Comentario: : La formación y el talento de este guitarrista vietnamita afincado en Francia le permite afrontar con resultados más que estimulantes cualquier aventura experimentadora. Una buena prueba de ello, además de las grabaciones con el cuarteto Angel de Paolo Fresu, su personal punto de vista y reinterpretación del repertorio de Hendrix en “Purple”.

Pero en esta ocasión, Lê y su esposa, la vocalista Huong Thanh, pisaban terreno conocido (óigase “Tales from Viet Nam”, ACT, 1996, o “Moon and Wind”, ACT, 1999, entre otros) y dominado, el de la música tradicional de Vietnam pasado por el tamiz contemporáneo de los arreglos y secuencias del guitarrista. Desarrollaron un repertorio de delicias orientales que olían a tierra húmeda, con la colaboración espontánea del monzón que arreciaba fuera del San Juan, y que los protagonistas invitaron a acomodarse en las – lamentablemente - vacías butacas de la platea.

Sonidos electrónicos, secuencias y sampleados salidos de un ordenador portátil e instrumentos tradicionales compartieron en perfecta armonía el espacio sonoro de un repertorio que suena a misterio e invita a cerrar los ojos y viajar, dirigido todo con maestría por un Nguyen Lê que brilló con fuerza en solos que desafían a la imaginación y armonía desbordante. Por lo demás, poco espacio para el lucimiento del resto de los intérpretes, ya viejos compañeros de andanzas de Lê, salvando un escarceo final entre el bajista Michel Alibo, originario de Martinica y el percusionista François Verly.

En el centro, la delicada voz de Huong Thanh, natural de Saigon, arropada por los músicos cuan rara perla negra entre algodones, una voz educada en el canto tradicional del Cai Luong, o teatro vietnamita renovado, una especie de ópera que incorpora canto tradicional, danza (de la que pudo verse breve muestra en el bis) y teatro, que en el aspecto vocal presenta todo tipo de giros y piruetas técnicos que la cantante ejecuta con precisión y belleza serena, sobre temáticas de amor (“el plato de betel”) o guerra. Un espectáculo con toques de exotismo y contemporaneidad que mereció más presencia de público que pudiera disfrutarlo.

Sergio Cabanillas González