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GERARDO NÚÑEZ
XXI Festival de Jazz de Madrid
- Fecha: 20 octubre 2004
- Lugar: Centro Cultural de la Villa (Madrid).
- Hora: 21:00
- Asistencia: Menos de media entrada.
- Componentes:
Gerardo Núñez (guitarra flamenca)
Pablo Martín (contrabajo)
Ángel Sánchez “Cepillo” (cajón, percusión)
Carmen Cortés (baile, palmas)
Rafael de Utrera (cante, palmas)Mariano Díaz (piano)
Marc Miralta (batería)
Perico Sambeat (saxos alto y soprano)
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Comentario: Demasiado espacio libre en los asientos del Centro Cultural de la Villa, pocos presentes, muchos ausentes. Ellos se lo pierden. El espectáculo que montó anoche el grupo de Gerardo Núñez, mitad flamenco, mitad jazz, aunó belleza, elegancia y calidad, y los que allí nos congregamos disfrutamos como enanos, aplaudiendo a rabiar las evoluciones de cada uno de los músicos.
Núñez apareció sobre el escenario bajo una total oscuridad, arrancando el concierto a guitarra sola con los vertiginosos trémolos de Yerma. Pablo Martín y Cepillo aparecieron a continuación, empalmando esa primera intervención con una bulería en la que los tres músicos demostraron un alto nivel de entendimiento que quedaría patente en todas las fases del espectáculo. La presencia del contrabajo llevaba el flamenco de Gerardo a una nueva dimensión, y esa característica se hizo aún más evidente en Templo del Lucero, al aparecer el resto de miembros del grupo. Eso sería tras una introducción que sirvió para presentar a los otros dos flamencos: Carmen Cortés, que se llevó las ovaciones más reconocidas por su baile sentido y desgarrado, y Rafael de Utrera, con su cante rasgado y con intención. Empezaron a fluir los primeros solos en sentido jazzístico: Perico Sambeat al soprano, un genial Mariano Díaz que demostró clase, estilo y elegancia, erigiéndose en el mejor improvisador de la velada, y un Pablo Martín muy inspirado. La presencia de todo el conjunto también levantó las alarmas sobre las deficiencias de sonido. Desde la grada se percibían los instrumentos de percusión muy por encima del resto. Los saxos de Perico y el piano de Mariano Díaz apenas se escuchaban, y el conjunto sonaba grave y estridente a la vez. Ese mal sonido no empañó, no obstante, el buen hacer de los músicos. Gerardo disfrutaba inmerso en el flujo de los temas, Marc Miralta estuvo serio y comedido, empastando perfectamente con el brillante cajón de Cepillo. En Calima (precedida por un bonito diálogo entre piano y guitarra) Perico Sambeat cambió el soprano por el alto, ofreciéndonos uno de sus habituales solos académicos, muy estructurado. Las improvisaciones del líder se basaban en rápidos arpegios y trémolos, más enfocados a recrearse en la armonía de los temas que en ofrecer una improvisación melódica. El jerezano supo economizar su tiempo de solos, dejando espacio para todo el mundo. En ese momento se sucedieron las entradas y salidas de músicos. Tras una composición de Perico y otra pieza a trío, el vitoriano Martín y Cepillo crearon uno de los grandes momentos de la noche, al afrontar improvisaciones sin acompañamiento en sus respectivos instrumentos y, posteriormente, solear juntos sobre el contrabajo. Pablo tocando las cuerdas en pizzicato, Cepillo golpeando percusivamente el instrumento. Virtuosismo y alegría, y también una pizca de humor.
La parte final del evento ofreció dos de los temas más flamencos, con lucimiento para Rafael de Utrera y Carmen Cortés. Esta última, con cambio de traje incluído, dejó un número largo y sentido, ilustrando la música con sus movimientos y arrancando los aplausos más sinceros de toda la noche. Para acabar, De aquí p’allá, el tema que abría el disco Cruce de Caminos (y que rebautizó como La Habana a oscuras en su reciente Andando el Tiempo), donde Núñez incorporaba de forma exitosa elementos del jazz en su arte flamenco, y donde ya colaboraban Sambeat y Miralta. Improvisaciones entre las que destacar el sutil solo de piano del argentino Mariano Díaz y el cierre del tema a cargo de Marc Miralta. Y el merecido bis, todo un acierto: un fin de fiesta por bulerías donde Gerardo Núñez acercó a toda la banda al borde del escenario y, sin micrófono, acompañó a la guitarra los pasitos de baile de todos los miembros del grupo. Fue divertidísimo ver a Pablo Martín o a Mariano Díaz intentando bailar flamenco, hubo buen cante del de Utrera y el grupo se llevó su música a otra parte, a los camerinos.
Agradable noche, caras de satisfacción entre el público y un lamento, el de que proyectos nacionales, con tanta calidad y personalidad, no sean más conocidos y no fomenten una mayor asistencia de público.
Arturo Mora Rioja
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