Hace algunos años, no era extraño encontrar en los festivales de jazz nombres de prestigio del blues como Taj Mahal, Koko Taylor, Robert Cray o Buddy Guy. Hoy en día, este género ha sido desplazado en los programas por otros estilos limítrofes (o no) con menor parentesco, pero sin duda más provechosos para las taquillas, quedando relevado o bien a los ciclos más especializados o a los conciertos de masas en casos tan puntuales como el de B.B. King. Es por esto que resultó ciertamente refrescante encontrar en el programa del Palau de Congressos, en esta octava edición, el nombre de Lucky Peterson, una referencia imprescindible para los amantes del blues y una garantía de espectáculo.
Comenzó su actuación con la única compañía en el escenario de un órgano Hammond, pero poco tardó el protagonista en desatar un huracán de blues sobre las butacas. Y es que, tras retornar a las raíces con su trabajo You Can Always Turn Around (Dreyfus Jazz, 2010), Peterson ha vuelto por sus fueros más eléctricos con Every Second A Fool Is Born (JSP, 2011), trabajo que fue la base de su actuación en Peñíscola junto al CD que en 2009 grabara junto a su mujer Tamara Peterson llamado Darling Forever, además de varios clásicos de su repertorio, como el magnífico “Smooth Sailing”, un original del pianista Marty Grebb que Peterson plasmó en uno de sus discos imprescindibles, Double Dealin' (Blue Thumb, 2001).
Después de hacer gala de su virtuosismo en el Hammond y el piano, el de Buffalo no tardó en colgarse la guitarra para hacer de las suyas, primero sentado en los escalones de acceso al escenario y recorriendo después – sin prisa – el patio de butacas, sentándose en unas cuantas y provocando desde ellas a los asistentes alternando su guitarra con su voz, desnuda de toda amplificación. Pero la sorpresa del respetable fue aún mayor cuando una voz femenina empezó a contestar a sus frases desde la misma platea. Tal fue la teatral entrada en escena de Tamara Peterson, quien recibió el testigo de su marido y pasó a ejercer de perfecto contrapeso, protagonizando cómicos intercambios de estrofas y entrelazando su espléndida voz, herencia del gospel, con la del protagonista, y se ganó de inmediato las simpatías del público a base de talento interpretativo, sensualidad y muchas, muchas tablas. A partir de este punto, la actuación se volvió una fiesta con la participación espontánea de los asistentes, que corearon estrofas con entusiasmo hasta que la pareja puso fin al concierto, ya entre insistentes peticiones de bis.
Regresó Lucky Peterson al escenario en solitario, esta vez armado con un slide, y arrancó una improvisación a la que, poco a poco, fueron añadiéndose sus acompañantes para terminar encadenando riff tras riff, con el público en pie jaleando cada una de sus intervenciones, incluidas una versión en blues del tema “Kiss” de Prince al estilo de Louisiana y otra de “Proud Mary” (también conocida como “Rolling On The River”) de John Fogerty en la que Tamara Peterson emuló, sin desmerecerla ni en voz ni en coreografía, a la mismísima Tina Turner.
Una noche para el recuerdo protagonizada por un Lucky Peterson que, pese al largo camino recorrido, – dio su primer concierto a los tres años y Willie Dixon lo acogió bajo sus alas a los cinco – sigue teniendo un dominio excepcional tanto del órgano Hammond como de la guitarra y destila un tremendo sentimiento en cualquier estilo del blues por el que decida transitar en cada momento, ya sea Chicago, Texas, Louisiana o cualquiera de las variaciones improvisadas que su mente pueda maquinar. Histriónico, sorprendente y gamberro… inolvidable.