>> VOLVER A TOMAJAZZ

 
 

 

   

LA PLANETE QUARTET/LIONEL LOUEKE TRIO
“La universalidad del jazz fuente de renovación y futuro”
19º Ciclo Jazz es Primavera-II Festival Eurojazz 2011. Ellas crean

  • Fecha: 5 de marzo de 2011.
  • Lugar: C.M.U. San Juan Evangelista (Madrid).
  • Componentes:
    “La Planète Quartet”
    Aki Takase: piano
    Louis Sclavis: clarinete bajo y soprano
    Carlos Zíngaro: violín
    Vincent Courtois: violonchelo

    Lionel Loueke Trío
    Lionel Loueke: guitarra y voz
    Massimo Biolcati: contrabajo
    Ferenc Nemeth: batería
  • Comentario:
     
     

    Entre  las  muchas virtudes que caracterizan la programación del San Juan Evangelista desde hace años está su capacidad de sorpresa. A lo largo de 40 años multitud de proyectos y momentos irrepetibles han ido engrandeciendo su historia. Aunque ahora ha llegado el momento de lanzar la voz de alarma y llamar la atención por la circunstancia de que este año tan sólo haya habido un patrocinador, algo que sin duda no se merece. Pero a pesar de la tempestad, el Johnny ha sido fiel un año más con el mejor jazz que se puede disfrutar en la actualidad. Hay que seguir agradeciendo a la organización  el esfuerzo que hace  para conseguir que músicos de tanta calidad  sigan recalando en este templo del jazz. “La Planète Quartet” y Lionel Loueke Trío, que  protagonizaron la segunda jornada de esta nueva temporada, fueron un eslabón más de esta brillante cadena.

    Si después de un concierto de “La Planète Quartet”, grupo de  cuerdas, vientos y piano, y tras unos días con la mente reposada, aún uno se pregunta de dónde ha podido salir una música tan bella e inclasificable, es que todavía está vivo y siente que conserva algo de lo mejor que  puede tener el ser humano: la capacidad de asombro.

    Realmente  “La Planète Quartet” hace, de manera gráfica,  música ubicada en un planeta imaginario. No le busquen etiquetas. Es un grupo  donde lo clásico contemporáneo se  rodea de muchos elementos de jazz, minimalismo, pincelas de oriental… En su engranaje sus cuatro piezas se superponen y forman cuartetos, tercetos y dúos con la clara intencionalidad de diseñar espacios sonoros muy sugerentes. En este sentido, las combinaciones que pueden llegar a  formar son infinitas. Estamos ante un conjunto de músicos que, poco a poco, construye la arquitectura del tema hasta alcanzar momentos vertiginosos.

    Si los instrumentos de cuerda marcan la línea más clasicista, Louis Sclavis, al clarinete bajo o al soprano, y Aki Takase, al piano, se encargan de que el grupo se introduzca  por los derroteros de la música no escrita.  Aki Takase da la pauta a sus acompañantes y, como en un manantial, los  sonidos, bellos y complejos, van fluyendo imparables hacia el abismo.

    Al ritmo de las cuerdas del violonchelo planea la sombra del clarinete. De nuevo la maquinaria de sonidos eleva la tensión al máximo y vuelve la inquietante tranquilidad. En el clarinete bajo Sclavis es capaz de alcanzar los sonidos más inverosímiles. Cuando toca, los temas adquieren otra dimensión.

    En esa sucesión de duetos de la noche, hay que remarcar una interpretación  entre Takase y Sclavis (quien quiera puede escuchar su recomendable disco a dúo “Yokohama”),  donde la pianista golpea las cuerdas mientras Sclavis sigue su melodía  encaminándose hacia momentos de pura improvisación sin freno, en los que Eric Dolphy parece haber subido al escenario.

    Otro de los mejores momentos de la noche lo protagonizó Vincent Courtois,  que realizó un memorable solo al que se unió Sclavis. Un comienzo muy suave del violonchelo interpretado a medio tono, pero que poco a poco se va desviando hacia  derroteros improvisados, en los que mediante el recurso de distorsionar las cuerdas extrae  los mejores sonidos  que atrapan y emocionan. Fue un extraordinario solo, en el que Sclavis supo poner el complemento perfecto para elevar el listón con sus  perfectos fraseos al clarinete.

