La cantante madrileña Cecilia Krull forma parte
de esa pléyade de voces femeninas que intentan hacerse
un hueco en el panorama del jazz nacional. A pesar de su
juventud, inició su carrera profesional hace 15 años,
aunque no siempre ha estado ligada al jazz. Es evidente
que su interés por esta música le ha venido
de la mano de su padre, el excelente pianista Richard Krull,
con quien ha podido aprender y empaparse de los sonidos
del swing.
Acompañada por un quinteto que se encargó
de arroparla en todo momento, Cecilia Krull apenas se salió
de los convencionalismos y fue fiel a lo que mandan los
cánones para las cantantes de jazz clásicas.
Y así fue desgranando los nueve temas que llenaron
de contenido el concierto: una colección de standards,
la mayoría interpretados con corrección y,
por algunos momentos, con gran emoción. Desde baladas
como “Lover Man”, cantada con sensualidad y
bien arropada por el resto de la banda; suavidad en la rítmica
en “Easy Leaving”, hasta piezas con buen estilo
como “Smile” o “The Way You Look Tonight”.
Todas trabajadas y bien engarzadas de la mano de Richard
Krull. Incluso con la socorrida “Bésame mucho”
o la preciosa “Lush Life”, mostró también
sus buenas maneras. Para terminar, una pincelada de música
brasileña con “My Little Boat”, una versión
de “O barquinho” de Joao Gilberto, con la que
dejó ver que ha trabajado aspectos como la potencia
en la voz y la elegancia. A pesar de que el concierto resultó
un tanto convencional, no hay que restarte méritos
a esta cantante que está en buen camino en la búsqueda
de su propio estilo en un terreno donde, para qué
engañarnos, resulta muy difícil ser original.
De ahí que el esfuerzo para poder destacar tenga
que ser mayor en esta faceta del jazz.
Lo que llegó a continuación fue como un cambio
del día a la noche. La inocencia se volvió
indecencia. Las buenas maneras y la elegancia dieron paso
a la transgresión sonora del grupo Tarbaby: cinco
personajes en busca de un objetivo para el cual han de traspasar
diferentes laberintos. Con la excusa de la presentación
del disco The End Of Fear (“El fin del miedo”),
los componentes de Tarbaby no tuvieron ningún recelo
en demostrar su solidez, equilibrio y fuerza en cada una
de sus composiciones. La rítmica desgrana sonidos
con un sentido preciso. Cada músico quiere ser protagonista
de este grupo: cuando Orrin Evans acaricia las teclas o
cuando batería y contrabajo trabajan al unísono
con un gran sentido del ritmo.
Con el primer solo de la noche a cargo de Oliver Lake,
se percibe que este músico de Arkansas y fundador
del mítico World Saxophone Quartet sigue estando
en plena forma. Su manera de frasear, de incrementar con
fuerza y de extraer lo máximo al saxo alto sigue
siendo una referencia para la historia del jazz.
Las combinaciones de saxo, contrabajo y batería
dan paso a una serie de interludios del trompetista Ambrose
Akinmusire, que transmitió toda la noche punzadas
afiladas capaces de expandirse por toda la sala. El pianista,
mientras tanto, iba dejando sus pinceladas , siguiendo tanto
a Eric Revis como a Nasheet Waits. Con este grupo cualquier
momento resulta imprevisible. Su música puede iniciar
rutas reconocibles, que al momento se alejan en el espacio
y en el tiempo. La música de Tarbaby produce vértigo
a borbotones.
Otra de las facetas del grupo es la provocación
de continuos diálogos a dos y a tres. Oliver Lake
es la gran referencia en este quinteto con su desbordante
expresividad. Por momentos, el grupo consigue crear unos
ambientes sonoros casi lúgubres. Lake retoma los
solos, que se alternan con el trompetista volviendo a lanzar
punzadas. Para rematar, la sección rítmica
hace maravillas en una marcha de alta velocidad, ya con
los metales concluyendo las piezas. Tarbaby hace una música
con muchas aristas y posibilidades. Una labor en la que
merece un aparte Nasheet Waits, un batería siempre
certero y que, como los buenos, trabaja más la calidad
que la cantidad, manteniéndose siempre imperturbable.
Los solos apabullantes de Oliver Lake suelen dar paso a
grandes aportaciones de la sección rítmica,
que estuvo impecable durante toda la noche. El trabajo de
Eric Revis marcando los rítmos acompasados para dar
juego al resto de la banda fue también digno de admiración.
Igual de certero se comportó en la utilización
del arco en el último tema de la noche. A lo largo
de la actuación, la banda se comportó sabiendo
ofrecer cada uno de sus miembros su mejor faceta.
Optimismo, ironía y dramatismo son algunos de los
mundos evocadores desde los cuales se enfrenta este grupo
al jazz. Una combinación ecléctica, donde
no faltan los momentos agresivos, pero donde también
se cuidan los tempos medios, siempre creando un cuadro sonoro,
en general, elegante y bello. Tarbaby es una pieza más
en la colección de tesoros que han dejado huella
en la historia del San Juan .