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Hablar
de 30 años de jazz en Chile nos lleva inexorablemente a mirar a un 11
de septiembre de 1973. ¿Qué supuso desde tu punto de vista el golpe de
estado de Pinochet a la vida social y cultural de Chile?
C.S.: En primer
lugar, el jazz en Chile tiene más de 30 años. El Club de Jazz de
Santiago se fundó en 1943.
Segundo, lo que ocurrió fue que tanto el jazz como otros géneros
musicales sufrieron modificaciones, algunos fueron prohibidos, como
cualquier música que “oliera” a asunto político de izquierda. En
el jazz no fue tan grave, puesto que los músicos, muchos de ellos, no
estaban vinculados a la escena política nacional. En esos años, poco
antes del golpe, habían visitado nuestro país
el pianista Bill Evans y Elvin Jones. Por supuesto que dejaron de
venir muchos personajes emblemáticos del jazz, pero no fue hasta
finales de los 80 que comenzaron a llegar otros músicos: Pharoah
Sanders, Billy Taylor, Corea, Metheny, etc.
Ahora, evidentemente la escena cultural se paralizó y muchos grandes músicos
chilenos tuvieron que salir del país, sea por asuntos políticos o
porque ya no les convenía estar en un país que no les daba las garantías
para seguir experimentando musicalmente, y todo lo que implicaba el
desarrollo del arte y en este caso el jazz. Mario Lecaros, pianista de
jazz, emigró a Barcelona, por ejemplo, y allá fundo el taller de músics
con otros jazzistas.
En el caso mío y de mi generación, tuvimos que acostumbrarnos a
conseguir discos regrabados de alguien que venía de fuera. Imagínate,
si a ese músico o aficionado le gustaba algún jazzista que para uno,
ahora, sea uno del montón, lo valorabas mucho. Algo era algo y muy
valioso.
Por
otro lado, comenzaron a florecer grupos que tomaron algunas raíces del
folklore o el rock y lo mezclaron con el jazz, iniciando lo que se
denominó posteriormente fusión (Álvaro Menenteau sabe mucho sobre
esto).
P: ¿Cómo
le afectó personalmente a Carlos Silva el golpe?
C.S..: En
esa época tenía 8 años, y mi familia no estaba comprometida políticamente.
Pero te puedo asegurar que cuando entré a la adolescencia me di cuenta
de lo que había ocurrido.
P: Cuando
las dictaduras acaban la reacción natural de la población es el ansia
de libertad. En ese momento los movimientos artísticos brotan con
inusitada fuerza. ¿Fue el caso de Chile?
C.S.: Sí,
como en muchos países. Te prohíben algo sin explicaciones y reaccionas
con el efecto contrario. Pero en este caso, era justa la reacción, se
habían atropellado los derechos humanos, las garantías civiles, todo,
la expansión de la libertad artística.
P: ¿Cree
Carlos Silva en la connotación sociopolítica de la música? Si es así,
¿qué retrato sociopolítico de Chile ofrece la música chilena?
C.S.: Creo que todo músico comprometido con el arte, con querer
hacer algo un poco distinto, una propuesta desde puntos de vista tales
como los el pensamiento de libertad con la música, el jazz (aunque se
diga que es una institución) y sus derivaciones hacia el free-jazz,
cree en esta connotación. Eres parte de un colectivo, de un contexto
social, de una época, de una cultura. Y si tienes un poco de
solidaridad con el desarrollo del arte y no vas de asegurado intentado
meterle el dedo en la boca al auditor, entregándole música ya probada
y catalogada, puedes llegar a espacios de mayor amplitud artística.
Pero no estoy seguro si eso te conecta con la realidad social de tu
cultura.
No
sabría decirte si en otros géneros musicales que se hacen en Chile los
músicos tratan de expresar algo que tenga que ver con lo sociopolítico.
Existe mucha moda y en el jazz también. Por ejemplo, la moda del Drum
and Bass. Talvez esto y otras modas refleje lo que vivimos, la
globalización a saco.
P: Muchos
chilenos me suelen recordar la situación de este país en el “culo
del mundo”. Hacerse notar
en el mercado musical del resto del mundo requiere un esfuerzo
suplementario para músicos de países como Chile. ¿Qué cualidades
pueden hacer del jazz chileno un jazz atractivo y diferenciado?
C.S..:
La
honestidad y el trabajo duro y comprometido con el arte. Si te
aprovechas de algunas raíces folklóricas, siento que estás agarrándote
de elementos catalogados. Si te aprovechas del estándar de jazz, también.
Si te aprovechas de tus vivencias, apostando al objeto estético sin
concesiones, te aseguro a que no vendes mucho pero enriqueces tu espíritu.
Bueno, muchos músicos de jazz han decidido desarrollar su música con
elementos populares y los de moda, puesto que desean vivir de esto. Los
respeto y entiendo. No es mi caso, yo no vivo de hacer jazz. Yo vivo de
tocar piano en danza, dar clases de composición y contrapunto en la U.
de Chile y un instituto de música, Projazz. Y de algunos conciertos de
jazz.
