TANJAZZ 2010
El pasado 22 de septiembre comenzó la última edición de Tanjazz, el Festival de Jazz de Tánger, que en 2010 cumple 11 años de existencia. Después de que sus primeras ediciones se celebraran al aire libre en los Jardines de la Mendoubia, el festival se ha establecido en el Palacio de las Instituciones Italianas, anteriormente Palacio del ex-sultán Moulay Hafid, cuyo recinto alberga el escenario principal, llamado BMCI y situado al aire libre, en el que el público se acomoda en gradas, así como cuatro escenarios más en los salones del propio edificio, una bella construcción de 1914 exquisitamente decorada que ha sido restaurada en buena parte de su extensión.
Gracias a los esfuerzos de su fundador y director Philippe Lorin, el crecimiento del Festival y la contribución de los patrocinadores, en su mayoría entidades privadas, ha permitido la instalación de un nuevo recinto gratuito en el puerto de la ciudad que se añade al Veolia, un inmenso escenario situado en la Plaza de las Naciones de Tánger que ha registrado este año una gran afluencia del público tangerino, que acude generosamente y disfruta de conciertos que abarcan desde las distintas fusiones eléctricas de la música del centro y norte de África al
funk y el
blues, creando entre los jóvenes de la ciudad una cantera de aficionados que puedan llegar en un futuro al jazz en cualquiera de sus manifestaciones.
Cada jornada del Festival, una vez finalizada la actuación del escenario principal, merece la pena perderse por las estancias del palacio y experimentar las sensaciones de escuchar jazz a medianoche en un entorno tan especial. Uno puede optar por bailar
rock and roll, sentarse a disfrutar del jazz
manouche, ver las evoluciones de una
jam session o incluso cenar en un gran patio cubierto escuchando fusión eléctrica de raíces africanas.
JUEVES, 23 DE SEPTIEMBRE
Una vez llegado al Festival y vista la variedad de la programación, que comenzaba a las siete de la tarde y se alargaba hasta la madrugada, lo más conveniente resultó seleccionar determinados eventos y después dejarse llevar por la música dentro del Palacio.
Pasadas las siete, ya se congregaba gran cantidad de aficionados en la Plaza de las Naciones, y la banda de la saxofonista sueca Sofi Hellborg atacó su repertorio en el escenario Veolia. La protagonista cedió espacio a una banda más que solvente que pudo solear a placer, incluida una vistosa exhibición de percusión del gambiano Sal Dibba. El grupo hizo disfrutar a los presentes con una interpretación ágil y dinámica –coreografías incluidas– a base de
funk aderezado con influencias africanas, en ocasiones próximo a un afrobeat festivo que el público supo agradecer con aplausos y ovaciones.
Hora y media más tarde, ya en el palacio, pisaba la escena el pianista francés Jean Pierre Como. Bien conocido por el público del
jazz-rock por ser miembro del grupo Sixun junto a Louis Winsberg, Michel Alibo o Paco Sery, Como se halla inmerso en un proyecto bien distinto dedicado a la recreación de standards. El pianista desarrolló una actuación centrada en su mayoría en éstos últimos, haciendo gala de sensibilidad y buen gusto para la melodía pero con escasas aportaciones personales a las versiones originales. Su actuación fue ganando color gracias a dos composiciones propias y finalizó con una satisfactoria interpretación de “All The Things You Are” en la que el protagonista asumió más riesgos abriendo espacios para la improvisación que permitieron el lucimiento en los solos de su sección rítmica. A Diego Imbert, contrabajista que le acompañaba en esta ocasión, hemos podido verle en España con el Gipsy Project de Bireli Lagrène, y es acompañante habitual de figuras como Sylvain Luc, Richard Galliano o Jean-Michel Pilc. En este caso lo vimos haciendo patente su lado más lírico junto al batería Aldo Romano, complementos rítmicos ideales ambos de un trío tan entregado a la melodía como su jefe de filas.
