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JOACHIM KÜHN
Festival de Jazz de Girona

  • Fecha: 2 de octubre de 2010
  • Lugar: Auditori de la Mercè, Girona
  • Componentes:
    Joachim Kühn: piano
  • Comentario:

    Un público que no llegaba a las cuarenta personas, un piano de cola Yamaha en mitad del acogedor escenario. Con sólo diez minutos de comprensible demora sale al escenario Joachim Kühn. Dentro de la programación del Festival de Jazz de Girona, un lugar reservado para el jazz de vanguardia, la oportunidad de escuchar al pianista, compositor y ante todo improvisador nacido hace 66 años en Leipzig. En palabras de un buen amigo, había una maravillosa oportunidad de escuchar a uno de los mejores pianistas europeos de jazz vivo. Como casi siempre, después del concierto, tuve que darle la razón.

    Durante una hora y veinte minutos, bis incluido, el pianista alemán desplegó de forma magnética su personal lenguaje. Una maravillosa y rica síntesis entre el conocimiento profundo de la música culta europea y los desarrollos armónicamente más sofisticados dentro de la libre improvisación en el  piano contemporáneo. La tarjeta de presentación de este excepcional músico fue para empezar un cálido y maravilloso sonido de piano que no le abandonó en ningún momento de su interpretación. De principio a fin, tocase lo que tocase, su sonido fue el pasaporte hacia el disfrute del oyente, afrontase pasajes de vertiginosas capas de sonido entrelazándose o sugerentes melodías timbradas con mimo y delicadeza. Un virtuoso, sin duda. Pero diría más, un maravilloso sabio en la construcción del discurso improvisado. Capacidad extraordinaria para variar la articulación de los motivos melódicos, un control increíble de la emisión del sonido en todas las octavas del instrumento, una mano izquierda concisa, rítmicamente impoluta y siempre oportuna propiciando el arrope más idóneo para los desarrollos melódicos. Un pianista excepcional en lo técnico y  en lo creativo.

    Kühn supo encontrar un equilibrio fascinante entre los momentos de atmósferas densísimas cargadas de miles de notas que fluían de sus manos centelleando y otros donde los ostinatos de su mano izquierda mecían al oyente en una aparente calma que se encargaría de romper en los momentos adecuados.

    Vertebró el concierto en siete momentos musicales claramente diferenciados (incluido el “bis” final). Salvo el tercer y quinto tema, que no superaron los seis minutos, el resto no fueron inferiores en duración a los diez. Sin presentación, sin mediar palabra (ni falta que hacía, la música hablaba por sí misma), el pianista alemán invocaba en las introducciones el estado emocional más adecuado para exponer la melodía y nos llevaba de viaje con él. Cada nuevo pasaje nos transportaba a un universo ligeramente distinto al que le había precedido. Así, el primer, sexto y séptimo eran esencialmente desarrollos modales con diseños rítmicos circulares sustentados por la mano izquierda. Evocaciones a Ornette en el tercero y cuarto (que arrancó un irrefrenable aplauso colectivo al acabar). Aromas de corte étnico en los dos temas finales del concierto como si de un folclore universal e indefinido se tratara,  fácilmente disfrutable y difícilmente etiquetable.

    Una suerte haber estado allí, un acierto de quien o quienes hayan programado este concierto y muchísimas ganas, en definitiva,  de volver a escuchar a este extraordinario pianista sentado solo ante un piano a la espera de los nuevos lugares hacia donde nos quiera llevar.

    Texto © 2010 Natan Oliveira