Exigente, sibarita, cerebral, minucioso, recto, exquisito… ¡Lector! si al observar todos estos adjetivos calificativos, se ve usted reflejado claramente, ¡DEJE INMEDIATAMENTE DE LEER! Si es de las personas que leen el apartado crítico de cada libro que se echan al cinto, ¡DEJE DE LEER! Si le molesta que el reciente volumen que ha caído entre sus manos tenga como referencia el estilo ACS y no el APA en relación a las citas del texto, por favor buen lector ¡NO SIGA LEYENDO!
Un Mississippi
Dos Mississippi
Tres Mississippi
Bien, pasados los segundos de rigor, y sólo bajo su responsabilidad, expondré brevemente lo que pasará a través de su retina, atravesará su nervio óptico y recalará en su cerebro, en una especie de coito visual, durante los próximos cinco minutos. El presente “artículo” no es ni más ni menos que una asociación de ideas, sonidos e imágenes que un servidor hace, en base a dos temas muy distintos: el jazz y el misterio. Sí, ha oído bien, misterio. Pero no el misterio de las novelas de Agatha Christie, no. El otro misterio. El misterio de Jimenez del Oso, J.J. Benitez, Iker Jimenez y José Mota (¡uy! comienza la asociación de ideas). El misterio de extraterrestres, crímenes sin resolver, asesinos en serie, crononautas, conspiraciones y fantasmas. Por tanto, no espere una documentación exhaustiva o una investigación a fondo del tema. Es más, todo lo que va e leer es falso o está basado en una leyenda o en vagos testimonios de personas que en la mayoría de los casos, la oscuridad o la lejanía, no le permitieron observar muy bien lo sucedido . Y recuerde, todo lo que va a leer “ha sido producto de su imaginación, no le dé más vueltas, no tiene sentido.”. Espero que disfruten.
Transportémonos pues a la Nueva Orleans de los años 18 y 19 del siglo XX. Un escenario ecléctico por naturaleza y la cuna de infinidad de estilos musicales. En esta urbe del vicio y del pecado, hará aparición El asesino del hacha o Axeman, un psicokiller que bien podría haberse dedicado a anunciar desodorantes. Nada más lejos de la realidad. Axeman matará cruelmente, y lo hará teniendo como patrón liquidar principalmente a italoamericanos y a gente a la que no le gustara el jazz. Esperpéntico ¿verdad? Lo de fulminar al personal que no le guste el jazz lo entiendo, pero… ¿lo de los italoamericanos? Y yo me pregunto: ¿Cómo se comportaría nuestro asesino si se encontrara con un italoamericano al que le gustara el jazz? ¡Menudo dilema! ¿No? Fue tan desconcertante en la época, que las autoridades culparon a la mafia de los crímenes, que como suele ocurrir en estos casos oscilaron entre 7 y 16. En cuanto al gusto del malhechor por el jazz, seguro que no me creéis, pero es totalmente cierto. El mismo Axeman envió una carta manuscrita a la policía que fue recogida por una prensa ávida de amarillismo y morbo:
La misiva repite el discurso que otros asesinos en serie habían usado ya, y que muchos otros seguirían después, verbigracia, Jack el Destripador o Zodiac: “Nunca me cogeréis”, “Volveré a matar”, bla-bla-bla. Hay que esperar al final para encontrar lo más interesante: “Juro por todos los demonios del infierno que perdonaré a cualquier persona en cuya casa esté tocando una banda de jazz.”. ¡Ahí queda eso! Es curioso. Esa noche, los clubs de jazz estuvieron abarrotados hasta altas horas de la madrugada y en las calles se podía escuchar un pastiche cacofónico de melodías entrecruzadas provenientes, en su mayoría, de viviendas de la ciudad. Más vale prevenir. Evidentemente, Axeman no mató esa noche. Lo único positivo que nos quedará del “evento” será la composición local creada por Joseph John Davilla, titulada: “The Misterious Axman´s Jazz (Don´t Scare Me Papa).”. Os enlazo lo mejor que he podido encontrar.
