Las “impronits” que organiza mensualmente la asociación Gràcia Territori Sonor comenzaron su andadura en el otoño de 2008. Así pues, con este concierto se iniciaba su cuarto curso. Los dos primeros años se configuraban de la siguiente manera: el trío Aixònoéspànic (Nubla, Guitart y Samsó) invitaba en cada sesión a un músico o músicos distintos a improvisar con ellos. Desde el pasado LEM, octubre de 2010, se reconfiguraron adoptando otra forma: el trío dejaba de estar, y se trataba de juntar a varios músicos (dos, tres, según el caso) para que realizaran una velada de improvisación libre.
Y en esa selección de los músicos, en los agrupamientos que se hacen, radica buena parte del encanto, y también del riesgo, de las “impronits”. Con frecuencia se trata de selecciones no exentas de cierta “maldad”, y entendamos a esta como una travesura, pues uno de los criterios que parecen estar detrás de las mismas es el de juntar a gente de procedencias dispersas, y a veces muy alejadas entre sí (al menos a priori). De ese modo, el espacio de la improvisación no estará de entrada tan condicionado por género o estilo alguno. Como hemos dicho, en líneas generales esto está bien, aunque conlleva sus riesgos.
El concierto de la otra noche fue una buena demostración de esto que decimos. La arpista Berta Puigdemasa, en la que se adivinaba un bagaje en la improvisación libre y la música contemporánea; el saxofonista John Williams, perfectamente enmarcado dentro de la tradición del free jazz; y el incatalogable percusionista Xavier Tàsies, un veterano que se ha bregado en toda clase de experiencias, desde el rock de garaje hasta la salsa, pero siempre con un sello distintivo y una maleta llena de cachivaches. Y no perdieron las características de sus respectivos orígenes en ninguna de las dos partes de media hora que realizaron juntos. Hubo momentos en los que esas distancias se conciliaban, y otros en los que luchaban por conciliarse. La relación entre los músicos fue creándose a medida que transcurría la velada. En la primera parte parecía que no encontraban un punto común, por más que Williams y Tàsies estuvieran muy pendientes el uno del otro. El saxofonista se contagió en algunos momentos de la comicidad que siempre enarbola Tàsies. Y cuando tomaba el trombón, esto aún se notaba más. Tàsies, con sus percusiones, pitos y reclamos de lo más variado, daba el color y esa vis cómica. Mientras que Puigdemasa estuvo aislada (algo severa, también) durante un buen período de esa primera parte. No obstante, antes de concluir ese primer pase, el trío se encontró en un par de momentos rítmicos y en algún que otro pasaje más exploratorio. De alguna manera, estos fragmentos crearon la dinámica de toda la segunda parte, con alternancias entre momentos de ritmos marcados y momentos más “libres” y especulativos. Las conjunciones en buena medida fueron favorecidas por Williams, que tal vez fue el que estuvo más atento a sus partenaires , buscando con su toque puntos de encuentro o asideros. Quizá eché en falta algunas partes individuales, o bien algún dúo, pues eso habría contribuido a enriquecer el conjunto. Por ejemplo, alguien comentó que hubiera estado bien escuchar mejor el arpa, pues muchos de los efectos que conseguía Puigdemasa percutiendo la caja y la tabla armónica, o bien aplicando diversos objetos sobre las cuerdas se perdían.
Pero, en definitiva, el concierto fue creciendo, ofreció algunos momentos a recordar y, eso sí, estuvo repleto de sonoridades y colores de lo más estimulantes.