Estaba yo en plena gira teatral con la obra “El pianista del océano” en Murcia, creo recordar, cuando entraron en contacto conmigo gentes de una emisora local para hacerme una entrevista. De eso puede hacer al menos cinco años. Resultó ser una entrañable charla con un profesional que se había preparado a fondo el encuentro conmigo y eso en estos tiempos siempre es de agradecer. Además de su impecable trato y buen trabajo en torno a mi persona y mi humilde obra, que agradecí, me tenía preparada una sorpresa final. Como cierre de la entrevista en directo : vía telefónica entraron en contacto con Xabier Rekalde, a quien consideraron buen conocedor de mi carrera musical y por tanto persona autorizada para saludarme y dar un punto de vista analítico sobre mis trabajos. El bueno de Xabier nos hablaba, desde el móvil, aparcado en una cuneta. No es que hubiera realizado el lógico gesto que dictan el civismo y la prudencia de echarse a un lado de la carretera para hablar por teléfono. Lo hubiera hecho, sin duda, para charlar con nosotros. Pero por lo visto lo había tenido que hacer antes de lo previsto y contra su voluntad porque se había quedado “tirado”. El coche decidió dejar de hacer lo suyo y Xabier esperaba pacientemente, a buen seguro fumando, tanto la asistencia en carretera como la llamada de la emisora murciana en cuyos estudios yo me encontraba y que felizmente nos puso en contacto. Sea como fuere él cumplió el compromiso, entró en antena, tuvimos una charla amena, divertida y desde el corazón, como siempre acostumbrábamos a hablar, fue muy generoso conmigo en sus análisis y apreciaciones, y nos despedimos entre abrazos virtuales, risas y mis mejores deseos de que la grúa llegase pronto y mi consejo de que se cuidara, siempre, en la carretera.
Xabier ha iniciado su nuevo viaje desde la carretera. No sé si el último, porque no tengo ánimos ni interés en filosofar ahora y aquí sobre el sentido de la vida, pero desde luego un importante viaje, el que nos escamotea la posibilidad de poder volver a verle paseando por los aledaños de los recintos en el transcurso de los conciertos sobre los que escribía. Es inevitable añorar hoy el momento en que desde la carretera Xabier hablaba y yo le escuchaba por los auriculares de aquella emisora. Como me es inevitable desear volver a fumar y beber con él, reír con él, discutir con él, disentir profundamente con él respecto a las cosas, cositas y cosazas que han ido ocurriendo estos años en nuestro “pequeño país”, Euskadi, y como me es inevitable negarme a aceptar, sin considerable rabia y nostalgia, que se acabó el gran conversador, el agudo y documentado contertulio, el sincero “abrazador” hubiera pasado el tiempo que hubiera pasado sin vernos, eso al encontrarnos, y hubiéramos polemizado lo que hubiéramos tenido que polemizar, eso al despedirnos.
Pensé en Xabier cuando edité mi CD a piano sólo, hecho a base de improvisar a partir de canciones vascas. Me escribió un precioso texto, comentando sus impresiones y sentimientos sobre la música por mí interpretada, que para siempre va a estar ahí impreso, en el libreto de ese disco. Su lírico y sentido comentario sobre mi trabajo concluía con esta frase: “Hay muchos discos posibles en la cabeza de Iñaki Salvador pero éste es el que yo estaba esperando ahora” . Amigo Xabier, permíteme que te parafrasee y te diga que hubiera habido mil decisiones, sucedidos o vericuetos vitales que me podía esperar de tu siempre tuya forma de estar en las cosas pero que ésta, la noticia que me encogió el corazón, tensó mis puños y humedeció mis ojos, no es la que yo estaba esperando ahora. Tú sí que sabes improvisar, jodido Xabier, pero éste último
sólo no me ha interesado nada. Un cálido abrazo de humo, truhán.