La sexta jornada de la XIV edición del Festival Jazz San Javier trajo por primera vez a su hemiciclo al pianista y compositor catalán Jaume Vilaseca al frente de su consolidado grupo, el Jaume Vilaseca Quartet, que suma ya más de una década en activo y seis álbumes a sus espaldas. Este hecho, por sí solo novedoso, lo habría sido más de no ser porque llegaron acompañados de un invitado harto especial: el flamante músico hindú y maestro sitarista Ravi Chary, que ha colaborado en la grabación del último álbum del grupo, Mumbai . Juntos nos regalaron un concierto breve pero sumamente fluido, intenso y homogéneo, con ambos instrumentos armónicos muy bien empastados tanto en sus melodías al unísono como acompañándose en sus respectivos solos. Precisión a espuertas, alardes de contención y sensibilidad a flor de piel.
El Jaume Vilaseca Quartet hizo su aparición puntualmente, con la clara luz de la tarde encaramada aún sobre el escenario, para, en su formación habitual, comenzar el concierto con el tema que abre su último trabajo, “El nuevo mundo”, de claros aires mediterráneos. Desde sus primeros acordes tuve, paradójicamente, la sensación de retroceder más de treinta años atrás, cuando el jazz-fusion daba aún sus primeros pasos en nuestra península. Las composiciones de Jaume Vilaseca son genuinamente endémicas y armónica y melódicamente inteligibles, pues beben en gran medida de la tradición popular; de ahí la importancia y la riqueza que en ellas tienen las bases rítmicas, tengan éstas raíces flamencas, mediterráneas, árabes, latinas o brasileñas; pero fue en los amplios espacios para la improvisación, repartidos a partes iguales entre Vilaseca, Chary y Víctor de Diego, donde el jazz abrió sus puertas de par en par.
Tras la primera pieza, Vilaseca mostró su satisfacción por participar en esta edición del festival y presentó a Ravi Chary, cuya figura ancestral, ataviada de blanco inmaculado, surgió desde las oscuras bambalinas con sonriente tez bruñida y se aposentó sobre una tarima expresamente ubicada en el centro del escenario. Víctor de Diego se ausentó discretamente y Ramón Díaz salió desde detrás de la batería con su cajón flamenco para situarse en un lugar más destacado y alinearse visualmente con sus compañeros. Chary acometió con el sonido hipnótico y flotante de su sitar un tema cadencioso, “El hotel”, de efluvios más arábigos que hindúes y armonías y líneas melódicas diáfanas y concisas. A continuación interpretaron, por primera vez en formación de quinteto, “Camins i boires”, un tema de base rítmica y estructura armónica muy sencillas y más cercano al flamenco-jazz. La formación cambió de nuevo para tocar en trío (sitar, piano y cajón) un reposado y espacioso “Circles”, otra de las composiciones de su último álbum y a mi modo de ver una de las más interesantes; y seguidamente, de nuevo en cuarteto (Ravi Chary abandonó la escena y se les unió Dick Them), una de las primeras composiciones de Vilaseca para su grupo, “Habanera”, incluida en su segundo trabajo Aquí i allà (2002), y el alegre “Laberintos”, de inspiración esencialmente brasileña.
Con un escueto “Vamos despidiendo…, ha sido un placer tocar aquí”, Jaume Vilaseca anunció de nuevo a Ravi Chary para, otra vez en quinteto, lanzarse con “Cañitas”, un fresco tema de resonancias flamencas. Tras un virtuoso preludio a manos de Vilaseca, Chary, que también es percusionista, ejecutó con la voz una sucesión de rosarios rítmicos o ragas (patrones de percusión característicos de la India) y Ramón Díaz le replicó con un solo de batería, tan decidido y enérgico que se le rompió una baqueta y sus astillas salieron disparadas por los aires. Finalmente, el público les reclamó un bis y tocaron “Pirata”, sin duda el tema más diferente de la noche en cuanto a líneas melódicas, armónicas y rítmicas, más cercanas al jazz-funk y al smooth-jazz .
En definitiva, un concierto redondo, equilibrado, radiante, lleno de transparencias y “fragancias de flor de loto y romero”, según la feliz definición de mi paisano y amigo periodista Andrés Garrido. Y ya solo me resta destacar que si en la pasada edición la, llamémosla así, parcela de fusión étnica de índole mística o espiritual –una de mis preferidas y en la que, francamente, creo que Jazz San Javier debiera ahondar aún más– la ocuparon el laúd portentoso y la voz sobrehumana del tunecino Dafher Youssef, este año ha estado venturosamente reservada para el sitar afectuoso y envolvente del maestro hindú Ravi Chary, nuevamente un acierto y un ejemplo más de los infinitos derroteros por los que puede (y debe) adentrarse esta música bienhechora que llamamos jazz. Tampoco puedo dejar de subrayar que esta XIV edición ha dado cabida nada menos que a cinco grupos de jazz nacionales: Biel Ballester Trío, Sergio Monroy Sexteto, Raynald Colom Sexteto, Albert Bover Trío y Jaume Vilaseca Quartet, lo cual da fe del altísimo nivel de nuestros músicos, de la relevancia cultural que tiene el jazz en nuestro país y, lo que es más importante, del caldo de cultivo que a lo largo de los años esta música universal ha venido generando entre los más jóvenes.
Salud y larga vida al Jazz.