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ROY HARGROVE QUINTET
Ciclo 1906

  • Fecha: 18 de marzo de 2011.
  • Lugar: Teatro Principal (Santiago de Compostela, A Coruña).
  • Componentes:

    Roy Hargrove: trompeta, fiscorno
    Justin Robinson: saxo
    Sullivan Fortner: piano
    Ameen Saleem: contrabajo
    Montez Coleman: batería
  • Comentario:
     

    Con la casa abarrotada hasta la bandera (y doy fe de ese aforo porque desde allí, encaramado en lo más alto de su mástil, disfruté de la velada) el quinteto de Roy Hargrove abrió el regalo inaugural de esta nueva edición del Ciclo 1906. El exquisito control del volumen fue la primera baza con la que el trompetista conquistó al respetable. Su soplido suave y muy bajito, en contraste con el discurso más enérgico del saxofonista Justin Robinson, le aseguraba una mayor atención por parte del público –concentrado en no perderse ni una sola de sus notas–, al tiempo que le permitía utilizar el recurso de aumentar el volumen por sorpresa para subrayar los momentos significativos. En esa dinámica desconcertante pero efectiva también pulula su lenguaje, que reconcilia el cool y el bebop en frases elegantes y precisas, contentando por igual a los seguidores de ambos estilos. El repertorio podría parecer abigarrado si tenemos en cuenta que en la coctelera cupieron hard bop, bolero, samba, baladas, soul… pero resultó muy coherente y empastado en la estética planteada por el líder, quien llegó al tuétano del asunto al empuñar el fiscorno en el tema interpretado a cuarteto. Sin salirse ni una coma del guión, el pianista Sullivan Fortner imprimió una importante estela de originalidad durante todo el concierto. Sus ideas, sus improvisaciones en bloques de acordes o siguiendo patrones rítmicos, su mano izquierda huyendo de las apoyaturas armónicas obvias para dibujar líneas melódicas etc nos descubrieron al músico más creativo sobre el escenario, a pesar de haberse sumado a las filas de Hargrove a última hora. Se echaron en falta, en cambio, más arreglos en el ensamblaje entre trompeta y saxo, máxime cuando la disparidad entre ambos hubiese reportado mucho color y la ilusión de la sonoridad de las big bands. Evidentemente eran otros los intereses del líder: un planteamiento sencillo, casi desnudo, con los correspondientes espacios reservados para los solos y pocas sorpresas en la estructura. Un clásico.


    Texto © 2011 Quinito L. Mourelle