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TANJAZZ 2011

  • Fecha: 22 al 24 de septiembre de 2011.
  • Lugar: Tanger (Marruecos).
  • Comentario:

    Doce años han pasado ya desde que Philippe Lorin pusiera en marcha la primera edición del Festival de Jazz de Tánger, Tanjazz para los amigos. El miércoles 21 de septiembre arrancó la edición de 2011 en la que la crisis no parece haber hecho mella, con una programación repleta de nombres a descubrir, así como de figuras consagradas como Roy Hargrove o Roberta Gambarini, en un apetitoso menú surtido de formaciones musicales llegadas de Francia, Alemania, el norte de Europa o los Estados Unidos, ofreciendo una agradable variedad estilística que abarca desde el jazz de Nueva Orleans hasta la fusión con las Músicas del Mundo, pasando por el blues, los estilos bailables del swing y las sonoridades previas al rock & roll, con especial predilección en esta ocasión por la música vocal.

    JUEVES, 22 DE SEPTIEMBRE


    La noche del jueves, el escenario BMCI, situado en el recinto exterior del Palacio de las Instituciones Italianas, dio la bienvenida a los asistentes con el agradable abrazo del jazz manouche, de la mano de Les Pommes De Ma Douche. Estos cinco músicos de Blois pronto hicieron notar su delicioso sonido, su repertorio cuidado al detalle y su devoción por Django Reinhardt y el swing gitano. Sonaron temas como “Sixteen Men Swinging”, de su trabajo Five Men Swinging dedicado a la música de big band. Tampoco faltaron standards como “Four Brothers”, de Jimmy Giuffre (presentado en castellano como “Cuatro Hermanos”) o el inevitable “Minor Swing” de Django, amén de temas de sus primeros trabajos como una sonriente revisión de “Fleur Bleue” de Charles Trénet. Una formación tan compacta como asentada, donde brillaron sobre todo el virtuosismo de David Rivière al acordeón, la habilidad melódica y el discurso cristalino de Dominique Rouquier, y el violinista Laurent Zeller, quien se reveló deudor de Stèphane Grappelli con su delicado fraseo y unos armónicos arrancados al violín que no dejaron lugar a dudas. Una excelente forma de comenzar una noche repleta de sorpresas.

    Pocos minutos después, ya en el interior del palacio, los amantes del blues tenían motivos para disfrutar de lo lindo de la mano del grupo de Jeff Zima, guitarrista afincado en Francia desde hace más de dos décadas. Su endiablada técnica con el slide combinada con un repertorio que abarca desde sonidos del delta del Mississippi, al ragtime y el boogie acelerado, hicieron las delicias de quienes en aquel momento pasaban por el Tanjazz Café.


    Mientras tanto, en el escenario Renault Palace, que este año cambió su distribución para facilitar el acercamiento del público al escenario, nos aguardaba uno de los descubrimientos de esta edición: Mélanie de Biasio. Arrodillada en el suelo, era la suya una voz profunda, que te atrapaba, te envolvía y te arrastraba a las profundidades más oscuras del alma. Su canto, la tristeza desnuda, el vacío, la desesperanza insondable. Se miró en el blues, en Nina Simone y en Billie Holiday para interpretar a su manera el desamor, la soledad, la melancolía. Sus únicos acompañantes, el piano de Pascal Mohy y el contrabajo de Sam Gerstmans, realizaron una magnífica labor sustentando y envolviendo la voz sin que en ningún momento se echara de menos percusión alguna, con una percepción cristalina de la faceta rítmica. Mohy, con su fraseo nítido y un espléndido sonido al piano, jugó con algunas disonancias en sus intervenciones, improvisando dentro y fuera, construyendo melodías que recogían la magia de la voz, mientras Gertsmans se convertía en el corazón cuyo pulso insuflaba vida al trío. Entre los temas interpretados, “Summertime” de Gershwin, “Speaking Of Happiness” de Gloria Lynne  y “Afro Blue” de Mongo Santamaría, montado sobre un riff de contrabajo en ritmo ternario, así como los originales “Let me love you” y “Down”, estos últimos de su recomendable disco de debut A Stomach Is Burning. Una interpretación para el recuerdo que nos llevó suavemente más allá de la medianoche.


