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Decididamente,
es un honor. Por si fuera poco tener la posibilidad de disfrutar
desarrollando las propias facetas artísticas, el hecho de
ser requerido por los responsables de Avui Jazz para ilustrar el
ciclo de este año con mi obra gráfica sinceramente
roza la utopía.
Lo que van a contemplar en este
libro, además de ser fruto del empeño de la organización
del veterano programa castellonense con Toni Porcar a la cabeza,
a quien nunca agradeceré lo bastante este gesto, es la consecuencia
de una pasión desmedida – casi enfermiza – por
un género musical que, tras haber evolucionado en mi faceta
de melómano empedernido pasando por todos – y digo
todos – los estilos, considero realmente especial, ese refugio
vastísimo, tan inacabable como adictivo, de la creación
en tiempo real que llamamos Jazz, uno de los pocos factores sorprendentes
en un panorama musical previsible.
“Jazz in Blue” puede
considerarse una retrospectiva en virados al azul de los primeros
años de trabajo gráfico de quien les escribe (o “CabaniJazz”,
como solía referirse cariñosamente a un servidor Richie
Ferrer, contrabajista valenciano de tronío, fundiendo en
un único y certero término mi apellido y mis vicios),
que arranca en 2001 con mi primer reportaje fotográfico en
un concierto inolvidable del trío de Kenny Werner en mi querido
San Juan Evangelista (“Johnny”, para los amigos), un
primer paso vacilante con el bolsillo aún dolorido tras la
adquisición de mi primer equipo – que por aquel entonces
consideré “carísimo” – espoleado
por mi amigo Javier Nombela, sin duda uno de los grandes clásicos
de la fotografía de Jazz en España.
Tras escribirlo me doy cuenta de
lo rimbombante del término “Fotografía de Jazz
en España”, como si alguien reconociera este género
como tal. Ciertamente es ésta una asignatura pendiente en
un país como el nuestro, con escasa cultura general sobre
el Jazz, su pasado y su presente. Afortunadamente esta música
está experimentando un crecimiento, y los ciclos de Jazz
proliferan por doquier, pero esta circunstancia tiene su lado oscuro
en la progresiva mercantilización del género y la
adopción – seguramente por desconocimiento de la tradición
jazzística y la capital trascendencia su iconografía
asociada – de usos y costumbres de la fotografía de
prensa del pop y el rock. Éste último factor tiene
un efecto especialmente perjudicial en lo que al trabajo fotográfico
se refiere en la restricción drástica del tiempo disponible
y la merma considerable de las condiciones de trabajo en general
de quienes pretendemos ir mucho más allá de la foto
de interés informativo y nos consideramos cronistas del Jazz
en nuestro país. Por el contrario – y por fortuna –
aún quedan templos del Jazz cuya extensa tradición
y trayectoria les hace asumir de forma totalmente natural esta faceta
de cronistas de los escasos fotógrafos que quedamos dedicados
en cuerpo y alma al “arte sincopado” y facilitan todo
lo posible nuestra labor constituyéndose en auténticos
paraísos para el fotógrafo de Jazz y el aficionado
en general, tanto por la calidad de sus programas como por la excelencia
en el trato. El perfecto ejemplo, entre otros, se llama C.M.U. San
Juan Evangelista.
Si algo he aprendido en incontables
noches de Jazz compartidas con Javier Nombela en el “Johnny”
o con el maestro vasco José Horna en Vitoria es que las instantáneas
que son dignas de colgarse en museos y galerías de arte son
el fruto de una labor callada, sigilosa y prolongada a lo largo
de todo un concierto, una tarea que se basa fundamentalmente en
el respeto reverente tanto al intérprete como al espectador,
sin romper este equilibrio, la comunicación, la magia del
momento. No me cabe duda de que otros grandes fotógrafos
españoles como Gerardo Cañellas o Carme Llusá,
entre otros, comparten incuestionablemente estas premisas.
Sólo de este modo se pueden
conseguir para disfrute de los aficionados tomas en las que el alma
del instrumentista aflora para plasmarse en el papel, imágenes
que capturan, por ejemplo, el recogimiento del clarinetista Gabriele
Mirabassi acompañando a Rabih Abou-Khalil en Vitoria, la
elegancia de Joaquín Chacón en el escenario, a Julien
Lourau haciendo percusión con las llaves de su tenor mientras
acompañaba a Bojan Z, la sensualidad de una Lizz Wright en
su primera visita a España en un concierto delicioso, que
se abrazaba emocionada a los miembros de su cuarteto en los camerinos
del Teatro Principal de Vitoria, la satisfacción y el deleite
en la sonrisa del colombiano Juan Camacho y momentos varios de éxtasis
en el “Johnny”, como la instantánea que refleja
la fuerza interpretativa de Dhafer Youssef, el sentimiento de Dino
Saluzzi o los esfuerzos de Freddie Hubbard, la imagen destacada
de este Avui Jazz 2004.05. Mención aparte merecen los experimentos
de corte contemporáneo basados en el movimiento que se alejan
del concepto tradicional de fotografía de Jazz y me sitúan
más cerca de mi tiempo y de mi propia firma personal.
Hablando de músicos, he perseguido
con “Jazz in Blue” una triple finalidad: en primer lugar,
proporcionar a los aficionados mi visión sobre los intérpretes
que aprecian y admiran; en segundo lugar, enganchar al Jazz a nuevos
y futuros oyentes, y en tercer lugar, dar a conocer a ambos colectivos
a varios de nuestros músicos más cercanos, músicos
que considero fundamentales dentro del Jazz español, no tan
conocidos aún como deberían serlo. Si mis imágenes
consiguen acercar a los aficionados a nuestros músicos y
su esforzado – y poco reconocido, en general – trabajo,
mi satisfacción personal será aún mayor, si
cabe.
No querría dejar en el olvido
el trabajo voluntarioso y desinteresado de los compañeros
y queridos amigos que han arropado mis fotografías con sus
textos, plasmando en estas páginas conocimientos y sensaciones
sobre distintas facetas de nuestra pasión común; compartimos
además un proyecto apasionante llamado Tomajazz.com, nacido
de la obsesión por el Jazz y la Improvisación de los
navarros Pachi Tapiz y Carlos Pérez Cruz al que nos sumamos
en Madrid Arturo Mora, Enrique Farelo, Carlos Lara y el que suscribe,
una obsesión que ha convertido esta publicación en
la más visitada de la red en castellano, un punto de encuentro
de todo aficionado al Jazz que se precie y foro de intercambio constante
de ideas. La guinda del pastel la pone nuestro admirado compañero
Pablo Sanz, crítico de Jazz de El Mundo y la revista Scherzo,
con una excelente semblanza cronológica de nuestro Jazz más
cercano.
Espero que este libro sea para muchos
umbral a un universo fascinante. Por mi parte, seguiré agazapado
en la oscuridad, desde mi butaca o el foso, desde la moqueta o el
duro cemento, intentando una vez más pintar el Jazz con luz.
© Sergio Cabanillas, 2004
Agradecimientos: Toni Porcar
y el personal de museos de Vila-Real; Javier Nombela; Pachi Tapiz
(gracias por todo, hermano); Carlos Pérez Cruz; Arturo Mora
(a ver ese contra...); Carlos Lara; Enrique Farelo; Pablo Sanz (encarecidamente);
Alejandro Reyes y los amigos del Johnny: Lola, Manolo, Cuchi; Teresa
Torres del Pino (mi “hada madrina” del San Juan); Cifu
(en esto del Jazz, ¿quién demonios no te debe algo
de agradecimiento?); Ángel Castañón (adelante,
pero no “solo”).
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