- Fecha: 20 julio de 2016
- Lugar: Temple
- Grupo:
Schwab Soro
Raphaël Schwab, contrabajo
Julien Soro, saxo alto
- Lugar: Carrières
- Grupos:
Franck Nicolas Jazz Ka Philosophy
Franck Nicolas, trompeta, fliscorno y caracolas
Manu Codjia, guitarra
Grégory Privat, piano y teclados
Sonny Troupé, batería y tambor ka
Catherine Dénécy, danza
Volcan Trio
Gonzalo Rubalcaba, piano y teclados
Horacio “El Negro” Hernández, batería
Armando Gola, bajo de seis cuerdas
- Fecha: 21 julio de 2016
- Lugar: Temple
- Grupo:
Ana Carla Maza
Ana Carla Maza, voz y violoncelo
- Lugar: Carrières
- Grupos:
Jacques Schwarz-Bart Quintet
Jacques Schwarz-Bart, saxo tenor
Moonlight Benjamin, voz y danza
Gregory Privat, piano
Stephane Kerecki, contrabajo
Arnaud Dolmen, batería
Anthony Joseph
Anthony Joseph, voz, percusión y silbido
Andrew John, bajo eléctrico y percusión
Jaron Yarde, saxo soprano, alto y barítono
Christian Arcucci, guitarra
Eddie Hich, batería
Roger Raspail, percusión
Comentario:
Los tres días que tuvimos de puente entre las actuaciones de Vauvert y las de Junas asistimos a otro festival, en esta ocasión de fotografía, apartado nada baladí en Tomajazz, concretamente a la 47ª edición de “Les Recontres de la Photographie” de Arles.
Un festival, abierto del 4 de julio al 25 de setiembre, que da espacio a distintas tendencias del mundo de la fotografía, desde las “teóricamente” más creativas y/o personales hasta la más “puramente” documentales.
Esta edición ha sido una de las más interesantes de los últimos años, donde los proyectos más destacables, contraviniendo los últimos certámenes, han estado expuestos fuera de los “Ateliers” –viejos talleres de la SNCF, ferrocarriles franceses, en avanzado estado de remodelación que quedarán prácticamente irreconocibles-.
Una edición donde la fotografía documental de calidad –temática y formalización bien aunada-ha tenido un remarcable peso específico.
Destacaríamos especialmente –sólo por citar cuatro-:
“El costo humano” del argentino Pablo Ernesto Piovano. Denuncia/documental –fotografías más vídeo- sobre la agroquímica que se practica en ciertas partes de Argentina y los efectos sobre su población, especialmente entre los niños.
“Operación Cóndor” del portugués João Pina. Visión personal de la depuración y eliminación de opositores y críticos, llevada a término a partir de 1975, en seis dictaduras sudamericanas (Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay y Paraguay).
“Restricted Areas” de la joven, y laureada, rusa Danila Tkachenko. Ciudades secretas, edificios y artefactos abandonados de la URSS. Un trabajo en color que bordea un interesante y aparente acromatismo.
“Looking Beyond the edge” de Don McCullin. Una selección de distintos proyectos, en este caso bien alejados de sus conocidos trabajos de conflictos bélicos, en un exquisito blanco y negro de puro carbón mineral.
Sin poder olvidar “More sweetly play the dance”, un excelente y vitalista cortometraje, proyectado simultáneamente en ocho pantallas, del artista plástico sudafricano William Kentridge. En el pequeño, todavía sin restaurar y con su encanto añejo, “Atelier de la formation”.
De estos cinco trabajos se puede encontrar amplia información en internet. Recomendable invertir un mínimo de tiempo en cada uno de ellos.
Nos situamos, nuevamente, en el “23ème Festival de Jazz à Vauvert et à Junas” y concretamente en el Temple –templo de confesión protestante- de esta última localidad. Un recinto con los vitrales diseñados por el baterista, y también pintor, Damiel Humair, donde, a les 18:00 del miércoles 20 de julio, el dueto Schwab Soro, formado por el contrabajista Raphaël Schwab y el saxo alto Julien Soro, ambos componentes de la orquesta de jazz contemporáneo “Pink Machine”, inauguraban la programación gratuita de este recinto.
