La tercera semana del VIII Festival Internacional de Jazz
de Peñíscola fue, sin proponérselo,
de conciertos centrados en las versiones.
Esta comenzó el miércoles con un concierto
doble. Fuera de los escenarios habituales, la cita musical
se trasladó al recinto portuario de Peñíscola.
Allí no esperaba una nueva temporada de The Wire.
Fue el turno de un concierto doble con la banda de B.B.King
como cabeza de cartel, y ejerciendo de telonero la Raimundo
Amador Band.
El sevillano comenzó su concierto versioneando “Jessica”
de los míticos Allman Brothers Band. Toda una magnífica
declaración de intenciones ejecutada por una banda
más que competente en la que sobresalieron el propio
Amador, el baterista, el teclista (con algún solo
más que aplaudido) y el bajista, mientras que el
percusionista y la vocalista quedaron en un segundo plano.
El grupo dio un magnífico recital en el que incidieron
en la forma en que el ex-Pata Negra realiza la fusión
del flamenco con el blues. El conocido “Bolleré”
o el divertido “El blues de los niños”
(de Pata Negra) fueron algunos de los mejores momentos del
recital. Sin embargo Raimundo Amador no era el protagonista
de la noche. Aunque el concierto fue alcanzando su punto
álgido tema tras tema, tras apenas una hora de actuación
le tocó el turno de abandonar el escenario. No fue
la ocasión de un bis más que merecido pero
no reclamado. Así dejaron paso al veterano bluesman
(1925) de Indianola, Mississippi.
El protagonista se hizo esperar. Tras un rápido
cambio de instrumentos hicieron acto de presencia los ocho
miembros de la banda de B.B. King. Además de bajista,
batería y teclados, sobre el escenario aparecieron
una sección de cuatro vientos y un guitarra rítmica.
El concierto, a la espera del veterano guitarrista y cantante
sobre el escenario, comenzó magníficamente
con un par de temas instrumentales con todo lo que se esperaba
en la cita: blues (por supuesto), una vibrante
ronda de solos al estilo clásico –con un papel
preponderante de los vientos, paso al frente al micro situado
en medio del escenario y a soplar–, y una sección
rítmica marcando firme el paso del resto de músicos.
Lamentablemente Riley B. King se empeñó en
dinamitar lo que sus músicos habían comenzado
a construir. A pesar de su edad el octogenario músico
todavía toca con su legendaria maestría, pero
en el concierto de Peñíscola se dedicó
sobre todo a hablar. Su arma fueron unas presentaciones
muy extensas, que en más de una ocasión duraron
más que los propios temas a los que estaban prologando.
Una lástima. En el caso de intérpretes con
una edad tan avanzada, en muchas ocasiones con lo que uno
se encuentra es con un pálido reflejo de lo que el
artista de turno fue en sus buenos y lejanos tiempos. No
fue lo que ocurrió con B.B. King, aunque se echó
en falta que hablase menos y él o su banda (la otra
parte eclipsada) tocasen más.
Aun y todo dio tiempo para que volviese sobre algunos de
sus temas más famosos como los archiconocidos “Everyday
I Have The Blues”, “Rock Me Baby” o “Thrill
Is Gone”. También atacó temas tradicionales
como “You Are My Sunshine” (con el que se empeñó
–sin conseguirlo– poner a cantar a los 4000
espectadores que abarrotaban el recinto portuario a pesar
de insistir una y otra vez) o “When The Saints Go
Marchin’ In” con el que finalizó el espectáculo.
El público terminó satisfecho a pesar de que
B.B. King fue una versión reducida (más bien
en formato showcase que en formato concierto) de sí
mismo.
Al día siguiente la cantante René Marie conquistó
al público que abarrotaba la plaza de Santa María,
uno de los escenarios habituales de la cita de Peñíscola.
Tras impartir un seminario esa misma mañana, fue
el momento de pasar de la teoría a la práctica
sobre el escenario. Le acompañaron tres ayudantes
de lujo: Kevin Bales (piano), Kevin Hamilton (contrabajo)
y Quentin Baxter (batería), con quienes ha grabado
su último disco Voice Of My Beautiful Country.
La cantante sorprendió con las dos versiones elegidas
antes de dar un bis muy reclamado y bien merecido. La primera
fue “White Rabbit” del grupo psicodélico
de San Francisco Jefferson Airplane, a la que siguió
el “Angelitos Negros” que popularizó
en nuestro país Antonio Machín.
Fue la conclusión de un concierto en el que René
Marie no solo hizo gala de su magnífica voz, sino
que también mostró una gran complicidad con
sus tres compañeros y con el público. En él
alternó temas propios y standards, dejando espacio
para las intervenciones de sus compañeros, en especial
del pianista Kevin Bales. Buen concierto y una sorpresa
la de esta cantante, cuya calidad le hace merecedora de
un mayor reconocimiento.
Foto © 2011 Toni Porcar
El viernes 22 fue el turno de la cantante Cassandra Wilson
en el Palau de Congressos. Comandando un octeto en el que
le acompañaron Martin Sewell (guitarra), Gregoire
Maret (armónica), Lekan Babalola (percusión),
Reginald Veal (bajo y contrabajo), John Davis (batería)
y John Cowherd (piano) mostró una de sus versiones.
La de Peñíscola fue la de la cantante que
demostró su gran voz, que dejó mucho espacio
para sus músicos, pero que a pesar de sus calores
se mostró muy fría con ellos. Apenas fueron
tres las ocasiones en las que se animó a lanzarse
a improvisar. Durante el resto del concierto dejó
que sus músicos llevasen el peso de la actuación.
Entre ellos destacó sobremanera el armonicista Gregoire
Mairet, con tres solos soberbios. También sobresalieron
el guitarrista Martin Sewell y el percusionista Lekan Babalola,
deslumbrante en el único solo que pudo acometer.
Foto © 2011 Thabi Moyo
En cuanto al repertorio interpretado, la intro instrumental
del “Lay Lady Day” de Dylan mostró la
capacidad de la de Jackson (Mississippi) de adentrarse por
los terrenos del country y del blues.
Siguieron con “The Man I Love”, “Forty
Days & Forty Nights”, “Red Guitar”
y “Black Bird”, entre otros. El concierto terminó
con una versión de “St. James Infirmary”
que, junto al tema de Dylan (especialmente la introducción),
resultó ser lo mejor de la noche. Ello provocó
que el público reclamase un bis que la cantante tuvo
a bien conceder. El punto final para una velada en la que,
a tenor de lo escuchado en sus grabaciones, se pudo haber
disfrutado de otra Cassandra Wilson bien distinta, aunque
no fue la ocasión.