P: Haznos
un retrato en lo relativo a infraestructuras (locales, salas...) para
tocar jazz en Chile.
C.S.: En Santiago. El Club de Jazz de Santiago (www.clubdejazz.cl)
: se hace jazz tradicional y moderno. El Perseguidor (www.elperseguidor.cl)
: jazz moderno y algunas tendencias de moda, un lugar muy abierto y
especial. El Bar Thelonious(www.thelonious.cl)
: un lugar para experimentar y también jazz de moda. Y después estarían
los bares y restaurantes que en algunas ocasiones ofrecen jazz. También, la Sala Master de la Radio de la Universidad de
Chile.
Hay
bares de jazz en todo Chile, en Concepción, Temuco, Antofagasta,
Coquimbo.
P:
¿Qué
relación tiene el jazz con las instituciones?
C.S.: Se
están abriendo las puertas, pero poco. Existe un organismo del
Ministerio de educación, se llama Fondart, un fondo de ayuda económica
para los proyectos de creación artística. Y también los ayuntamientos
están valorando el jazz. Desde hace 4 años que todos los veranos se
organizan festivales de jazz. Han venido algunos jazzistas
estadounidenses, como Ralph Lalama o Bruce Barth.
P: En
un momento determinado de tu formación estuviste en Barcelona. ¿Qué
recuerdo tienes de tu estancia allí?
C.S.: Grandes
amigos y apertura musical. Allá me doctoré en musicología (UAB), allá
conocí a mi esposa, Cristina, quien vive acá en Santiago y seremos
padres a principios de febrero. Amo Barcelona, viviría y creo que viviré
en esa ciudad.
P: Acabas
de editar recientemente tu primer trabajo discográfico y ya me hablan
de un segundo en ciernes. ¿Es el momento de explosión musical de
Carlos Silva?
C.S.: Pienso
que se me abrió el cerebro para comenzar a entender hacia dónde debo
dirigir mi trabajo musical, y si tengo claras algunas cosas no puedo
perder el tiempo en pensar si realmente las tengo claras. Debo hacerlas,
debo grabarlas.
P: De
primeras la escucha del disco nos habla de un Carlos Silva
inconformista. Un disco con muchos matices que muestra un estado de transición,
de búsqueda... ¿me equivoco?
C.S.: No,
no te equivocas. Es un disco que intenta aproximarse a la sinceridad de
un músico que ha vivido una dictadura, pero que ahora tiene ganas de
expandir el lenguaje. Es un disco inquieto, inconformista. Traté de
alejarme de los estereotipos. Mira, si me sintiera satisfecho, se acaban
los discos y me dedico a otra cosa.
P: ¿Cuáles
son las motivaciones el proceso de creación de Carlos Silva?
C.S.: Actualmente,
la música, algunos compositores como Ornette Coleman, Anton von Webern;
la poesía de un chileno que se llama Enrique Lihn. O los trabajos de J.
Pollock, en pintura. No sé, el día a día. O más recargulao, tal vez,
el juego entre reposo y tensión, reorganizando siempre mis herramientas
cada vez que desee que mi música se transforme constantemente, hasta
descubrir o, muy pretenciosamente, crear nuevos mundos sonoros.
P:
¿Cuál
ha sido el proceso de formación de Carlos Silva?
C.S.: Comencé
tocando en cabarés, pachanga (1984). Paralelamente ingresé a estudiar
pedagogía y en ese tiempo conocí el jazz, sobre todo cuando vi una clínica
de Pharoah Sanders en
Santiago, (1988) genial. Luego entre a unos talleres de jazz de Roberto
Lecaros y después ingresé a la carrera de composición. En esta
carrera aprendí muchísimo. Mi profesor, Cirilo Vila, un genio, estudió
en París con Olivier Messiaen, y me enseñó que no existe un camino en
la composición musical. Él me entregó las herramientas necesarias
para que yo descubriera otras o, pretenciosamente, inventara. Más
tarde, en 1998, me largué a Barcelona a hacer un doctorado en musicología.
Allá armé un grupo de jazz con un saxofonista, Martí Serra, e hicimos
jazz en Terrassa, La Cova del Drac, y en diferentes bares pequeños y
algún pueblo cercano. Volví a Chile en el 2000, y estoy en proceso de
desarrollo, a mis 38 años.
P: Además de los profesores de aula en la formación de los músicos de
jazz son muy importantes los maestros del jazz que uno escucha. ¿Qué
ídolos discográficos han formado a Carlos Silva?
C.S.: Monk,
Ellington, Ornette, Cecil Taylor, Hancock, Wynton Kelly, Archie Sheep,
por nombrar algunos.
P: ¿Qué
nos deparará tu futuro próximo?
C.S.:
El
segundo disco y, espero, performances en Pamplona, no?
© Carlos Pérez Cruz, Tomajazz 2004
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