Un dueto que ya habíamos escuchado en la última edición de Jazzèbre. Nos dio la impresión que el tiempo transcurrido, desde el pasado octubre, ha servido para incrementar la cohesión del dueto y mejorar considerablemente su propuesta.
Basaron su repertorio en un puñado de estándares aunados con composiciones del contrabajista, pertenecientes a su primer álbum, más un par de inéditos que formaran parte del próximo. Be y Hard Bop, valses, mambos, más alguna balada, interpretados con energía y convicción. Nos resultaron más atractivos los desarrollos de los temas propios, especialmente los correspondientes a las nuevas composiciones.
La programación doble y de pago del singular escenario al aire libre de las “Carrières” (canteras en desuso, con sólo la base del escenario básicamente acondicionada), mantiene un doble denominador común que se va alternado anualmente, entre formaciones jazzísticas de una zona europea con otra del resto del mundo. La edición anterior correspondió a los países escandinavos con el genérico “Le cercle arctique” y en esta ocasión ha sido el explícito “Rencontres avec les Caraïbes”.
La inauguración fue a cargo del trompetista Franc Nicolas con su Jazz Ka Philosophy y el proyecto “Michael Jackson in Ka”. Una mezcla de la música de Guadalupe tamizada por el jazz y en esta ocasión revisitando parte de los temas de Michael Jackson.
Nicolas al frente del JKP tiene nueve trabajos publicados, desde el 2002. Para esta ocasión vino acompañado del pianista Grégory Privat y del baterista y percusionista Sonny Truopé, dos músicos que han colaborado en varias de sus grabaciones.
También contó con el excelente guitarrista Manu Codjia, que infundió su saber y contundencia, en especial a la hora de sus solos, aunque en general a un nivel inferior de lo que recordábamos en el Strada de Henri Texier, el Horizon de Gueorgui Kornasov o en el dueto con Michel Benita.
El cuarteto contó con la colaboración de Catherine Dénécy en una peculiar danza gimnástica que consideramos poco aunada con la propuesta musical.
Cabe decir que no ayudó en nada la interrupción del concierto, mediado este, como consecuencia de la lluvia (que por suerte en esta edición no ha motivado la suspensión de ningún concierto), rompiendo la dinámica general de la actuación.
Volcan Trio cerraron la primera jornada. Una formación de nombre tan explícito como la música que interpretan. Un grupo formado por tres músicos cubanos. El teclista Gonzalo Rubalcaba, el baterista Horacio “El Negro” Hernández y el bajista eléctrico, de seis cuerdas, Armando Gola. Tres músicos que se nota que se conocen desde hace años.
En la última edición del festival de Barcelona actuaron con el percusionista Giovanni Hidalgo, que en ciertos pasajes frenaba la dinámica de estos tres velocistas olímpicos que funden sus instrumentos en una masa bien compacta, sin fisuras ni poros.
Ofrecieron un magma musical tan efervescente y musculado, que en algunos pasajes uno hubiera pedido cierto tiempo muerto, para tomar un resquicio por donde respirar y asimilar la contundencia rítmica de senderos cambiantes.
Iniciaron el concierto con un frenético tema digno del jazz-rock más trepidante. Se pausaron con un danzón que derivaron hacía diferentes afrocubanías jazzísticas, con un explícito guiñó al gillespiano “Salt Peanuts”.
Ahondaron en la composición “Nueva Cubana”, compuesto por Rubalcaba para su primera banda profesional, Grupo Proyecto, en el cual también militaba Horacio “El Negro”. Tema que grabaron a mediados de los ochenta.
La propuesta fue muy bien recibida por el público de Junas, recompensado con un par de bises, que fueron cerrados con el popular “El manisero”.
