o incluso a Herb Albert y sus Tijuana Brass.
Por todo ello resulta difícil encontrar un parecido o similitud de estilo con otros grupos de jazz-rock no sólo en Hungría sino a nivel internacional. Sería acertado, por tanto, afirmar que son “simplemente” húngaros.
Unos de los temas que suelen interpretar en directo con asiduidad es el titulado “Clouds Dance”. En dicha composición Zoltán Kovács puso en solfa sus teclados con entusiasmo denodado realizando un solo en el que las manos se transformaron en mazas que golpeaban las teclas y al que se le unió la trompeta del multiinstrumentista Ferenc Kovács alcanzando uno de los momentos de mayor fervor.
En “Forest” asistimos a un intenso dialogo entre el virtuoso violín de Ferenc Kovács y el atmoférico sintetizador de Zoltán Kovács. Del primero podemos asegurar sin miedo a equivocarnos que es el verdadero referente instrumental del grupo, el virtuoso cuyas interacciones con el mencionado Zoltán Kovács fueron de lo mejor de la actuación si exceptuamos las improvisaciones “setenteras” a bajo eléctrico solo de Tamás Barabás, que quiso emular la técnica del slap bass deMarcus Miller o Stanley Clarke y que le valió un ¡guapo! desde el público femenino.
No debemos dejar en el tintero un efectivo, contundente y extenso solo del batería de Szilárd Banai ni tampoco obviar que el guitarrista Attila Égerházi pasó mas bien desapercibido a pesar de los buenos comentarios vertidos sobre él y su forma de tocar.
En resumidas cuentas estos magiares dejaron un buen sabor de boca entre los aficionados, si bien y según mi opinión, hoy día podemos encontrar propuestas más creativas en el mundillo de jazz-rock o la fusión étnica en Europa.
