Componentes:
Paulo Chagas: oboe, requinto, flautas travesera y de émbolo.
Paulo Curado: saxos alto y soprano, flauta travesera.
João Pedro Viegas: clarinete y clarinete bajo.
Comentario:
Este revuelto Wind Trio nos ofreció un set de música improvisada organizada a partir de piezas cortas, con una evolución general que fue de un arranque tímido, instalado en lo especulativo, a la soltura que a medida que avanzaba la sesión iba apoderándose de los tres sopladores, y eso a pesar de la reticencia a aplaudir que en todo momento mostró el público (buena política esta, ya que así el músico no se ‘conforma' con la ‘línea' que ve agrada al público –fácilmente detectable según la intensidad de las palmadas– y se ve obligado a apuntar, un tanto a tientas, hacia varios recorridos posibles). Los lusos resistieron el embate.
El Wind Trio es una buena muestra de la pequeña pero fecunda escena improvisadora portuguesa, que cuenta además con algunos soportes y puntos de sujeción que son los que han permitido su continuidad. Uno de estos es la asociación cultural Granular, de la cual surge este proyecto, que se dedica principalmente a fomentar y proyectar propuestas que de otro modo tal vez no tendrían la necesaria visibilidad. Cabe apuntar que aquí, en este país, haríamos bien en tomar buena nota de lo que ocurre en casa del vecino.
Pero vayamos al concierto. Lo primero que hay que apuntar de su actuación fue que conforme iban asentándose en la escena se ponía de manifiesto la veteranía y las batallas que Chagas, Curado y Viegas acarrean. Añadamos a esto el tiempo que hace que estos tres músicos se conocen y tocan juntos en una u otra formación. Eso es un plus en la música improvisada, aunque no tiene porque ser una garantía absoluta. No obstante, en este caso, y habida cuenta del modo en que plantean la improvisación, podríamos decir que sí lo es. Su planteamiento se caracteriza por trabajar con desarrollos breves, con motivos que rápidamente se perfilan para ser finiquitados, y por el recurso al humor, no tanto con la finalidad de divertir como de crear un espacio común de entendimiento (en este sentido hay que mencionar su juego con los timbres o la yuxtaposición de técnicas distintas). Además, hay que subrayar el hecho de que estos tres músicos, a pesar de pertenecer a una escena más o menos definida, guardan muchas diferencias de estilo, de toque, etc., entre ellos, lo que de antemano les otorga una estimable pluralidad sonora y musical.
Chagas, situado a la izquierda, fue el que más echó mano de técnicas extendidas (flauta travesera sin boquilla, pequeñas flautas, ejercicios de respiración y vocalizaciones) y, al mismo tiempo, del que partieron la mayor parte de las consignas a seguir. También fue, de los tres, el que mostró el humor más abiertamente. Viegas, en el centro, era como el pivote. Sobre todo cuando usaba el clarinete bajo, empleándolo en ocasiones como una suerte de columna rítmica. Su humor fue más austero, más lacónico. Y, finalmente, Curado estuvo, o eso pareció, algo pasivo, a remolque de las ideas que le iban llegando desde su derecha. No obstante, hizo gala de su buena escucha, y algunas de sus intervenciones, más ligadas, más dentro del toque normal, fueron muy melodiosas, de un extraño lirismo. Tal vez fue el más musical de los tres, al menos esa tarde. Aunque, seguramente, estamos ante una formación con el recurso de intercambiar o modificar roles con relativa facilidad.
A media velada, el trío nos había embargado con su peculiar cinema de animação , pero no como el de Disney o el de los dibujos animados al uso, sino como el de los viejos cortometrajes abstractos de Eggeling, Richter o Ruttmann, en los que las formas y diseños se suceden con una pauta determinada hasta que, de repente, se interrumpen para dar paso a otro motivo (que con frecuencia es el motivo que parecía más débil, más discreto, el motivo por el que nunca hubiéramos apostado). Lo sorprendente siempre será gratificante. Al final, gran aplauso.
Texto: © 2012 Jack Torrance
Fotografía:
© 2012 Joan Teixidor