Comentario: Todo lo bueno se acaba, y si es con finales como éste, uno queda con hambre hasta la próxima edición. Broche de lujo a esta primera edición del ciclo Jazz a Solo, protagonizado por un mano a mano entre dos de las máximas figuras de la improvisación en España: Chefa Alonso y Antonio Bravo, con resultados sorprendentes.
Abrió la velada la saxofonista coruñesa Chefa Alonso, alma mater del quinteto Akafree y cofundadora del colectivo Musicalibre (
http://www.musicalibre.org), organizadores del Festival Internacional de Improvisación Hurta Cordel de Madrid, toda una autoridad en la materia. Se hizo acompañar en escena por un set de percusión y su habitual saxo soprano, instrumentos que alternó a lo largo de un desarrollo conceptual basado en los colores. Alonso exploró las evocaciones sonoras de esta idea de forma casi didáctica: antes de cada pieza anotaba en una pizarra el color que evocaría a continuación, encabezando la lista con una cita del Poeta Victor M. Díez, compañero de fatigas de la protagonista en el proyecto a cuarteto “Sin Red”, el cual se autodefine como “propuestas multidisciplinares que combinan poesía, danza, artes plásticas, música improvisada”. La cita del autor leonés es perfecto preámbulo a lo que se avecina: “y los colores también son columpios”.
Intercalando piezas a percusión y saxo, Chefa pintó su lienzo sonoro utilizando con maestría y fluidez los recursos tímbricos en las piezas de percusión, escogiendo con mimo las baquetas adecuadas a las texturas a asociar con cada color: las empleó terminadas en varillas de madera para “Ocre circular” haciendo uso variado y colorista (valga la redundancia) de los instrumentos (campanas, cajas de diversos tipos, una lámina de metal y un muñeco infantil, accionado con el pie sobre el suelo) de forma cíclica; evocó el “Tierra” con mazas acolchadas, obteniendo registros más graves; hizo sentir el “Hueso” bajo las uñas por medio de fricción con las escobillas, para finalmente hacer aletear “El rojo de un enjambre de amapolas” con baquetas de madera. En los temas a soprano, se valió oportunamente de los cromatismos para salpicar de “Añil errático”, y de fraseo endiablado, armónicos y variaciones riquísimas en “Cinco colores libres para Isa” y el oleaje del “Verde mar”, en una exposición muy libre sin ser extrema ni árida a la audiencia, sino francamente estimulante.
Tras el preceptivo descanso, salió a la palestra el también coruñés Antonio Bravo quien, además de otras aventuras improvisatorias, es miembro desde su formación del quinteto de Baldo Martínez, coincidiendo en ésta con Chefa Alonso en su debú discográfico “No pais dos ananos”, además de compartir actividades en el colectivo Musicalibre y el Festival Hurta Cordel. Tras un bellísimo y jazzístico comienzo pleno de buen gusto, elegancia y virtuosismo el gallego deplegó toda una enciclopedia de la guitarra contemporánea en la que sus dedos citaron, desde su propia visión, a un Abercrombie sumergido en amplios y grandiosos espacios hasta las inquietantes e hipnóticas melodías de Robert Fripp, pasando por los armónicos conseguidos percutiendo las cuerdas propios de Michael Hedges, aunque en este caso inmersos en dominios más oscuros, evolucionando en su desarrollo hacia territorios más atonales, fundiendo progresivamente el sonido de la guitarra con relámpagos de sonidos generados via midi que fueron ganando protagonismo hasta desembocar en una apoteosis disonante a la que se sumó Chefa Alonso como epílogo a una noche inmensa.
Sergio Cabanillas