A las 18 horas de la tarde siguiente, de nuevo en el Temple, en esta ocasión con la voz y el violonchelo de Ana Carla Maza. Se ubicó en el centro de la sala, rompiendo la ordenación clásica y unidireccional de los bancos y añadiendo algunas velas a su alrededor.
Una actuación que perdió lustre en su parte central, como consecuencia de su precipitación, que consideramos innecesaria, de querer agradar a la concurrencia.
Habiendo dejado claro en el inicio de su actuación, así como en la reconducción final de la misma, la calidad e interés de sus mimbres. Mucho mejor en su estado más íntimo y contenido que en su efervescencia festiva latina.
En las “Carrières”, a las 21:00, dio comienzo la actuación que devino una de las más notables de esta edición. El “Jazz Racine Haïti” del saxofonista de Guadalupe residente en Nueva York, previo paso por Europa, Jacques Schwartz-Bart. Saxofonista que en el 2004 pudimos ver, en el festival de Jazz de Terrassa, como miembro del RH Factor de Roy Hargrove.
La formación con la que se presentó en Junas, resultó perfectamente compactada. Con cuatro músicos de alto nivel. La voz grave, profunda y penetrante, de la cantante y bailarina, haitiana, Moonlight Benjamin, el piano preñado de gusto y contundencia contemporánea de Gregory Privat, la baterística dinámica, cambiante y precisa de Arnaud Dolmen. Unos músicos de los que antes de su actuación poco o prácticamente nada sabíamos de sus capacidades.
Sólo éramos gratamente conscientes de las capacidades de este pilar del contrabajo europeo que es Sthephan Kerécki, ya fuese en directo con John Taylor, los discos con él (Patience y Nouvelle Vague), así como en otros trabajos discográficos. Siempre ha ofrecido un alto e interesante nivel y gusto musical, y en esta ocasión volvió a dejar buena rúbrica de ello.
Una propuesta musical donde se aúnan las referencias tradicionales de la música de la isla caribeña -íntimamente enlazadas con el vudú- y el jazz, con sus correspondientes improvisaciones, impregnándola con buenas dosis de “espiritualidad”.
Un proyecto que el saxofonista había empezado a perfilar en algunos de sus anteriores trabajos, pero que no habían llegado a la cota de madurez alcanzada en su último trabajo discográfico y que promete una interesante continuación.
De este proyecto, Jazz Racine Haïti (2014), interpretaron el iniciático “Kouzin”, ”Sept Fe” rico en sustancias hard-boperas, “Kontredans” de tonalidades brasileras, que intercalaron con otros temas no incluidos en el disco, como el sugerente y desnudo “Tigason” interpretado a trío, batería-voz-saxo tenor. Un quinteto de altos vuelos volando a alto nivel con total desenvoltura, comodidad y encaje.
La jornada se cerró con el “Caribbean Roots” de Anthony Joseph y su mezcolanza musical envolvente y reiterativa a base de afro beat, funk, psicodelia y manifiestos latigazos free.
Las partes free, ampliamente expuestas, estuvieron más balanceadas hacia el rock que al jazz, desarrolladas de forma contundente y visceral por el saxofonista Yaron Harde (miembro de varias formaciones –quartet, septet, unit- del baterista sudafricano Louis Moholo).
Anthony con su voz personal, grave, y persistente, más próxima al recitado que al cante, dejó espacios considerables a sus músicos para que pudieran explayarse a gusto. El líder marcaba sus entradas, o cambios, a golpe de silbido.
Una propuesta que quedó unos peldaños por debajo del disco homólogo, no en vano, en Junas, la sección de vientos quedó reducida de cuatro a un miembro, tampoco estuvieron los “steel drums” de Andy Narrell. Timbres, colores, contrapuntos, sutilezas y sustancias básicas del trabajo discográfico que no pudimos disfrutar en directo.
Joseph, avanzada la actuación, tuvo un recuerdo explícito para Richie Havens, un referente nada lejano, al versionar “Drum song”. Decir que, en algunos pasajes del concierto, el recuerdo de la BSO de Shaft nos vino gratamente a la memoria.
© Joan Cortès, 2016