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P:
30 años del
golpe de estado en Chile por mediación de Augusto Pinochet. Me interesa
en primer lugar tu valoración humana del acontecimiento y lo que éste
supuso para Chile.
R.G.: Una herida muy grande que aún no cura.
Sin embargo ya no pienso. Los pobres izquierdistas y los monstruosos
pinochetistas. ¡Es mucho más complejo! La UP cometió barbaridades...
¡te las podría enumerar! Eso no justifica una intervención golpista,
logicamente.
Recuerdo los discursos incendiarios de "pueblo, conciencia y
fusil" de muchos políticos. Fueron los primeros que se exiliaron.
Aquí a Cuba vinieron tantos... estudiaron buenas profesiones:
médicos, ingenieros, arquitectos... y los que pagaron sus
estudios están haciendo cola esperando la "guagua". ¡Horas
al sol! Es risorio cuando escucho: "el gobierno tal o cual
entregará tal o cual educación". Son los ciudadanos, el pueblo de
la calle ¡el que definitivamente paga!
P: ¿Qué consecuencias tuvo para ti y tu familia el golpe?
R.G.: Familias divididas, quema de libros, quema de discos, no
prensa libre, no derecho a disentir, no derecho a expresar tus
verdaderas opiniones... tú eres español, recuerda a Franco... ¡es lo
mismo!
P: Salida
de Chile a una edad temprana (18 años) que paradójicamente pudo
ayudarte a ampliar tu horizonte de estudios. Barcelona y Lyon en un
primer momento.
R.G.: Sí, es paradójico. ¡Algunos "exiliados
profesionales" le deben su fortuna a Pinochet! En mi caso te puedo
decir que aún con Allende en el poder mis intenciones eran las de
viajar. Es algo que viene de niño. Recuerdo que una vez me quería ir
con los gitanos, otra con el circo Tihany...¡jaja! Mi pobre madre
siempre con los pelos de punta. A muchos chilenos la cordillera nos
"aprieta" y ¡el mar es frío!
P: En
Lyon tuviste la oportunidad de formar parte del colectivo “ARFI”.
Aquí en “Tomajazz” les hemos conocido recientemente y nos ha
llamado la atención la creatividad de sus proyectos. ¿Cómo era en
aquel entonces el colectivo?
R.G.: En esa época me parecían caóticos y muy sectarios. Ahora ya
no pienso así. Sencillamente se cansaron de admirar a los americanos y
decidieron hacer su propio cuento. ¡Yo sigo admirando a los americanos!
(risas).
P: En Europa
tuviste la oportunidad de trabajar en proyectos muy diversos. ¿Qué
recuerdas de aquellos años?
R.G.:
¡Los más bellos recuerdos! Tocar en el metro en París para
luego "farrearse" toda la "plata" en un restaurante
de Saint Michell. Son cosas que sólo se pueden hacer a esa edad.
Uno de los proyectos más surrealistas fue el impulsado por Jean
Mereau. Se había retirado del "Workshop de Lyon". Reunió
a varios músicos, estudiantes y trabajadores... ¡había hasta enfermeros!
Hicimos un proyecto llamado "La Carmagnole". Era
música militante. Nos pintábamos la cara e íbamos a las fábricas.
Era algo así como teatro callejero. Pero en el fondo de mi mismo
me decía: "¡cojones, cómo extraño el club de jazz... hay Dios
si yo supiera tocar el blues como Raoul Breuckert!". Breuckert
era un señor que tocaba como Lester Young y ¡todo el mundo lo envidiaba!
Tenía dinero, mujeres hermosas y sabía tocar el blues (risas).
Luego Mereau se cansó de su "militancia" y regresó al free.
Fue allí donde me llamaron para un proyecto de nombre "La Marmite
Infernal". Luego vino ARFI. Imagínate, yo sudamericano. Con tanto
folclore y ¡tener que "buscar uno imaginario"! Fue allí
donde decidí irme a París. Luego Alemania, Escandinavia... en Helsinki
conocí a Tito Puente. Trabajé en su big band, me invitó a Nueva York
y desde esa época hasta ahora no me imagino grabar otra cosa que no sea
en formato de big band.
P: A partir de
1985 volviste a cruzar el charco para llegar a Cuba, tu actual país de
residencia. ¿Qué motivó tu viaje a Cuba?
R.G.: El motivo fue absolutamente musical. Tata Guines me convenció
para visitar la isla. Él ha colaborado conmigo en seis producciones.
¡Es un genio!
P:
¿Cuándo se produjo tu primer retorno a Chile después del golpe?
R.G.: En el 81... ¡Ocho años de ausencia! Fue fuerte. Mi familia,
mis compañeros del colegio, el conservatorio... ¡pero ya estaba con el
síndrome de Europa! Nunca sería igual. Es divertido. Mi casa ya no me
parecía tan grande, la cordillera ya no me parecía que fuera lo único
(risas).
P: Chile
recobra la libertad y sin embargo te estableces en un país bajo
sospecha internacional. ¿Cómo se vive la realidad cubana desde dentro?
R.G.: No
se puede decir que estoy establecido en Cuba, ya que si no estoy de gira
me paso bastante tiempo en México. Para saber verdaderamente cómo es
la realidad del cotidiano vivir en un país debes vivir como viven los
nativos: con el mismo salario, por ejemplo. Tengo pasaporte, puedo
viajar y toco en un grupo que paga muy bien. No soy en absoluto
representativo del vivir cotidiano de un cubano medio. De Cuba me
interesa su música por, sobre todo, su gente. Decir más sería
intromisión en asuntos internos.
P:
Formas
parte de “Afro Cuban All Stars”. El jazz latino agradece mucho a
“Calle 54”. ¿Qué tiene que agradecer la música cubana a “Buena
Vista Social Club”?
R.G.: ¡Todo! Los músicos de Buena Vista tienen que agradecer que
les ha cambiado la vida. ¡Muchos de ellos estaban absolutamente
olvidados, casi en la miseria! Ahora son utilizados hasta con fines
publicitarios
. El son volvió a tener el espacio que se merece. Juan de Marcos tuvo
que convencer por espacio de más de una hora a Ibrahim Ferrer a que se
vistiera y viniera al estudio de grabación. Él argumentaba que no
quería cantar más y que lo dejara tranquilo con sus zapatos (era
"lustrabotas").
P: ¿Sigues la actualidad musical chilena?
R.G.: ¡Si!
P: ¿Cómo definirías la música de jazz que se hace ahora en
Chile?
R.G.: No me gusta dar definiciones de un género tan amplio. Sólo
te puedo decir que están pasando cosas y que por un lado la juventud
con ganas de superarse y por otro los que siempre han estado parados
frente al cañón, sobre todo en el Club de Jazz de Santiago.
Paradójicamente es más factible encontrar un buen trío que me pueda
acompañar tocando standards, ¡que encontrarlo aquí en Cuba!
P:
¿Volverá alguna vez Raul Gutierrez a instalarse en Chile?
R.G.: No lo descarto. Creo mucho en las nuevas generaciones y me
gustaría participar con ellos. ¡Después de todo es mi país! No debes
olvidar que la vida de un músico es absolutamente impredecible. El
mercado, el público, la moda, etc. Yo mismo me pregunto hasta cuando
seguiré grabando en formato de big band... ¡es tan costoso! Pero ya te
decía: ¡cada día me fascina más!
© Carlos Pérez Cruz, Tomajazz 2003
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