La presencia
de Chris Potter es una plena garantía de éxito
en cualquier festival que se preste de trabajar con seriedad
su programación, y el Festival de Móstoles se
ha ganado a pulso su prestigio, a lo largo de sus seis años
de vida, con la presencia de músicos que están
dejando huella en el escenario del Teatro del Bosque. La coherencia
organizativa se ve también acompañada por la
admirable política de precios populares que se aplica
desde que nació.
El primero de los tres conciertos con presencia internacional
no pudo tener un mejor preámbulo. Chris Potter salió
al escenario acompañado por la columna vertebral con
la que ha grabado su celebrado ultimo disco,
Ultrahang,
en el que se encuentra el teclista Craig Taborn y no el contrabajista
Scott Colley, presente en esta ocasión en Móstoles.
Cada uno de los componentes de este grupo tiene tanta personalidad
que ambos proyectos son perfectamente intercambiables y rayan
a gran altura, como así se pudo comprobar a lo largo
del concierto, tan solo empañado por algunos desajustes
en la amplificación del contrabajo en algún
momento, pero que no restó brillantez al conjunto de
la actuación.
Precisamente fue “Facing East”, que abre el citado
disco, el primer tema que se pudo oír y que, en cierta
forma, marcó la línea por la que discurrió
todo el concierto. A modo de círculos concéntricos
o de espirales, la música de este cuarteto “Underground”
va expandiéndose a medida que los temas crecen, siempre
dirigidos por sendos solos de saxo y guitarra y viceversa.
Rogers comienza sus aportaciones con pequeñas disonancias,
a modo de pinceladas explorativas que van desarrollándose
hasta conseguir un cuadro lleno de colorido. Potter tiene
un fraseo limpio y engarza las notas de manera que es imposible
no seguir el ritmo que marca. Ambos son capaces de dirigir
a este grupo que consigue alcanzar unas cotas creativas ilimitadas.
La segunda pieza, “Blue Sufi”, comienza con un
solo de Potter al soprano, con la guitarra entrando enseguida
de manera sutil. De una melodía extraída de
esencias árabes con toques improvisatorios se pasa
a una fase de aportación del guitarra con el batería
y el contrabajo. Se produce entonces un intercambio de diálogos,
primero entre la guitarra y el batería y a continuación
entre el saxo y la batería. Son dignos de mención
los cambios de ritmo vertiginosos que se producen en este
tema.
“Interstellar Signals” fue otro de los buenos
momentos del concierto con inicio pausado del guitarrista
y acompañamiento del saxo soprano. A modo de balada,
el saxo dibuja paisajes evocadores. Adam Rogers demuestra
aquí su versatilidad y capacidad como uno de los guitarristas
más creativos y originales del momento. Las estridencias
llegan a un punto culminante y de pronto se hace la calma.
En “Small Wonder” saxo y batería marcan
el ritmo inicial y dan paso a un intercambio de tenor y guitarra.
De nuevo Rogers se prodiga con un tremendo solo que al principio
parece exploratorio pero, poco a poco, va calando como la
lluvia fina.
“Rumples” fue uno de los mejores temas de la noche,
con los cuatro músicos tocando al máximo y con
un Adam Rogers demostrando de nuevo la clase que atesora con
sus punteos mágicos. De fondo el resto de la banda
apoya en un cierto poso
funky creando ambientes inverosímiles.
Por momentos parece que estemos en un repertorio de sonidos
tribales. La incorporación de Potter con diferentes
improvisaciones le otorga mayor tensión al tema, hasta
que culmina con un solo de batería de Nate Smith, entre
el júbilo del público. El broche llegó
de la mano de “Togo”, una pieza para el lucimiento
de Scott Colley, con el resto del grupo demostrando una vez
más que estamos ante uno de los mejores cuartetos de
jazz del momento. El grupo conjuga modernidad y fuerza expresiva
con unas composiciones transgresoras que, sin duda, hacen
honor a su nombre.