La programación de enero de 2011 en la Asociación Clasijazz (Almería) era prometedora sobre todo por una actuación muy esperada por toda la afición al jazz de esta pequeña ciudad del sur. Y en cuanto sonaron las primeras notas supe que ese concierto no iba a defraudar. Se trataba de un dúo de ensueño, dos músicos que por sí solos ya merecen figurar en la enciclopedia del jazz de nuestro país. Hablo del pianista catalán Albert Bover y del contrabajista argentino, aunque afincado en España desde hace 30 años, Horacio Fumero.
A Horacio se le podría aplicar perfectamente ese famoso refrán que reza “Dime con quién andas….”. ¿Con quién anduvo el señor Fumero durante dos décadas? Pues nada menos que con Tete Montoliú. Junto al batería Pier Wyboris formó la sección rítmica más habitual del universal pianista catalán. De Albert Bover también se podría hablar mucho, aunque lo que yo realmente recomiendo es escucharlo. Desde que lo disfruté en el año 2007 también en Almería con el quinteto de Miguel Ángel Chastang me prometí no dejar de acudir a escucharlo en directo cada vez que tuviese ocasión.
Con estos antecedentes lógicamente era un concierto ineludible y, para colmo, comenzó de la mejor forma posible: un meddley de temas de Thelonious Monk. Con una maestría insuperable enlazaron temas como “Monk´s mood”, “Monk´s dream”, “Ask me now”, “In walked Bud”, la fascinante melodía de “Misterioso” , y acabaron con “Well, you needn´t”.
Tras esta suite, que ya dejó sin aliento al personal que llenaba el club Clasijazz, atacaron la balada “I fall in love too easily”. Como debe ser en toda balada, consiguieron captar la atención y generar tensión durante todo el tema haciéndonos literalmente contener la respiración en determinados pasajes.
Debo extenderme un poco acerca de las improvisaciones de Bover. De los pianistas actuales de nuestro país –y posiblemente no sólo del nuestro– es quizás el músico que más me cautiva improvisando. Los hay con más técnica o con más velocidad pero lo que le caracteriza es la originalidad y personalidad acometiendo un solo. Su fraseo es tremendamente original y en pocas ocasiones tira de recursos típicos, de “frases hechas”. Sus escalas siempre tienen algo especial, su mano izquierda es tan imaginativa como la derecha, logrando una independencia entre ambas realmente mágica. Durante el concierto hubo algún momento en que improvisó “realmente” a dos manos. Su sentido del ritmo es excepcional, y su repertorio de voicings muy extenso y extremadamente sutil. Hasta verlo tocar es un placer, ya que Bover literalmente “acaricia” las teclas, las siente.
Con semejante pianista acompañado de un Fumero inspiradísimo también en sus improvisaciones y sólido como nadie acompañando, el concierto iba a más con cada tema que nos iban exponiendo.
Para rendir también homenaje a otros dos grandes del jazz enlazaron un tema de Duke Ellington – “Angelica”– con “UMMG” de Billy Strayhorn, con los que concluyeron la primera parte.
El segundo pase comenzó con una composición de Albert titulada “Old bottle, new wine”, y a continuación interpretaron el tema que da título al segundo disco que tienen editado a dúo: Caminhos cruzados. Nuevamente consiguieron elevar el nivel de tensión a lo más alto con una delicada interpretación de este bello – y cuál no lo es– tema de Antonio Carlos Jobim. El lirismo alcanzado aquí por Bover fue ya digno del mismísimo Evans, y la delicadeza con el contrabajo de Horacio estuvo a la misma altura creativa.
Casi sin darnos tiempo a recuperar la respiración perdida nos presentaron una versión de una de mis composiciones favoritas, sobre todo desde que la escuché en aquel ya mítico Standards vol. 1 del Keith Jarrett Trio: “The meaning of the blues”. En esta versión Fumero realizó un acompañamiento en ocasiones casi “guitarristico”, rasgando el contrabajo rítmicamente, provocando que Bover se moviese como pez en el agua por el teclado, componiendo la melodía casi por completo a base de acordes. Una delicia de tema, y una maravillosa versión, que también está incluida en su disco Caminhos Cruzados. Bonita versión también la de “El corazón al sur”, basada en un tango de la argentina Eladia Blázquez con su preciosa melodía ejecutada al contrabajo por Horacio Fumero.
Y para despedirse Horacio –que además de un fabuloso contrabajista es un gran comunicador- nos presentó una composición suya. Cuenta que no compone demasiado pero que cuando lo hace, no sabe muy bien el motivo, a sus temas les da nombres de pájaros. En este caso “Carancho”, que así se titulaba el tema, es un ave carroñera del sur de Argentina. El caso es que Fumero compondrá poco pero cuando lo hace, lo hace bien. Maravilloso final este “Carancho”, tema rítmico y complejo en el que el dúo demostró –si no lo había hecho ya antes– la gran compenetración que existe entre ambos. En ocasiones me recordaron mucho a ese otro dúo maravilloso que forman a veces la pianista Carla Bley y el bajista Steve Swallow .
Como no podía ser de otra manera, no se habían retirado ni un metro del escenario cuando ya se vieron obligados a volver para deleitarnos con un bis que era obligado.
Fumero comentó que nada más entrar al Club Clasijazz no pudo dejar de observar con cariño y nostalgia una foto del gran Tete. Así que era casi un deber hacer algo de Montoliú, y la elección fue una de sus maravillosas composiciones: “Jo vull que m'acariciis”, una obra maestra en forma de blues. Es maravilloso ver como los grandes músicos reinventan las composiciones de sus “mayores”, y eso es lo que ambos hicieron con este tema.
Para finalizar, ya que un solo “bis” supo a poco, tanto al público como al dúo, nos llevaron de la mano al buen be-bop de toda la vida, con su visión de “Milestones”.
Y así, con el sabor de Miles Davis en los oídos – es lo que tiene la buena música… que se puede degustar, además de escuchar- , finalizó el recital. Pude salir de allí con la satisfacción de haber asistido a un gran concierto nada más comenzar el 2011 y pensando que va a ser difícil superar esto.