VIERNES, 24 DE SEPTIEMBRE
La jornada previa al fin de semana traía consigo el plato fuerte del ciclo: la presencia de Monty Alexander en el escenario principal. Viendo probar sonido al trío ya tuvimos una muestra del buen ambiente entre los músicos. Según parece, el jamaicano disfruta tocando piezas en la prueba que no están en el repertorio del concierto para ponerse en situación y estimular la complicidad entre los músicos antes de actuar, algo que se nota en su directo y que el público percibe.
Horas más tarde, y con un respetable lleno en las gradas, comenzó la intervención del trío. Lo hicieron a ritmo de
calipso, y esto hizo aflorar las primeras sonrisas entre el público y también los primeros movimientos de pies. En lo musical, la banda se mueve con soltura en todos los registros, y su técnica les permite transitar entre el
reggae, el
calipso y el
swing con toda naturalidad, mostrando en toda su plenitud el estilo personal que ha consolidado Alexander. No faltaron a la cita las melodías más conocidas, como su revisión de “No Woman No Cry” de Bob Marley ni los temas originales como “Trust”. El pianista, en excelente estado de forma y con un sonido rotundo, mantuvo una constante comunicación con sus acompañantes, en un continuo ejercicio de llamada y respuesta, insertando múltiples citas en su fraseo y encontrando
riffs pegadizos a los que se instintivamente se sumaban contrabajo y batería, utilizándolos como base para improvisar.
Acompañaban al jamaicano en el escenario dos intérpretes a descubrir. El contrabajista Lorin Cohen, afincado en Chicago y acompañante de Alexander desde 2005, hizo gala de una técnica y afinación espectaculares en los solos y una gran musicalidad y capacidad de escucha en el trabajo de combo. Su labor junto al groove del batería Obed Calvaire, quien ha grabado, entre otros muchos, con músicos como Eli Degibri o Richard Bona, les convierte en una base sólida y versátil que permite al protagonista improvisar y sorprender, llevando la interpretación por caminos imprevistos.
Un soberbio espectáculo que rebosó autenticidad, emoción y sentimiento, en el que Monty Alexander, ya fuera sentado al piano o con la melódica, supo contagiar al público la energía vital de quien –en sus propias palabras– se dedica a lo que más le gusta. Y el público respondió a esa energía disfrutando de cada melodía y ovacionando las evoluciones del trío, que se vio obligado a volver al escenario tras finalizar su actuación.
Hambriento de emociones, el respetable volvió a perderse en el interior del palacio, para llegar al último tramo del concierto del pianista Enzo Carniel en el escenario Renault Palace. Este joven talento francés de 23 años hizo gala de una técnica desbordante, no exenta de ideas, pese a que la distancia física de sus oyentes transmitiera una cierta frialdad a su intervención. En ese momento, del Tanjazz Café salían sonidos de
hot club mientras el Dallas Quartet continuaba la herencia de “Lousson” Reinhardt –primogénito de Django– a través de su hijo Dallas Baumgartner, que lidera este cuarteto en la línea más tradicional del gipsy jazz.
Al otro lado del jardín, la noche se animaba en el Tanjazz Club, uno de los salones de la planta baja, donde el piano de Al Copley desplegaba su poderío desde el swing hasta el rock and roll –sonaba “School Days” de Chuck Berry– pasando por el
blues, el
rhythm & blues y el
boogie woogie, todo ello tocado con oficio por este veterano co-fundador de Roomful Of Blues que ha compartido escenario con Jimmy Vaughan o la formación original de los Blues Brothers. Su voz de
crooner y la energía arrolladora de su piano se alternaba con el arranque desgarrado del tenor del francés Franck Guetatra, haciendo que algunos asistentes se animaran a salir a la pista de baile.
