Comentario:
Baldo Martínez lidera un quinteto que en una docena de años ha sufrido mínimos cambios de personal, lo que le ha permitido trabajar sus temas para conseguir un sonido personal y un sello identificativo en el sonido de grupo. “Tusitala”, su último disco que venía a presentar y tocó integro, sigue en la línea de sus anteriores trabajos, temas que nacen de la pulsación del contrabajo y que pretenden ser a modo de narraciones. Un jazz emparentado con la tradición europea vía Holland, Stanko o Sclavis pero que no renuncia a tener una seña diferencial peninsular. Sin recurrir a la socorrida “garrulada” del toro y la bailarina sobre el televisor –aunque palmas hubo en “El mundo de los Papalagi”– mira a la tradición musical de su Galicia natal y deja que esos toques –la pandeirada de “Octubre (Otoño en Galicia)” fue buena muestra– enriquezcan su propia música.
En esta línea todo un acierto la entrada de un violín en sustitución del saxo. Eduardo Ortega se ha integrado perfectamente al orgánico y, además de en sus intervenciones solistas, estuvo especialmente acertado en los ensembles con la trompeta de David Herrington, que esta vez, sin fliscorno, trabajó mucho y bien la sordina. La elegancia y efectividad de Antonio Bravo en la guitarra volvió a dar que pensar por qué este musicazo no es solicitado para otros proyectos. Sin duda Bravo, junto a Pedro López, que ha dejado el componente electrónico de su batería en favor del tradicional sonido acústico –muy seco y contundente esta noche–, es una pieza fundamental de este equipo y sobre la que se articula buena parte del discurso del grupo. Todos ellos, y por supuesto, el propio Baldo –como siempre muy trabajador con el arco– tuvieron sus espacios solistas, pero si por algo destacaron en la hora y media de concierto fue por la sensación de unidad y proyecto serio. Un grupo de nivel europeo. Y el público así lo valoró.
© jesusmoreno, Tomajazz, 2006