Si hay algo
en lo que parece haber cierta unanimidad es en considerar
que el jazz y el flamenco comparten ciertos elementos comunes.
En sus comienzos ambos representaban la memoria de sendas
culturas minoritarias que, con el tiempo, han sabido dotarse
de un lenguaje universal difundido por todos los rincones
del mundo. Más coincidencias: los dos cuentan con un
origen misterioso. El flamenco hechizó a muchos músicos
y compositores de fama mundial. Ese misterio fue el que atrajo,
por ejemplo, a Miles Davis, cuyo disco
Sketches Of Spain,
que contiene la famosa versión del “Concierto
de Aranjuez” del maestro Rodrigo y otra del “Fuego
fatuo” de
El amor brujo de Manuel de Falla,
acaba de cumplir 50 años (se terminó de grabar
en noviembre de 1960). Una efemérides que ha sido eclipsada
por los fastos del
Kind Of Blue y que merecería
se le prestara más atención, por cuanto supone
una de las primeras gran simbiosis entre el jazz y el flamenco.
El pianista Chano Domínguez es un fiel reflejo del
músico coherente con una línea de trabajo
en la que lleva embarcado desde hace muchos años
y sus diferentes proyectos así lo avalan. Es un reivindicador
nato de la aproximación de dos universos que, como
el jazz y el flamenco, son capaces de crear un halo mágico
único e irrepetible. Su nuevo proyecto, Piano ibérico,
vuelve a poner en valor a cuatro pianistas y compositores
españoles –Isaac Albéniz, Manuel de
Falla, Enrique Granados y Frederic Mompou– muy ligados
al flamenco. Estos músicos consiguieron una perfecta
unión entre la música corriente y la culta.
Inspirándose en los sonidos de la calle, en el flamenco
popular, llevaron su música hasta lo más alto,
y Chano Domínguez ha querido recoger el testigo en
este nuevo reto, con un cuarteto de piano, percusión,
cante y baile, que se presentaba por primera vez en Madrid.
Que la popularidad alcanzada a estas alturas por Chano
Domínguez está fuera de toda duda así
lo demostraron los aficionados llenando al completo las
butacas del auditorio del San Juan. Entraron entregados
y no salieron desilusionados. En el primer tema de la noche,
una composición del propio Chano a ritmo de bulerías,
el pianista y el Piraña a los cajones recrearon a
modo de introducción una primera parte con claras
referencias flamencas para pasar, en un ritmo muy acelerado,
a una segunda donde fluían a borbotones los ritmos
más inclinados hacia el blues. Toda una
declaración de intenciones que marcaba la senda por
la que iba a transcurrir el concierto, que en líneas
generales se decantó claramente hacia los sonidos
flamencos sustentados en la gran sintonía existente
entre los tres pilares del proyecto: el piano, la percusión
y el cante.
Así, en la interpretación de “El puerto”
de la Suite Iberia de Isaac Albéniz, tanguillos
y tientos, El Kejío aportó sus primeras voces
rotas, seguido con una técnica muy depurada del Piraña.
Por momentos, Chano introduce elementos de jazz y sube el
tono de la canción. En la actuación hay una
clara demarcación hacia el flamenco con algunas pinceladas
de jazz como en “Cuaderno número 1” de
la Música callada de Federico Mompou, unos
tangos apoyados en ritmos fuertes con el piano dando entrada
al cante enseguida.
Uno de los momentos más emocionantes de la noche
fue la interpretación de “La danza del amor
brujo” de Manuel de Falla, por tangos, con algunas
aportaciones de piano improvisado, diferentes cambios de
ritmo y con el percusionista acompañando bien al
cajón y el bailador Álvaro Paños subrayando
los sonidos con el taconeo. La emoción fue en aumento
y por eso llenó de satisfacción al respetable.
Pero la pieza más aplaudida fue el “Fuego fatuo”
de Manuel de Falla, interpretada en su letra original por
bulerías. Con un comienzo a piano solo en forma de
balada, con una interpretación impecable de El Kejío
y el buen hacer de El Piraña. De nuevo se introducen
los cambios de ritmo y el tema entra en otra dimensión
sonora, bañado con mucha luminosidad y alegría.
Chano recurrió a los rítmos más de
blues, dando paso a la percusión y al bailador
con el taconeo. Otro de los temas originales compuestos
por Chano Domínguez fue “Cuando te veo pasar”,
interpretado a ritmo de bulerías. Tiene un inicio
en forma de balada con fraseos cortos y que va en aumento.
El cantante entra en el momento justo y funde bien con el
piano, mientras el percusionista apoya sutilmente con los
platos. Tras la aclamación de un público entregado,
acometieron una pieza de corte lírico a piano solo
de bella factura, con el único acompañamiento
de la voz cortando el silencio.
Podrá gustar más o menos, será más
jazz que flamenco o viceversa, hay opiniones para todos
los gustos, pero lo que no se puede poner en duda es el
arte y el saber que atesora Chano Domínguez. Después
de haber pasado la prueba de fuego del San Juan Evangelista,
Piano ibérico es una apuesta que le va a
salir muy bien, un espectáculo que sin duda atraerá
dentro y fuera de muestras fronteras y que tiene el éxito
asegurado.