Año 0
abriendo la década de 1960
Los acontecimientos recientes de violencia racial en Baltimore nos llevan a recuperar dos obras que a principios de los convulsos años 60 del pasado siglo también eran noticia.
“Un artista es un secretario… tomo nota de lo que pasa en mi época. Mi música intenta decir cómo me siento realmente y espero que también refleje de alguna manera cómo se siente la gente negra en los Estados Unidos” Max Roach
A finales de los años 50 la concentración de personalidades, estilos y causas sociales conducen a un proceso de creación febril y a un nivel de calidad inaudito. De esta oleada de fecundidad surgieron nuevos sellos discográficos donde estas experiencias quedaron reflejadas. Candid, durante apenas seis meses de vida, en 1960, produjo más de 30 obras, algunas de las cuales hoy son pasajes indispensables en la historia del jazz. Son años convulsos, los que rodean el final una década y el principio de otra, en la que socialmente la raza negra va acaparando más y más puestos destacados en el deporte y la cultura, en la televisión y en la política, sin que, por el contrario, los derechos fundamentales de la constitución estadounidense que amparan a blancos y negros se cumplan por igual para las dos razas.
Los músicos de jazz, siempre anhelando la vanguardia estilística pero también situados al frente de la lucha por los derechos civiles, permeabilizan la realidad desde distintos enfoques: la extensión de una tradición y, por otro, la revolución estética.
Max Roach abandona el impulso del hard bop cuyo relevo toma Art Blakey con sus Messengers. Miles Davis y John Coltrane cocinan nuevas fórmulas de improvisación en base a una arquitectura modal de escalas. Autores como George Russell, Lennie Tristano y Charles Mingus (también Monk y Cecil Taylor en el piano que también grabó este año para Candid The World of…) introducen en sus composiciones, desde mediados de los 50, disonancias y fórmulas atonales que siempre estuvieron en una música de raíz africana, anticipando un género que sacudiría definitivamente los cimientos del jazz con la llegada del free.
El arte de protesta, de ideas y de sonidos, se expresa renovando la tradición de la música negra o bien encuentra en la experimentación y en una radical libertad expresiva de esa misma herencia las fórmulas creativas que la definen. Eric Dolphy, que participa en el disco de Abbey Lincoln y hombre clave en estos años, representa esta actitud catalizadora. El free jazz -un nuevo concepto no sólo restringido al propio de Ornette Coleman- convivía e incluso participaba con el legado de Duke Ellington, siempre vivo, por ejemplo, en Mingus.
En este contexto creativo enfático, de connotaciones políticas y miradas que se vuelven hacia África, nace Candid, donde se dan cita gran parte de los músicos más influyentes del jazz de la época en obras que figuran entre lo mejor de sus carreras. Max Roach, por entonces casado con Abbey Lincoln, escribe para Candid We Insist! (Fredom now Suite), todo un testimonio en defensa de la identidad racial y de la denun cia desde la desafiante portada de unos clientes negros que son servidos por un camarero blanco y que elige –mucho antes de la creación la imagen icónica de Mandela- una piea dedicada al apartheid titulada Tears for Johannesburg. Roach, que ya se uniera brillantemente 5 años con el trompetista Clifford Brown, escoge a Brooker Little, otro genio malogrado tempranamente. En este trabajo álgido y tenso, se incorporan, volviendo sobre un pasado racial africano, percusiones y se incluye una parte cantada que inspira a continuación Straight Ahead, auténtico pilar del jazz vocal contemporáneo desde el que Lincoln eleva su grito.
Roach introduce a la voz como no sabía hecho antes. Su incómoda presencia no persigue la refinación melódica o las facultades tímbricas sino la sentida interpretación del mensaje de orgullo y de protesta. Su materialización se presenta teatralizada en formas antigramaticales y discursivas o mediante una hipotética coreografía ancestral. Como Billie Holiday, que ya inmortalizara en Strange fruit la discriminación racial, Lincoln despliega su apasionado y agrio discurso ateniéndose a un contexto social, construyendo esta vez un decorado valiente y vital sobre la unión de fuerzas, no sobre la frágil individualidad. Straight Ahead provoca, no seduce; fascina, aún hoy, en su grito expansivo que une la modernidad, la poesía contestataria y las esencias africanas.
Dos obras fundamentales que coinciden con un periodo de unión sentimental y creativa entre la cantante y el baterista inscritas en un momento histórico, justo después de 1959, el mejor año para esta música.
Max Roach: We Insist! The Freedom Now Suite
Abbey Lincoln: Straight ahead
Max Roach (batería), Abbey Lincoln (voz), Booker Little (trompeta en «Driva Man», «Freedom Day», «All Africa», and «Tears for Johannesburg»), Julian Priester (trombone en «Driva Man», «Freedom Day» y «Tears for Johannesburg») Walter Benton (saxo tenor en «Driva Man», «Freedom Day», and «Tears for Johannesburg»), Coleman Hawkins (saxo tenor en «Driva Man»), James Schenk (bajo en «Driva Man», «Freedom Day» y «Tears for Johannesburg», Michael Olatunji (congas, voz), Raymond Mantilla (percussion), Tomas du Vall (percussion)
Sello: Candid. 1960
© Jesús Gonzalo, 2015