    Cuando ya dábamos por finalizada la jornada, captó nuestra atención la algarabía que salía del Tanjazz Café. Y es que las sorpresas no habían acabado para los aficionados al blues, porque en aquel momento estaba en su apogeo la actuación del multiinstrumentista Ben Prestage. Vista su actuación, el término “hombre-orquesta” adquirió una nueva dimensión. El “diddley bow”, su instrumento más llamativo, es de fabricación casera a partir de una caja de puros, y dispone dos mástiles sin trastes, uno con una cuerda de bajo y otro con una de guitarra. Sobre el suelo, un peculiar montaje de percusión, perfeccionado por el protagonista durante su etapa como músico callejero en Memphis –lo utilizaba para llamar la atención de los viandantes y que éstos cruzaran de acera para bailar con su música-, que le permite tocar la batería con los pies. Con la ayuda de la voz y el slide, el resultado final fue toda una experiencia para los asistentes (incluida la humorística presentación de “los miembros del grupo”), un espectáculo que levantó gritos espontáneos entre el público gracias a la intensidad de su interpretación y ese sonido pantanoso (no en vano, el protagonista nació y creció muy próximo a los Everglades) que recorre el sur más profundo con sus excelentes composiciones originales –algunas a ritmos frenéticos- y algunos clásicos de Muddy Waters o Charlie Patton.

    VIERNES, 23 DE SEPTIEMBRE



    Con un lleno más que respetable en el escenario al aire libre BMCI, comenzó la noche del viernes con uno de los platos fuertes de esta edición de Tanjazz: la actuación del quinteto acústico de Roy Hargrove. El tejano desembarcó en Tánger acompañado de los mismos músicos –miembros también de su big band - con los que el pasado Marzo hizo las delicias de los aficionados en Santiago de Compostela y Madrid, así como con un planteamiento similar en su actuación.

    Abrió con el críptico original “Camaraderie”, un tema que presenta múltiples movimientos, muy abierto a la improvisación, la cual se ejerció con generosidad, en ocasiones recurriendo a la disonancia, sobre todo por parte del piano de Sullivan Fortner, para muchos, el descubrimiento de la noche. Enlazado al primero, siguió el swing de “Left Side”, de su trabajo Of Kindred Souls de 1993, en el que el protagonista entregó un espléndido solo haciendo gala de su talento para la melodía. Siguieron “Is That So” de Duke Pearson y “After The Morning”, en recuerdo al desparecido pianista John Hicks. El quinteto revisó “Antigua” de Jobim antes de que Hargrove cogiera el fliscorno y deleitara a los asistentes con “Divine”, deliciosa balada de su disco Earfood, a la que siguieron otros dos lentos, “Under The Velvet Moon” y “When We Were One” de Johnny Griffin, piezas en las que el protagonista derrochó sensibilidad en sus intervenciones. Tras los momentos de relax la banda atacó con decisión “The Song Was”, un tema a tempo vertiginoso donde el saxo alto de Justin Robinson despachó un tremendo solo gracias a su técnica de respiración al que dio la réplica su jefe de filas empleando la sordina. Tras la tormenta de notas, los músicos enfilaron la recta final con el festivo “Strasbourg – St. Denis”, en el que los dos vientos desplazaron la melodía para generar una sensación de eco antes de dejar solo a Sullivan Fortner, quien transformó el motivo principal y una mano izquierda percusiva y funky en un ejercicio armónico de fantasía para caer de nuevo a la melodía. El grupo cerró su intervención presentando a sus miembros en medio de una improvisación sobre “Rhythm-A-Ning” plagada de citas a otros standards. Tras la insistente petición de bises, el quinteto reapareció para despedirse con el optimista riff de “Soulful”, que puso final a la fiesta con Hargrove tocando su solo entre el público de las gradas antes de retirarse del escenario uno por uno los miembros del grupo, poniendo la coda el contrabajo de Ameen Saleem entre los aplausos del repetable.

    El quinteto de Hargrove dejo el listón muy alto en Tanjazz, con una de las actuaciones más memorables de esta edición con un concepto jazzístico flexible y equilibrado, preciso en las partes escritas y con amplios espacios para la improvisación, con una base rítmica excepcional cuyo dominio de la técnica le permite ser muy sólida a la vez que conversa sin cesar en un continuo ejercicio de llamada y respuesta. Con semejante colchón, los vientos pudieron brillar en solitario a la vez que participaban del cruce de insinuaciones musicales con sus compañeros. El resultado, una actuación para el recuerdo.



    Aún subidos en la nube, los asistentes se dispersaron por las concurridos pasillos del palacio, donde las múltiples actuaciones tentaban a los aficionados, desde la energía de The Jive Aces, que llenaban el Tanjazz Club con su espectáculo desenfadado a base de swing y ritmos bailables de la década de los '40 linderos con el rock & roll hasta Les Pommes De Ma Douche, que invitaban de nuevo a disfrutar de una madrugada de jazz manouche en el ambiente acogedor del Tanjazz Café.

    SÁBADO, 24 de SEPTIEMBRE



    La noche del sábado arrancó con buenas vibraciones. La responsable: Lillian Boutté y su banda The Gigolos. La veterana vocalista de Nueva Orleans se presentó como una abanderada de su ciudad natal que atrajo de inmediato los buenos sentimientos de los asistentes hacia la población ribereña, y convirtió su intervención en un emocionado alegato por su recuperación tras los estragos del Katrina, tornando en un improvisado Mardi Gras el tablado instalado al pie del escenario a lo largo de su actuación.

