Qué ardua y compleja debe ser la tarea de organizar
un festival internacional de jazz, cuando se tiene un abanico
de posibilidades de contratación tan grande y diverso
como el que existe hoy en día. Los resultados de
esta organización, en general, pueden ser más
o menos satisfactorios, dependiendo, claro está,
del presupuesto con el que cuentes, de la envergadura musical
y artística que se quiere abarcar, y de otros muchos
factores. Es difícil, también, contentar,
jornada tras jornada, a los miles de aficionados y seguidores
que esperan ver y escuchar, con tal o cual actuación,
uno de los mejores conciertos de su vida, esperando quizá
demasiado de las cosas, sin apenas considerar todo el contexto
formal y de contenido que conlleva la programación
de un festival de jazz con cierta envergadura y que se precie
como tal. Sin contar el satisfacer, aparte de al público,
a los fotógrafos y críticos que se dan cita
en estos eventos: desde el más “pelota”
hasta el más independiente, desde el más sabelotodo
al más “sábelo nada”. Este puede
ser el caso del Festival Internacional de Jazz San Javier,
con sus, ya, trece ediciones. Un festival que ha ido superándose
a sí mismo y que ha sabido mantenerse, frente a los
cambios políticos, a las crisis administrativas,
y a las muchas vicisitudes que ha podido encontrar en su
andadura, con el empeño y esfuerzo de su director
Alberto Nieto y sus colaboradores. Por otro lado, el nivel
y la calidad artística de los músicos y grupos
que pasan por estos festivales debería ser, cuanto
menos, bastante alta, puesto que se trata de ofrecer una
muestra de la música que se está haciendo
en nuestros días. Un programa que representa el actual
momento y las vanguardias musicales, pero también,
¿por qué no?, que ofrece la posibilidad de
recuperar a artistas y estilos musicales del pasado, que
han tenido un papel relevante o importante en la historia
de la música, leyendas vivas de un género
atemporal como es el Jazz. Cada cual, me refiero a los festivales
de jazz, debe tener sus líneas de actuación,
dirigidas con cierto sentido y criterio, bien sea desde
un buen asesoramiento y conocimiento del panorama musical,
o desde la larga experiencia que se haya adquirido con el
paso del tiempo. No existe un festival de jazz perfecto,
y si entramos en comparaciones serían muchos los
pros y los contra de cada uno. Pero lo que sí existe
es la intención y la labor honesta y desinteresada
de ciertas personas de dar a conocer y ampliar la cultura
en sus respectivos ámbitos, al margen de los intereses
económicos y políticos que se puedan generar.
Para escribir esta pequeña introducción a
la reseña que hoy nos toca, he recopilado ideas y
criticas, mejores y peores, desde el comienzo, no solo de
esta edición del festival, sino desde el comienzo
del festival, en su primera edición, en 1998.
Ya centrados en la reseña, el concierto de Colina
– Serrano Project estuvo a la altura musical esperada.
Serrano es un músico peculiar, elegante y discreto.
He observado su trayectoria y he visto su evolución,
la cual ha ido ascendiendo de forma vertiginosa en estos
últimos años. El armonicista es un asiduo
de este festival, sin olvidar a Javier Colina, que es también
un buen conocido por los aficionados y uno de los más
grandes contrabajistas nacionales.
En la actuación, basada en el último disco,
Colina – Serrano Project (2010), fueron incluyendo
varios temas como “Overjoyed” (de Stevie Wonder),
con el que iniciaron el concierto o “El blues de la
alegría” de Serrano. La banda comenzaba a sentirse
a gusto en el escenario, algo que demostraron con creces
durante la noche. La conjunción de los elementos
armónicos en manos del pianista Mariano Díaz,
con los apoyos de Colina y el toque atento y discreto del
baterísta, Guillermo McGill, le aseguraba un firme
colchón sonoro a Serrano, por donde poder navegar
a sus anchas. Y así proseguía la actuación,
primero con una pequeña adaptación del “Estudio
en Fa” de Chopin y “El comandante”, de
Javier Colina, tema en el que pudimos apreciar la enorme
y excelente destreza de este gran maestro del contrabajo.
A continuación Serrano dio paso a la cantante invitada
que acompañaba al grupo en esa noche: Carmen Rodríguez.
La cantante deleitó al público con dos temas:
“Se te olvida”, un bolero que sirvió
para mostrarnos sus buenas cualidades vocales, y la canción
“María”, composición del armonicista.
Ya casi en el ecuador del concierto continuaron con el
standard “I Have Dreamed” y una composición
del guitarrista Paco de Lucia, llamada “Zyriab”,
en la que participaron todos los componentes del grupo con
solos de improvisación de armónica, limpia
y magistral, o el único solo del baterista, sencillo,
sin provocar excesivas intensidades. Para despedir la noche,
después de que el público insistiera en un
tema más, eligieron “Sweet Georgia Brown”,
con el que dieron rienda suelta a distintas ruedas de improvisación,
a cual de ellas más intensa y elocuente.
Un concierto plagado de sutilidades musicales y de espacios
sonoros entre los instrumentos, necesarios para el tratamiento
que estos músicos quieren dar a sus interpretaciones.
Texto © 2010 José Antonio García
López
Fotos © 2010 RMellado/Jazz San Javier