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VORO GARCÍA QUINTET
Ciclo 1906

  • Fecha: 21 de abril de 2011.
  • Lugar: Jazz Filloa (A Coruña).
  • Componentes:
    Voro García: trompeta
    Enrique Oliver: saxo tenor
    Leo Genovese: piano
    Dee Jay Foster: contrabajo
    Jorge Rossy: batería
  • Comentario:
     
    Tratándose de la noche de Jueves Santo, el concierto de Voro García y su quinteto no iba a plantearse en términos heréticos. El primer corte, un hard bop con pegada afro, nos situaba en el epicentro canónico de los cincuenta, en la década del esplendor en blanco y negro. Enrique Oliver desplegaba su carta de presentación con un cálido magma recitativo a lo Dexter Gordon y Rossy –quien parece haber anunciado a los cuatro vientos que deja definitivamente las baquetas para abrazar el piano– se ocupaba de hacernos mover el pie como un Blakey de nuestros días. El acento africano se tornó caribeño con “Calipso”, el último tema del primer pase, original del baterista y fenomenal pista de despegue para que el tenor vistiese los hábitos de Sonny Rollins –otro santurrón– y sus evoluciones en aquel pegadizo “Saint Thomas”. Como la cosa iba de hagiografía, el líder no desaprovechó la oportunidad para airear su fraseo clásico, excelentemente cortado, sorprendentemente redondo para alguien que atesora todavía insultante juventud. Pero la noche avanzaba y en la sala comenzaba a oler a azufre. Un bolero en el segundo pase fue el perfecto engaño para la bacanal bopera que se desató en la interpretación de “Wail” (Bud Powell). Leo Genovese se dejó electrizar por la dinámica trepidante y desarmó al respetable con gran inventiva y técnica, salpicada por sorpresas monkianas y algunos otros detalles más apropiados para los rabos y los cuernos que para la austera indumentaria de los eremitas. D.J. Foster se sumó a la fiesta con una composición de bop-granjero (él puede explicarlo…) que ahuyentó definitivamente la compostura de los cinco beatos. De propina “Au Privave” de Parker: la condenación ya era irremediable. Fantásticas polifonías de los dos metales, solos vertiginosos y un grandísimo Rossy exultante con las alegrías de su cometido. ¿En serio va a dejar la batería definitivamente? En fin… qué bien sienta pecar y no ir a las procesiones.


    Texto © 2011 Quinito L. Mourelle