    Abrió el repertorio “Barefootin'”, de Robert Parker, para seguir con “No One” de John Adams. No faltaron composiciones de su mentor, el pianista Allen Toussaint, así como un tema de Randy Newman con Nueva Orleans como telón de fondo. Entre los sonidos del blues y el gospel, también sonaron standards como “Bye Bye Blackbird” o “Baby I Don't Cry Over You” de Billie Holiday, éste último adornado con un solo de piano de Jean-Marc Montaut al más puro estilo boogie-woogie. Pasado el ecuador del concierto, la banda interpretó una cómica versión de “Gee Baby Ain't I Good To You” en el que Boutté flirteó con el contrabajista y el saxo tenor. Continuó con “On Revival Day” de Andy Razaf, antes de finalizar con un edulcorado “What A Wonderful World” de Louis Armstrong, que el público coreó generosamente desde la grada, antes de pedir insistentemente los bises de rigor. Boutté y su banda volvieron al escenario para redondear la noche con “C'est Si Bon” y poner el broche a la fiesta, con el público bailando frente al escenario, con “Proud Mary”.

    Un concierto que los músicos disfrutaron tanto como el público, con un repertorio bien ensamblado en el que la sección de metales daba la réplica con buen humor a una jefa de filas que, pese a sus 62 años, se encuentra sobrada de energía y tablas –en ocasiones, recordaba a Koko Taylor-, con una personalidad arrolladora en escena que conectó desde el primer instante con los asistentes y los llevó en volandas a un emocionante viaje por las músicas de Nueva Orleans.

    Poco después de la primera actuación de la noche, la gente ya se reunía en la entrada del palacio para empezar con el habitual periplo por las distintas salas. Consultada la programación, la cita ineludible de la noche tendría lugar en el recinto Renault Palace con Roberta Gambarini.




    En esta ocasión la vocalista de Turín venía acompañada por los músicos que acompañaron a Roy Hargrove, intérpretes también de la big band del trompetista con los que ha colaborado Gambarini en diversas ocasiones, pero poco antes de la actuación cundió el rumor de que la protagonista no podría presentarse debido a un inesperado problema de salud. Aún sin confirmarse los comentarios y entre la inquietud del público, que empezaba a impacientarse por el retraso, subió al escenario el cuarteto acompañante y un miembro de la organización comunicó al público la posibilidad de que la cantante no pudiera asistir. En cualquier caso, el cuarteto abordó un repertorio de standards, y tras tres temas de swing y una balada, Roberta Gambarini subió al escenario entre los aplausos del público, algo pálida, pero con su voz intacta.

    Arrancó su intervención, como en ocasiones anteriores, interpretando “Stardust” sólo con su voz y, ya arropada por el cuarteto, siguió exponiendo el repertorio de sus tres trabajos discográficos. Sonó el swing acelerado de “Day In Day Out”, y después “No More Blues”, donde el scat de Gambarini y el saxo alto de Justin Robinson protagonizaron un brillante duelo de talentos. Siguieron “On The Sunny Side Of The Street” y “When Lights Are Low”, antes de que la banda atacara el ritmo latino de “La Puerta”, una versión acelerada del bolero de Luis Demetrio que la big band de Roy Hargrove grabó en su último trabajo Emergence, en el que colabora Gambarini cantando su letra en castellano. El cierre lo puso la intensidad emotiva que la vocalista destila cada vez que aborda “Estate”, combinación irrepetible del texto de Bruno Martino y la voz doliente e inmensa de Roberta Gambarini.

    Una noche difícil para el cuarteto, que asumió con valentía y entrega la responsabilidad de satisfacer al público cuando aún se desconocía si la vocalista podría asistir y la respaldó con maestría en todo momento durante su intervención, y aún más para la protagonista, que no sólo tuvo que sobreponerse a su indisposición, sino también al ruido excesivo de las conversaciones  proveniente de las barras, actitud que fue afeada por los asistentes al concierto. Aún así, Gambarini y sus acompañantes protagonizaron un espectáculo sólido y pulcro, con intensa comunicación de combo y grandes aportaciones individuales que el público tangerino supo agradecer.

    Ya entrada la madrugada, inmersos en el volumen ensordecedor de la música de baile que salía de las barras, los técnicos se afanaban preparando el escenario para el fin de fiesta con el grupo Terrakota, y mientras esta banda ofrecía su fusión de culturas rodeados de instrumentos como el sitar, el oud árabe o la kora, sazonadas sus letras de consignas que agitaban las conciencias, el cuerpo pedía ya su merecido descanso y la mente se despedía de Tanjazz hasta la próxima ocasión.
    Texto y fotos © 2011 Sergio Cabanillas