El Espai cultural Caja Madrid, situado en la céntrica plaza de Catalunya de Barcelona, lleva ya unos años planteando programaciones variadas, especializadas y con el ánimo de aglutinar dentro del campo de las nuevas músicas el mayor arco de aficionados posible.
Este primer festival “Play”, que esperamos tenga continuidad, es un perfecto botón de muestra de lo que decimos. Comisariado por el cineasta y programador de cine experimental Andy Davies (que durante muchos años ha sido el responsable de la selección de audiovisuales del festival Sònar), ha planteado en solo tres días tres propuestas arriesgadas y estimulantes. La idea era invitar en cada una de las tres sesiones a un cineasta experimental que proyectaría su trabajo al tiempo que otros tantos músicos le acompañarían desarrollando la banda sonora en directo y de forma totalmente improvisada. El primer día lo abrió el cineasta inglés Greg Pope junto al músico electrónico barcelonés Roc Jiménez de Cisneros (el hombre tras ALKU). El segundo día, un dúo formado ex profeso para el ciclo y compuesto por el mexicano Juan Felipe Waller y el saxofonista neozelandés Hayden Chisholm hicieron lo propio con las películas de la estadounidense Martha Colburn. El festival se cerró con una tercera jornada en la que los invitados fueron el cineasta Paul Clipson y el trompetista norteamericano afincado en Barcelona Mark Cunningham. Hay que decir que todas las proyecciones, todos los trabajos que se presentaron estaban realizados a partir de proyecciones en Súper 8. Se trata de un formato este de combinar live projections de cine experimental con música improvisada que es muy habitual en lugares como Inglaterra, Holanda o EE. UU., y que aquí no ha tenido demasiada tradición, así que esperemos que este “Play” siga y, si es posible, se amplíe de cara a una segunda edición.
Sólo pudimos asistir a la segunda jornada, la de Martha Colburn + Hayden Chisholm y Juan Felipe Waller. Durante el primer tercio de la velada, se proyectaron unos films sonoros de Colburn, mientras ambos músicos iban viendo las imágenes y penetrando en el particular mundo visual de esta cineasta. Colburn trabaja básicamente con animación. Sus películas, en las que echa mano de todo tipo de técnicas (dibujo, archivo, coloración y dibujo sobre el fotograma…), tienen una concepción veloz y en forma de collage. El contenido es igualmente reconocible: el descubrimiento de América, la historia de la formación de algunos de los iconos fundamentales de los Estados Unidos, una inclinación por México como reverso no reprimido de su propio país, y constantes referencias a una sexualidad entendida como juego, alucinación, exuberancia, pero también como productora de tópicos a desarmar. Los films exhibían una cierta estética de corta y pega muy violenta, tipo la vieja revista Re-Search o las portadas de los primeros discos de Chrome. Esa primera parte fue suficiente para situar su mundo en la sala (hay que decir que algunas de las músicas eran de gente como Jad Fair y Jason Willett, de Half Japanese).
Concluida esa primera toma de contacto, Juan Felipe Waller y Hayden Chisholm se situaron frente a sus instrumentos (electrónica y saxo alto, respectivamente) e iniciaron sus desarrollos, primero de todo con el film Myth Labs . Quizá este fue el que ofreció un resultado más flojo de los cuatro que hicieron. Se trataba de un film acabado, con una banda sonora ya hecha pero que se silenció para que Chisholm y Waller improvisaran la suya, y que quizá por ser su primera intervención no quedó muy cuajada. A continuación hicieron Virgin in Mexico de un modo completamente distinto. No se trataba de una proyección sino de una especie de imágenes fijas que avanzaban muy lenta y horizontalmente, usando un proyector de diapositivas y consiguiendo un efecto como de linterna mágica. Sobre cada una de las imágenes, que permanecían mucho más tiempo en la pantalla, la propia cineasta y una ayudante fueron ejerciendo una especie de live animations con distintas técnicas, desde la aplicación directa sobre la imagen de colores o dibujos mediante pinceles hasta efectos de sombras chinescas. El resultado era como un gran diorama que avanzaba mucho más lentamente que los films anteriores pero que seguía incidiendo en esa particular «american wild story» de Colburn. Esta especie de distensión o de ralentización de los motivos permitió a Chisholm y Waller crear algo con más intención y comodidad.
Para la tercera pieza, The History of Mexuality , se volvió a la forma de Myth Labs , es decir, un film ya compuesto y acabado que se desproveía para la ocasión de su banda sonora. Waller y Chisholm, ya más rodados, siguieron abundando en la manera que habían estado llevando a cabo las cosas hasta el momento: electrónica ni demasiado rítmica ni demasiado ambiental, y Chisholm echando mano de sus muchos recursos interpretativos, desde técnicas de respiración hasta largos arabescos melódicos son aspecto de imposible tapiz. La cuarta y última pieza fue la mejor. Colburn se situó entre dos proyectores y comenzó a trabajar sobre ambos como si fuera una improvisadora más: usando uno o los dos, aplicando lentes (de color, calidoscópicas, deformantes) frente al objetivo, o desplazando por la sala uno de los proyectores, en una especie de ejercicio de “cine expandido” gestual y crudo. Como ya había ocurrido con Virgin in Mexico , los músicos parecieron sentirse mucho más cómodos con lo inesperado de estos planteamientos que con los films ya acabados. En ambos casos sí actuaron como un verdadero trío.
Querría hacer un último apunte sobre la combinación de cineasta y músicos elegida para este segundo día. No conocía el trabajo de Waller pero al ser electrónica podía amoldarse con cierta facilidad a lo proyectado (en forma y contenido). Pero, he de decir que tal vez Chisholm no era el más adecuado para los films de Colburn. Básicamente porque el mundo del neozelandés, basado en grandes soles que aparecen, me parecía que estaba en las antípodas de ese gran “fundido a negro” que es la obra de Colburn. (Según tengo entendido, el que debía acompañar en un principio a Waller era el trombonista inglés Hilary Jeffery, compañero de Chisholm en Zeitkratzer, y él mismo sería el que recomendó al saxofonista. Pienso, en cambio, que el sonido y las maneras del trombonista hubieran sido más apropiadas para lo visto).