SÁBADO, 25 de SEPTIEMBRE
Con el fin de semana llegaron las actuaciones de la representación española presente en la programación del festival. A media tarde, con amplia afluencia de personas en la Plaza de las Naciones, salió al escenario la banda catalana Fam De Funk. El grupo, capitaneado por el trombonista Lluis Pascual, rompió el hielo con “Què vol de mi?”, tarjeta de presentación y declaración de principios del grupo, y pronto la vocalista Belén Alonso trascendió la barrera del idioma con los asistentes, que poco tiempo después coreaban el estribillo de “Push” de los JB Horns, haciendo disfrutar al público tangerino a golpe de
funk sofisticado. En su repertorio se mezclan los temas originales, ya sean instrumentales o cantados en catalán, con arreglos de composiciones de Bill Withers o Ulco Bed (Candy Dulfer). La formación cuenta entre sus filas con músicos de solvencia contrastada –no en vano suena el nombre de Pee Wee Ellis como colaborador en su próximo trabajo discográfico–, como el batería Daniel Levy, que lleva en el grupo desde sus comienzos, el trompetista argentino Guillermo Calliero o el saxofonista Jimmy Jenks, que brilló con luz propia en sus solos, que se sucedieron sobre una rítmica contundente. Una actuación, en suma, enérgica y festiva que supo ganarse el agradecimiento del respetable congregado frente al escenario Veolia.
Poco después, sobre el escenario principal, comenzó el espectáculo del joven showman esloveno Uros “Perry” Perich, que presentó junto a la
big band de Bernd Hasel y tres vocalistas femeninas su homenaje a la figura de Ray Charles. Curtido en galas televisivas, Perich mostró el desparpajo de quien está acostumbrado al público y las cámaras, y atacó un maratón de grandes éxitos del de Albany con resultado desigual, apoyado en el
swing un tanto rígido de la orquesta. Salvando las distancias, y siendo conscientes de que no todo en esta vida se puede clonar, Perich resultó ser una réplica creíble de Charles en la voz y los gestos, que ofreció al público entretenimiento, buen humor y variedad, cediendo en ocasiones espacio al lucimiento de las vocalistas que le acompañaban, como en la interpretación de “Here We Go Again” a dueto con Caroline Mhlanga. Igualmente desfilaron “I Got A Woman”, “Unchain My Heart”, “Crying Time”, “Georgia On My Mind” o “Hit The Road Jack”, con una sola concesión al repertorio original de Perich, “Up Down Blues”, una composición en la línea musical de Charles que no desentonó en absoluto del resto del repertorio elegido. En resumen, una actuación asequible y divertida, que el protagonista y sus acompañantes disfrutaron tanto como los espectadores.
Mientras esto ocurría en el escenario BMCI, el pianista catalán Manel Camp y su cuarteto desplegaban su música en el salón Renault Palace. El planteamiento musical de Camp supuso una nota de diferencia y de personalidad respecto a otras propuestas del festival por su distancia respecto al
mainstream. Su mundo surgió de las experiencias de una carrera tan extensa como miscelánea, desde la composición de bandas sonoras hasta la “cançó” catalana, con un enfoque fundamentalmente narrativo. Sus composiciones parecieron contar siempre una historia con la claridad meridiana de las melodías, que buscaban la belleza de lo sencillo, envueltas en armonías en ocasiones sorprendentes y rítmicas poco transitadas en el ámbito del jazz, linderas en ocasiones con el progresivo, un territorio que tampoco le es ajeno. Le escoltaban tres veteranos experimentados, acompañantes habituales de Camp y auténticas referencias del jazz hecho en Cataluña, desde la complicidad del batería Lluis Ribalta, quien ya coincidió con Camp en el grupo de Lluis Llach, el contrabajo rotundo de Horacio Fumero, en espléndido estado de forma, hasta el sonido aterciopelado de la trompeta de Mathew Simon, complemento ideal de su jefe de filas en las melodías y lírico en los solos. En definitiva, un concepto musical diferente sobre el escenario que el público, pese a la separación de éste del escenario, agradeció con generosidad.
Aún quedaba mucha noche por delante en los salones del Palacio de las Instituciones Italianas y un día más de programa para la clausura, pero nuestro tiempo en Tanjazz se acababa. Siempre queda la próxima edición de un Festival de Jazz de Tánger en el que hay mucho por descubrir, desde nuevos hallazgos musicales en múltiples corrientes jazzísticas, por los que este festival sigue apostando, hasta su entorno privilegiado entre los muros del palacio y, por qué no, el té a la menta en un café perdido en la medina.