TOMAJAZZ | PERFILES | DUKE ELLINGTON

 
 
   

..: NOBLEZA OBLIGA

   
 



   

Cuando el neófito en el jazz se asoma al singular mundo de Duke Ellington a través de la típica recopilación de “grandes éxitos”, es muy probable que se lleve la impresión de que es una música bastante accesible.  El oído acostumbrado a la música popular es capaz de digerir sin dificultad esas melodías pegadizas sin ir más allá ni entrar en análisis musicales.  En cierto modo, el oyente inexperto no se encuentra demasiado desencaminado: exóticas armonizaciones y originales arreglos aparte, la música de Ellington es eminentemente melódica y, por lo tanto, inmediatamente disfrutable.  ¿Quién no se ha sorprendido alguna vez silbando la melodía de “Satin Doll” con una sonrisa pícara en la boca o tarareando la entrada de “Mood Indigo” con una mirada soñadora?

Otro enfoque es el del aficionado inmerso en la vanguardia que, convencido de que el jazz nació cuando John Coltrane empezó a grabar para Impulse, rechaza la música de Ellington por ser parte del pasado, no sin antes lanzar una mirada condescendiente: en su visión estrictamente lineal de la historia del jazz –según la cual toda nueva etapa recicla y mejora una anterior que hay que dejar atrás– se trata de una música totalmente superada.

Sin embargo, el hecho es que cuando uno se detiene a analizar los logros de Duke Ellington como compositor, arreglista, director de orquesta e incluso como pianista, no puede por menos que asombrarse de la absoluta vigencia de su obra.

Sin apenas formación musical académica, Ellington fue absorbiendo e integrando todos los materiales a su alcance –desde la música de Nueva Orleáns hasta la clásica europea, siempre con el blues como eje central– para crear una obra tremendamente original. Compuso éxitos populares, números de baile y bandas sonoras, pero también se atrevió con formas musicales más extensas y ambiciosas, como suites o música sacra.

Toda esta música lleva su sello, un sonido personal e intransferible logrado a partir de un uso heterodoxo de las cualidades y timbres de los distintos instrumentos y de sus combinaciones, y en el que las características particulares de los músicos de su orquesta determinaban el desarrollo de la pieza.  En su madurez como compositor y arreglista, Ellington no sólo componía para secciones o instrumentos, sino que componía también pensando en músicos concretos.  ¿Acaso podemos escuchar ciertas baladas ellingtonianas sin que nos venga a la mente el delicado saxo alto de Johnny Hodges? ¿Se puede separar el rocoso saxo barítono de Harry Carney del descenso cromático de “Sophisticated Lady”?

Sin renunciar a sus principios a pesar de ser capaz de lograr el éxito comercial, a lo largo de cincuenta años fue creando un extensísimo cuerpo de composiciones –muchas de las cuales se han convertido en clásicos del jazz–, dejándonos de esta manera un vasto legado de grabaciones que todavía hoy seguimos descubriendo.

Las dimensiones de la obra de Duke Ellington sólo tienen parangón en la cantidad de literatura que se ha escrito y se sigue escribiendo sobre él.  Basta echar un vistazo al Jazz Index que elabora el Instituto del Jazz de Darmstadt [1] para quedar absolutamente apabullado: los libros se cuentan por decenas y los artículos monográficos superan con amplitud el millar.

Legiones de musicólogos, discógrafos o simples aficionados han dedicado una gran parte de su vida a estudiar, documentar y disfrutar la música de Ellington.  Existen en el mundo un buen número de sociedades cuyo objeto social gira en torno a su figura, y que organizan conciertos, preparan conmemoraciones o editan boletines sobre el Duque.

Más de treinta años después de su muerte en 1974, este fenómeno no sólo ocurre en Estados Unidos o en el resto del mundo anglosajón.  En los países nórdicos (donde existe una Duke Ellington Society of Sweden), en Alemania o en Francia, multitud de estudiosos forman una tupida red que intercambia información discográfica y grabaciones inéditas, organiza conferencias o prepara reuniones anuales.

Lamentablemente, ésta no es la situación en nuestro país.  Sin que ello signifique que se desprecia su obra, parece como si la figura de Duke Ellington se diera por descontada.  Únicamente en unos pocos artículos publicados por revistas de jazz españolas –algunas de las cuales ya no existen– podemos leer acerca de Duke Ellington en nuestro idioma.

No está la cosa mucho mejor en el campo de las traducciones: el único libro sobre el músico norteamericano que se ha traducido al castellano es la biografía escrita por su hijo, Mercer Ellington (Duke Ellington In Person: An Intimate Memoir, traducida como Duke Ellington: Una Biografía Íntima y publicada por Parsifal en 1992) y no nos consta que existan traducciones de ninguno de los artículos o ensayos breves más relevantes que analizan los diversos aspectos de la música de Ellington.

Este especial pretende, en la medida de nuestras posibilidades, paliar esta situación. A lo largo de los próximos meses iremos publicando artículos propios y traducciones de artículos y entrevistas, así como recomendaciones discográficas sobre Duke Ellington, un músico “más allá de categorías”.

Esperamos que os guste.

Agustín Pérez Gasco

Nota:

[1] Se trata de un listado con toda la bibliografía sobre un músico disponible en los archivos de este instituto, al que puede accederse en http://www.jazzinstitut.de/Jazzindex/index-ellington-index.htm

   
   
©2006,Agustín Pérez, Tomajazz