La tercera jornada del Festival se presentaba con otro cartel de lujo. Nada menos que una de las instituciones del piano continental como es Martial Solal, historia viva del jazz europeo, compartiendo programa con el mallorquín Agustí Fernández, una de las firmas de referencia del jazz contemporáneo más avanzado. Pero la primera alegría de la noche vino de la mano de Juan Claudio Cifuentes, “Cifu”, galardonado (y ya era hora) con el Premio Ondas, lo que ha llenado de orgullo a todos los amantes del jazz y en especial a las personas ligadas al San Juan. “Cifu” y el San Juan han vivido caminos paralelos en su afán por colocar al jazz en el lugar que se merece. Con esa capacidad improvisatoria que le caracteriza, “Cifu” fue el encargado de presentar a uno de sus músicos favoritos y primero de los protagonistas del segundo programa doble del ciclo: el maestro Martial Solal, en su segunda visita al San Juan, trece años después de que pisara por última vez este escenario.
Martial Solal sigue atacando el piano con esos dedos de terciopelo que le han caracterizado a lo largo de su dilatada carrera. Su paleta de sonidos siempre se manifiesta de manera festiva y optimista. Puede encadenar momentos de swing con otros más imprevisibles. Por unos instantes identificamos la melodía como un punto de luz en el infinito, pero enseguida aquella se difumina para dar paso a miles de sensaciones. No hay duda: sigue conservando los dedos ágiles y ligeros, ya sea para distorsionar las notas de Gershwin en “I Got Rhythm” o dar una nueva versión de “Round About Midnight” en la que, conservando la esencia original de Monk, pueden sucederse muchas variaciones rítmicas, siempre diferentes.
Enlazando una pieza tras otra, lanzando las notas al aire como pompas de jabón, también deleita con una versión de “Caravan” completamente improvisada. El comienzo de los temas puede ser de una manera lírica y el final completamente inesperado. Sus desarrollos permiten avanzar hasta el infinito. Podría estar tocando horas y horas sin aburrir un ápice. A la manera de círculos concéntricos, pueden intuirse sus principales influencias, ya sea la chanson francesa, con rasgos de Erik Satie o Debussy. El caso es crear microambientes dentro de un ámbito más genérico, con ciertas pinceladas de ese sentido del humor que siempre ha cultivado. Puede ser sobrio y al mismo tiempo mostrar mucha delicadeza y transitar por sendas donde hay una aparente frialdad no calculada, pero sus temas van cobrando vida y luminosidad a medida que se desarrollan. En sus manos los standards cobran una nueva brillantez. Las notas suenan como campanas limpias y transparentes. Destila mucha elegancia, con un estilo capaz de dirigirse hasta el infinito. Solal es un improvisador brillante y sagaz, capaz de superponer, sin apenas notarse, la música clásica y el jazz, de realizar una interpretación prodigiosa de la “Marcha Turca” de Mozart o volver a otro tema más lento de Monk. Martial Solal es así de genial y por eso seguirá estando en lo más alto del olimpo de los mejores pianistas de la historia del jazz.
Atendiendo al lema del Festival, el contraste de la noche lo puso el dúo de Agustí Fernández y Jo Krause, que fue desgranando los temas que componen Draco, el primer disco que recientemente han editado estos dos músicos. La actuación estuvo llena de matices y por momentos transcurrió por ciertos espacios imprevisibles, e incluso desconcertantes. Temas de improvisación en los que Fernández percute el piano hasta el máximo acompañado por un, a veces excesivo, aporte del batería. El piano avanza sin freno, casi desbocado, y el dúo se mueve con mucha soltura, aumentando tensión hasta que acaba. Abusa quizá de la extracción de sonidos directamente de las cuerdas, tal y como hace Cecil Taylor. No deja de haber un componente visual y plástico en ambos músicos. Por momentos se dibujan paisajes fríos y, en otros, los instantes son más confortables e intimistas, con piezas que rozan el minimalismo. Es ahí donde Fernández se aproxima al jazz que practica Krause. Las piezas van cobrando diversas dimensiones y aristas, con tonalidades y melodías que acarician de lo suaves que son.
Fernández apela constantemente a situarse en un punto medio entre lo experimental y lo lírico. El piano se convierte en un pretexto para extraer el máximo de posibilidades sonoras, pareciendo a veces que nos encontramos ante dos pianistas en escena. Jo Krause tuvo la oportunidad de lucirse en un solo y hubo momentos para que Fernández se acompañara de su voz para interpretar alguna pieza de gran belleza.
La música de Agustí Fernández está creada para desarrollar laberintos sonoros con diferentes texturas, siempre apoyada por una gran efectividad en las interpretaciones que se sustentan en sólidas composiciones. Agustí Fernández, primer español en grabar en el sello ECM, es un músico de altos vuelos, su creatividad está fuera de toda duda y así quedó patente en este nuevo concierto en el San Juan.