En su concierto en Bilbao había una sustitución (el baterista era el gran Clarence Penn, colaborador asiduo de Caine) y una ineludible letra pequeña, en lo musical, escrita con letra grande en los carteles: la presencia de la cantante Barbara Walker. El grupo y la cantante llevan un tiempo girando juntos en un formato más fácil de vender a los promotores que el combativo Bedrock a pelo o la cuasi ignota Walker por su cuenta. Algún que otro testimonio en youtube anticipaba lo que se nos venía encima pero, con Uri Caine tras el teclado, las expectativas se mantenían inevitablemente altas.
Y no nos decepcionó, no. Al menos durante un rato. El trío apareció en escena acometiendo una entrada espectacular, con media hora de música intensa, repleta de destellos de genialidad, improvisación sapiente e interacción sobrenatural. El tiempo iba y venía en manos de los tres malabaristas que iban juntos o separados, pero siempre compactos y elocuentes. La ausencia de Danziger se notó, porque Penn es un instrumentista diferente, pero no en cuanto a calidad o empatía. Entre libertad y groove emergió un glorioso “Blackbird” de Paul McCartney (inmortalizado en el imprescindible White Album de los Beatles ) en una versión en la que se vio deconstruido hasta la extenuación. Y hasta ahí.
Pasada esa media hora Caine presentó a la verdadera estrella de la noche (así estaba planteado el show ), una sobreactuada Barbara Walker que hizo una OPA hostil al escenario en un abrir y cerrar de ojos. Se acabó el concierto de Bedrock , simple y llanamente. Me explico: una cosa es una colaboración, unir estilos para crear algo común, y otra pasar de un concierto a otro completamente diferente. A partir de la salida de Walker, el trío actuó como comparsa de la cantante, en un papel estrangulado por las circunstancias que sólo les dejó la posibilidad de hacer ínfimas escapadas en los pocos huecos que quedaban.
Walker canta bien, muy bien, pero no tiene absolutamente nada más que ofrecer más allá de eso. Una buena voz, como cualquier buena cantante; personalidad, cero. Verle actuar junto a Bedrock era como poner el motor de un coche de carreras a un “seiscientos”. Incapaz de mantener el tipo, el concierto se caló y ya no pudo arrancar más. Como un entertainer de bajo coste, Walker explotó todos los tópicos, a cual más vulgar y manido, del rhythm & blues de prima donna .
Dos conciertos en Bilbao, a fin de cuentas. El telón de Bedrock , excepcional. El de Barbara Walker y su banda, correcto; incluso muy bien, si hubiese estado enmarcado en una plaza pública dentro de la programación de unas fiestas populares. Pero el choque musical entre uno y otro fue demoledor. Y, aunque la gran mayoría del público disfrutó con los exabruptos bluesy de Walker, muchos fuimos incapaces de cambiar de tercio de forma tan brusca.