    Aki Takase  realizó un trabajo incansable y  muy efectivo. En la primera parte del concierto cedió un poco el protagonismo al resto, pero en el tramo final supo imprimir intensidad a sus interpretaciones. En un dúo de piano y violonchelo regresaron los sonidos de vértigo, apoyándose y superponiéndose. Parecía que la música no se iba a acabar nunca. Takase le imprime agresividad al tema, y tras la tempestad desatada vuelve la calma. El vendaval de sonidos llegó  a su fin y  el  cuarteto volvió a tocar a ritmo pausado con  Takase  llena de maestría  y sutilidad.

    Enseguida la calma se descompone y el dúo de piano y violín de Carlos Zíngaro, muy preciso en sus aportaciones,  se adentra  en un laberinto enredado como una madeja y del que no hay escapatoria. En ese sentido a veces la música es como la vida, que no puede escapar de la muerte.   

    Takase se vale de dos bandejas en las que percute sobre el teclado y le sigue todo el grupo con máxima tensión. La actuación terminó con una pequeña pieza a modo de divertimento, que sirvió para poner el  broche final a esta aventura que a nadie debió dejar indiferente. Como si  de un caleidoscopio sonoro se tratara, cada músico de “La Planète Quartet” aporta su grano de arena hasta crear  un conjunto de figuras de donde salen multitud de preguntas. Como en el Arte, se trata de que cada cual extraiga su propia  respuesta.   

    Tras un pequeño descanso, subió por primera vez a este escenario el guitarrista Lionel Loueke, un músico que está adquiriendo una gran dimensión en el panorama internacional. Sus colaboraciones con   Herbie Hancock, Wayne Shorter, John Patitucci, o Mark Turner le han granjeado una buena reputación a este guitarrista de Benin. Con varios discos en circulación, un par de ellos a trío, ha sabido preservar hasta el momento sus señas de identidad, que no le han hecho caer en la vena más comercial, algo que sí ha sucedido con otros músicos que se mueven en la órbita del llamado jazz étnico. Junto a  sus dos habituales acompañantes, Massimo Biolcati al contrabajo y Ferenc Nemeth a la  batería, Loueke realizó un repaso a los temas de su último disco Mwaliko.

    Tras una larga introducción de Máximo Biolcati, los acordes del contrabajo se funden con los  ritmos suaves de  la guitarra Godin de Loueke, con la que a lo largo de la noche mostró su versatilidad. A veces la utilizaba como bajo y en otras conseguía ritmos sincopados apoyándose en  la voz. Desde una cadencia lenta, poco a poco iba desgranando su variedad estilística, subiendo la intensidad e introduciendo los ritmos más característicos de África, apoyándose para ello  en unas sólidas composiciones y sonidos agradables al oído.

     

    En un tema interpretado a solo, Loueke pudo demostrar las cualidades que se le suponen a todo cantante africano para modular su  voz y para componer. Tras un momento lento se produce la entrada del resto del trío. En general los temas están muy bien construidos.  

    Loueke ha asimilado la mayor parte del lenguaje de la guitarra de jazz y se pudieron vislumbrar  influencias que van desde Wes Montgomery o George Benson  hasta Pat Metheny. No obstante, ha conseguido tener  su propia voz artística, la mayor parte de la cual está centrada en su manera de tocar con métricas impares. Su música es sofisticada, lo que hace que sea capaz  de contagiar de manera visceral.

    De vez en cuando pudimos asistir a algún dúo de guitarra y contrabajo improvisados, así como a una buena actuación del batería Ferenc Nemeth. Apelando al origen del líder del grupo, los tres músicos mostraron una clara  tendencia hacia los ritmos percusivos.

    El  concierto transcurrió por algunos pasajes que fueron más efectistas que efectivos. Aunque la voz con  efecto  nos hiciera recordar por momentos los sonidos que utilizaba Joe Zawinul en sus grupos con sintetizador, Loueke demostró sus buenas dotes y la suficiente autenticidad como para que confiemos en que seguirá realizando cosas interesantes.

     

     


    Texto © 2011Carlso Lara
    Fotos © 2011 Sergio Cabanillas