El Johnny clausura su 29º festival de jazz con el trío del pianista valenciano Albert Sanz y con el ensemble de Tord Gustavsen como representante noruego y una de las más firmes realidades a nivel mundial. Este último es conocido por sus trabajos a trío para el sello alemán ECM con discos tan reconocibles y admirables como: Changing Places (2003), The Ground (2004) o Being There (2007). Para el proyecto que aquí presenta, Restored, Returned (ECM, 2009), tan solo mantiene al baterista Jarle Vespestad. Fue un encargo para el Festival Vossajazz del año 2008 por el que le fue concedido el premio Grammy noruego (Spellemannsprisen).
Y es precisamente con el ensemble de Tord Gustavsen con el que se da comienzo al doble concierto, hecho que resulta sorprendente si tenemos en cuenta que lo normal hubiera sido lo contrario por razones obvias.
En cuanto a la actuación en sí, Tord Gustavsen demostró que su música es callada y temperada, que juega con los silencios y que el componente poético es tan importante como respirar. Tord Gustavsen convierte sus manos en alas de mariposa que se posan sobre aterciopelados teclados, Tore Brunborg espira y personaliza un suave viento del norte que transforma en un diálogo intemporal y mágico. Mientras Mats Eilertsen y Jarle Vespestad economizan sus notas con precisión de relojero suizo.
Y es que su arte es así, intimista, delicado, indolente, casi desvaído y evocador de paisajes que provocan sentimientos y situaciones que se evaporan en el aire como gotas de agua. Su música, en definitiva, es un paseo frío que suena fresco, nuevo y por tanto creativo. Auténtico y comprometido rezuma esencias y recuerdos de España, no como homenaje al público y lugar en el que se encuentra sino como una convicción intrínseca del propio Tord Gustavsen. El noruego huye de la estridencia y sus ritmos suenan uniformes, coherentes y lentos hasta el punto de enamorar a muchos y exasperar a otros. Busca la belleza desde la belleza para instalarse en el corazón de los que le escuchan para producir sensaciones de placer. En ocasiones utiliza la disonancia de las cuerdas interiores de su piano Steinway & Sons buscando lo paradójico.
En cuanto a los componentes del ensemble; Tore Brunborg es un exquisito saxofonista muy en la línea del también noruego Jan Garbarek. Su fiel acompañante Jarle Vespestad es sereno y coherente con el cuarteto, y recorre platillos y tambores con extrema y reverberante delicadeza. Grave y profundo a la vez que suave, es el batería ideal para sus propuestas. En cuanto al cuarto hombre, el bajista Mats Eilertsen pone mesura y buen hacer midiendo los tiempos e interviniendo cuando debe hacerlo, ya sea con el arco o sin él.
El resumen parece fácil a la luz de lo ya argumentado: armonías y melodías que se pueden tararear y que convierten a Tord Gustavsen en la pieza ideal de la nueva hornada de Manfred Eicher.
Bien distinto fue lo propuesto por el trío del valenciano Albert Sanz. Su grupo es un proyecto exclusivo para este concierto y para ello contó con dos jóvenes realidades del jazz actual como son el contrabajista Masa Kamaguchi y el batería Jorge Rossy.
Albert Sanz comenzó con la interpretación a piano solo del standard de Duke Ellington “Sophisticated Lady”, algo que volvió a repetir para finalizar el concierto, pero esta vez a trío.
Los tres músicos nunca habían formado en trío, si bien lo habían hecho en diferentes grupos y para diversos proyectos. El programa del concierto se basó en diferentes composiciones de músicos admirados por Albert Sanz, entre los que se encontraban el ya mencionado Duke Ellington, Javier Vercher, Chico Buarque o Antonio Carlos Jobin e incluso Miles Davis y Gil Evans por su obra Sketches Of Spain.
Concierto de bop sin mayores concesiones que arrancó innumerables aplausos entre el público asistente, sobre todo en temas como el swingueante “Imagina” (Jobim) o con los destacados solos del bajista japonés Masa Kamaguchi, que sorprendió por su pulsación decidida, discurso melódico y dinámico. No menos destacado el solo de Jorge Rossy que apostó por recorrer platos y tambores con rapidez y pegada, lo que le valió un aluvión de aplausos.
Buen concierto que posiblemente no sorprenderá al aficionado experto, pero que sí servirá para iniciar al más profano.