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..: SERGIO CABANILLAS - PINTAR EL JAZZ CON LUZ (AVUI JAZZ 2005, PROLOGO)

   
 



   

Decididamente, es un honor. Por si fuera poco tener la posibilidad de disfrutar desarrollando las propias facetas artísticas, el hecho de ser requerido por los responsables de Avui Jazz para ilustrar el ciclo de este año con mi obra gráfica sinceramente roza la utopía.

Lo que van a contemplar en este libro, además de ser fruto del empeño de la organización del veterano programa castellonense con Toni Porcar a la cabeza, a quien nunca agradeceré lo bastante este gesto, es la consecuencia de una pasión desmedida – casi enfermiza – por un género musical que, tras haber evolucionado en mi faceta de melómano empedernido pasando por todos – y digo todos – los estilos, considero realmente especial, ese refugio vastísimo, tan inacabable como adictivo, de la creación en tiempo real que llamamos Jazz, uno de los pocos factores sorprendentes en un panorama musical previsible.

“Jazz in Blue” puede considerarse una retrospectiva en virados al azul de los primeros años de trabajo gráfico de quien les escribe (o “CabaniJazz”, como solía referirse cariñosamente a un servidor Richie Ferrer, contrabajista valenciano de tronío, fundiendo en un único y certero término mi apellido y mis vicios), que arranca en 2001 con mi primer reportaje fotográfico en un concierto inolvidable del trío de Kenny Werner en mi querido San Juan Evangelista (“Johnny”, para los amigos), un primer paso vacilante con el bolsillo aún dolorido tras la adquisición de mi primer equipo – que por aquel entonces consideré “carísimo” – espoleado por mi amigo Javier Nombela, sin duda uno de los grandes clásicos de la fotografía de Jazz en España.

Tras escribirlo me doy cuenta de lo rimbombante del término “Fotografía de Jazz en España”, como si alguien reconociera este género como tal. Ciertamente es ésta una asignatura pendiente en un país como el nuestro, con escasa cultura general sobre el Jazz, su pasado y su presente. Afortunadamente esta música está experimentando un crecimiento, y los ciclos de Jazz proliferan por doquier, pero esta circunstancia tiene su lado oscuro en la progresiva mercantilización del género y la adopción – seguramente por desconocimiento de la tradición jazzística y la capital trascendencia su iconografía asociada – de usos y costumbres de la fotografía de prensa del pop y el rock. Éste último factor tiene un efecto especialmente perjudicial en lo que al trabajo fotográfico se refiere en la restricción drástica del tiempo disponible y la merma considerable de las condiciones de trabajo en general de quienes pretendemos ir mucho más allá de la foto de interés informativo y nos consideramos cronistas del Jazz en nuestro país. Por el contrario – y por fortuna – aún quedan templos del Jazz cuya extensa tradición y trayectoria les hace asumir de forma totalmente natural esta faceta de cronistas de los escasos fotógrafos que quedamos dedicados en cuerpo y alma al “arte sincopado” y facilitan todo lo posible nuestra labor constituyéndose en auténticos paraísos para el fotógrafo de Jazz y el aficionado en general, tanto por la calidad de sus programas como por la excelencia en el trato. El perfecto ejemplo, entre otros, se llama C.M.U. San Juan Evangelista.

Si algo he aprendido en incontables noches de Jazz compartidas con Javier Nombela en el “Johnny” o con el maestro vasco José Horna en Vitoria es que las instantáneas que son dignas de colgarse en museos y galerías de arte son el fruto de una labor callada, sigilosa y prolongada a lo largo de todo un concierto, una tarea que se basa fundamentalmente en el respeto reverente tanto al intérprete como al espectador, sin romper este equilibrio, la comunicación, la magia del momento. No me cabe duda de que otros grandes fotógrafos españoles como Gerardo Cañellas o Carme Llusá, entre otros, comparten incuestionablemente estas premisas.

Sólo de este modo se pueden conseguir para disfrute de los aficionados tomas en las que el alma del instrumentista aflora para plasmarse en el papel, imágenes que capturan, por ejemplo, el recogimiento del clarinetista Gabriele Mirabassi acompañando a Rabih Abou-Khalil en Vitoria, la elegancia de Joaquín Chacón en el escenario, a Julien Lourau haciendo percusión con las llaves de su tenor mientras acompañaba a Bojan Z, la sensualidad de una Lizz Wright en su primera visita a España en un concierto delicioso, que se abrazaba emocionada a los miembros de su cuarteto en los camerinos del Teatro Principal de Vitoria, la satisfacción y el deleite en la sonrisa del colombiano Juan Camacho y momentos varios de éxtasis en el “Johnny”, como la instantánea que refleja la fuerza interpretativa de Dhafer Youssef, el sentimiento de Dino Saluzzi o los esfuerzos de Freddie Hubbard, la imagen destacada de este Avui Jazz 2004.05. Mención aparte merecen los experimentos de corte contemporáneo basados en el movimiento que se alejan del concepto tradicional de fotografía de Jazz y me sitúan más cerca de mi tiempo y de mi propia firma personal.

Hablando de músicos, he perseguido con “Jazz in Blue” una triple finalidad: en primer lugar, proporcionar a los aficionados mi visión sobre los intérpretes que aprecian y admiran; en segundo lugar, enganchar al Jazz a nuevos y futuros oyentes, y en tercer lugar, dar a conocer a ambos colectivos a varios de nuestros músicos más cercanos, músicos que considero fundamentales dentro del Jazz español, no tan conocidos aún como deberían serlo. Si mis imágenes consiguen acercar a los aficionados a nuestros músicos y su esforzado – y poco reconocido, en general – trabajo, mi satisfacción personal será aún mayor, si cabe.

No querría dejar en el olvido el trabajo voluntarioso y desinteresado de los compañeros y queridos amigos que han arropado mis fotografías con sus textos, plasmando en estas páginas conocimientos y sensaciones sobre distintas facetas de nuestra pasión común; compartimos además un proyecto apasionante llamado Tomajazz.com, nacido de la obsesión por el Jazz y la Improvisación de los navarros Pachi Tapiz y Carlos Pérez Cruz al que nos sumamos en Madrid Arturo Mora, Enrique Farelo, Carlos Lara y el que suscribe, una obsesión que ha convertido esta publicación en la más visitada de la red en castellano, un punto de encuentro de todo aficionado al Jazz que se precie y foro de intercambio constante de ideas. La guinda del pastel la pone nuestro admirado compañero Pablo Sanz, crítico de Jazz de El Mundo y la revista Scherzo, con una excelente semblanza cronológica de nuestro Jazz más cercano.

Espero que este libro sea para muchos umbral a un universo fascinante. Por mi parte, seguiré agazapado en la oscuridad, desde mi butaca o el foso, desde la moqueta o el duro cemento, intentando una vez más pintar el Jazz con luz.

© Sergio Cabanillas, 2004

Agradecimientos: Toni Porcar y el personal de museos de Vila-Real; Javier Nombela; Pachi Tapiz (gracias por todo, hermano); Carlos Pérez Cruz; Arturo Mora (a ver ese contra...); Carlos Lara; Enrique Farelo; Pablo Sanz (encarecidamente); Alejandro Reyes y los amigos del Johnny: Lola, Manolo, Cuchi; Teresa Torres del Pino (mi “hada madrina” del San Juan); Cifu (en esto del Jazz, ¿quién demonios no te debe algo de agradecimiento?); Ángel Castañón (adelante, pero no “solo”).