Albert “Tootie” Heath pertenece a una de esas ilustres familias jazzeras que han escrito a pulso (nunca mejor dicho) la historia del jazz, historia que por otro lado, está salpicada por muchas de estas proles de manera masiva. Proverbiales son los Marsalis (Brandford, Wynton, Delfeayo, Jason, y Papá Ellis), pero también podríamos nombrar a los Jones (Thad, Hank y Elvin), a los más recientes Cohen (Avishai, Anat y Yuval), artísticamente conocidos por el imaginativo nombre de 3 Cohen, al matrimonio Geller, o incluso a los O’Farrill (Arturo, Zack y Adam) o a los cubanos Valdés (Bebo y Chucho), entre muchos otros. El nivel de parentesco es elevadísimo en el mundo del jazz, sin entrar en fórmulas de compadreo y familia lejana, ya que entonces el asunto crecería exponencialmente.
Albert “Tootie” es el pequeño de los hermanos Heath (Jimmy, Percy, Albert) a los que hay que sumar la habilidad percusiva del hijo de Jimmy Heath y sobrino de los demás, claro está, llamado James Mtume Heath. Es curioso mencionar que los tres hermanos recibieron apodos por parte de su abuelo, pero tan sólo el de Albert ha perdurado en el tiempo. Tootie es la adaptación de tutti frutti, helado favorito del menor de los Heath. Ante esto, el bueno de Albert sólo puede estar agradecido de no haber nacido en los 80, ya que entonces lo llamaría Haagen Dazs o Frusen Glädje, confiesa entre risas el bueno de Tootie en una entrevista. Y esto mismo, un tutti frutti musical es lo que nos vamos a encontrar en el presente álbum, en un doble sentido. Primero en relación a los temas, varios standards, otros no tan standards y menos composiciones propias. Y segundo, ateniéndonos a la formación de los músicos que componen el trío, donde encontramos: una leyenda del mainstream como lo es Albert Heath, un pianista pop-jazz como Ethan Iverson, extraído directamente del grupo The Bad Plus y un contrabajista, Ben Street, auténtico conocedor de los caminos más free y vanguardistas del jazz. Todos estos ingredientes, tan heterogéneos, dan como resultado un disco que se convertirá en un clásico moderno (permitidme la expresión) con el tiempo, pero que, en el aquí y ahora, o sea el 2013, se ha convertido en una de las mejores placas.
Con la primera cucharada de este rico helado, nos percatamos de la originalidad del álbum. “The Charleston”, un viejo tema de James P. Johnson muy inusual en los repertorios de los músicos modernos. Le sigue “Charade”, compuesto a partir de una melodía deliciosa de Henry Mancini para la película homónima. Aunque no hayáis visto la peli, seguro que os suena. “Danube Incident” está creada a partir de un gran tema de Portishead titulado «Sour Times», que a su vez está basada en otra melodía, creada por Lalo Schfrin para un capítulo de la serie Misión Imposible. Continuamos, dándonos una vuelta por el Savoy, con uno de los títulos más conocidos del disco, “Stompin´ At The Savoy”. En él encontramos sendos solos, de contrabajo y piano, muy imaginativos, pero me quedo con el de Ethan Iverson a las 88 teclas, que te saca completamente de la melodía original para volver poco a poco a introducirte en ella. “Violets For Your Furs” es otro clásico, compuesto por Matt Dennis. Un tema lento que tuvieron muchos músicos en repertorio de manera brillante, entre ellos John Coltrane, Billie Holiday o Frank Sinatra, aunque hay que decir que la versión de nuestro trío no tiene mucho que envidiar. El helado, que tan gratamente estamos degustando, llega a su ecuador, con un blues titulado “The Intimacy Of The Blues”, compuesto por Billy Strayhorn y popularizado por Duke Ellington. Damos una cucharada más en esa ambrosía helada de varios sabores, con un tema muy chopiniano, donde el piano es el protagonista indiscutible, nos referimos a “How Insensitive”. “Fire Waltz” es una composición maestra de Mal Waldron, un homenaje que el trío hace al pianista neoyorquino con un tema hard bop de muchos quilates. Y llegamos al término de este rico helado, donde el final es siempre lo mejor: “It Should Have Happened A Long Time Ago” es una composición de Paul Motian arreglada de forma muy inteligente. Mientras que el piano toca la melodía original del tema, contrabajo y, sobre todo, la batería desarrollan ritmos africanos, que da un toque muy original al track. Y por último, “Tootie’s Tempo” (no confundir con el tema y el disco del mismo nombre, que Tete Montoliú grabó en Copenhage en 1982, y en el que Albert “Tootie” Heath también participaba), un solo de 5:12 minutos del gran maestro a la batería.
Resumiendo, un gran disco que sabe a clásico, de uno de los pocos elementos supervivientes de la época dorada del jazz, Albert “Tootie” Heath, todo un maestro que desborda sapiencia y buen hacer por los cuatro costados. Todo lo hace bien y con sentido, regalándonos ritmos infinitos y una técnica extática, llegando incluso a dudar en ocasiones si se trata de un sólo baterista, o de dos. Allá por los 70, Herbie Hancock fundó una banda llamada Mwandishi, palabra swahili que significa compositor. En ella, todos sus componentes utilizaban nombres de este dialecto africano, que era más un truco de mercadotecnia que una conversión real a los sistemas de creencias africanos. Entre estos nombres destacaría uno, el asumido por Albert “Tootie” Heath: KUUMBA, que significa creatividad o creación. Un apodo que le va como anillo al dedo a nuestro músico.
© Juan Manuel Castro Medina, 2014
Albert «Tootie” Heath: Tootie’s Tempo.
Albert “Tootie” Heath (Batería), Ethan Iverson (Piano), Ben Street (Contrabajo).
“The Charleston”, “Charade”, “Danube Incident”, “Stompin’ At The Savoy”, “Violets For Your Furs”, “The Intimacy Of The Blues”, “How Insensitive”, “Fire Waltz”, “Cute”, “It Should Have Happened A Long Time Ago”, Tootie’s Tempo”.
Sunnyside Records. 2013