Una de las
incógnitas suscitadas por la presencia de Randy Weston
quedo rápidamente despejada con el tema con que abrió
el concierto, “African Sunrise”. El trío
vino dispuesto a dar lo mejor de sí y a buen seguro
que lo consiguió. La unanimidad fue total y no defraudó
a nadie. Con su estilo de siempre, percutiendo el piano y
extrayendo notas muy precisas, llenas de matices, Randy Weston
sigue emocionando con cada una de las notas que acomete. Si
a ello unimos las aportaciones del percusionista y el bajista,
aspectos estos que se sucedieron en diferentes fases de la
noche, se puede decir que estamos ante uno de los mejores
conciertos de la temporada.
En su particularidad, Alex Blake se sienta y acaricia el instrumento
como si fuera una guitarra, apoyado en diversos cánticos
de expresiones de
blues. Randy Weston muestra su
protagonismo con ritmos en los que aún se pueden apreciar
sus recuerdos
monkianos.
En “Hi Fly” el comienzo se produce como el de
una balada, con predominio de las notas graves, y los dos
acompañantes se suman rápido a la fiesta. Weston
sigue rindiendo pleitesía al gran maestro Monk. La
introducción de “Berkshire Blues” como
solista da paso a una soberbia interpretación del contrabajista
Alex Blake y del percusionista, Neil Clarke. La creación
de diferentes ambientes juega un papel muy importante en este
trío.
En “The Healer” el piano se encarga de encender
una llama mística, la sutilidad se adivina y da pie
a una composición llena de matices y colores a los
que contribuyen sus dos acompañantes. La pieza es como
un viaje por un camino en el que poco a poco van apareciendo
elementos sorpresivos, en el que Randy Weston pone mucha tensión
y después vuelve a relajar la pieza para después
proseguir el camino cada vez más embellecido.
La cultura
gnaua originaria del norte de África
ha sido una de las grandes inspiraciones de Randy Weston a
lo largo de su trayectoria y uno de sus grandes himnos fue
la emblemática “Blue Moses”, que no faltó
en el concierto. Con ese comienzo en forma de llamada en el
que el piano prácticamente habla y va marcando la senda
por la que sus acompañantes tienen que entrar. Es una
de sus piezas más grandiosas jamás compuestas,
en la que prácticamente no se puede dejar de prestar
atención y la música transporta al oyente a
otra dimensión. Los acordes propios de la cultura africana
con el contrabajo marcando el ritmo y el aporte de percusión
y piano, otorgaron a la pieza uno de los momentos más
sublimes de toda la noche. El percusionista Neil Clarke hizo
su mejor solo del concierto con las tumbadoras, que exprime
al máximo con sonidos increíbles. Uno de esos
conciertos inolvidables, tanto por la personalidad de Randy
Weston, como por la grandiosidad de su música.