Sigamos con unas cuantas historias sobre fantasmas. Es sabido por todos, que fantasmas en el mundo del jazz hay muchos, entre los que me incluyo, pero no voy a hablar de ese tipo de fantasmas, voy a hablar de los fantasmas que dan mucho más miedo aun. Esos espíritus de los difuntos que se aparecen a las personas de bien cuando están desempeñando su vida cotidiana, como por ejemplo, asistir a su garito favorito para escuchar a su grupo de jazz favorito tomando su bebida alcohólica favorita (¡tened en cuenta este ultimo matiz!). Es lo que ocurrió en 1960 a una joven de la localidad norteamericana de Dover, New Hampshire. La chica en cuestión se percató de que, tras el contrabajista de la banda, asomaba constantemente un rostro muy pálido. La mozuela hizo caso omiso, aunque le llamó bastante la atención, ya que la mirada del extraño sujeto se dirigía directamente hacia ella, sin fijarse en nadie más de la sala. A la salida del evento, volvió a toparse con él, algo normal si ambos habían estado en el club. Si creéis que queda aquí la cosa, estáis muy equivocados, porque cuando esta mujer aficionada al jazz llegó a su hogar y bajó del coche, ¿a quién creéis que vio? ¡Exacto! Al mismo tipo del club de jazz, pero esta vez portando un saxofón y sentado en el césped del vecino. Esa noche no pudo pegar ojo debido al constante sonar del saxo que provenía de enfrente. A la mañana siguiente, la vecina fue a hablar con nuestra protagonista para pedirle perdón por el trastorno y por la noche toledana, ya que su hermano era músico y tenía que practicar constantemente, dejando un detalle para el final: su hermano había muerto hacía tres años.
Las historias de espectros y sus variantes como las casas encantadas son muy numerosas en el mundo del jazz. Nueva Orleans está llena de edificios con fantasmas que fueron clubes de jazz, que después fueron conventos o viceversa, y que hoy son un atractivo turístico más. Por mencionar alguno, podemos citar el famoso Bourbon Orleans Hotel, que ofrece la existencia de nuestros “queridos habitantes” en sus instalaciones como un activo más del negocio. Es tal el atractivo de estos reclamos que incluso ha trascendido a la pequeña pantalla, donde nos podemos encontrar series cuyo tema principal es la convivencia, en una vivienda, entre dos familias, una de carne y hueso y otra espectral. Es lo que ocurre en la serie titulada The Haunted Hathaways. En esta ocasión, los amantes de la música encontramos un aliciente extra: la familia fantasma en cuestión está formada por músicos de jazz. ¡Genial! ¿Verdad? ¿O no?
Prosigamos con nuestro crucero a través del “misterio-jazz”. ¡Marchando una de conspiración histórica! Le toca el turno a la enigmática muerte de Glenn Miller. El 15 de diciembre de 1944, día de San Urbicio, su avión Norseman D-64 desaparecía en el Canal de la Mancha sin dejar ningún rastro. No aparecieron ni restos del fuselaje ni restos de los ocupantes. Sabido es que el trombonista y director de orquesta, también ostentaba el rango militar de Mayor del Ejército Norteamericano, siendo su principal función la de girar por toda Europa con su banda de jazz, pero… ¿qué es lo que llevó a Miller a viajar con una meteorología adversa y nada recomendable para ello? Varias son las hipótesis al respecto. La más racional, y por lo tanto extendida, culpa al hielo y a la niebla como responsables del accidente. Otra, con muchos visos de realidad, es la que habla del abatimiento del avión por una escuadrilla de la Luftwaffe o incluso una variante que parece algo más verosímil: un mero derribo por fuego amigo. Pero nos vamos a centrar en las teorías más heterodoxas, como por ejemplo, la que asegura que Miller sobrevivió al supuesto ataque nazi, aunque quedó algo desmejorado. Su bella cara habría quedado peor que la de Freddy Krueger en Gran Hermano VIP y se refugiaba de hospital en hospital haciendo contadas apariciones a lo Fantasma de la Ópera. Todo un poema. Seguidores de otra de las teorías, aseguran que el director de una de las mejores orquestas de swing fue asesinado en un vulgar lupanar parisino, un final un tanto pedestre para todo un símbolo norteamericano. Algo parecido afirmó el mismísimo hermano del Doctor Miller, como apodaban a Glenn, Herb Miller, que declaró en 1984 que su pariente murió de cáncer de pulmón (Miller padecía tabaquismo crónico) al cruzar el Canal de la Mancha. Al parecer, una muerte tan poco honrosa para uno de los hombres más influyentes del momento, que tuvieron que inventar un final alternativo, un accidente. Pero la que se lleva la palma, es la teoría que mucha gente cree como cierta, Miller fue víctima de una abducción extraterrestre (¡).
Corramos un tupido velo y centrémonos en cosas mas serias. Le toca el turno al actor Nicolas Cage (nótese la ironía), un histrión con un bagaje interpretativo muy pobre, si exceptuamos el film Leaving Las Vegas (es opinión). Un hombre que nos puede parecer a primera vista un tanto antipático, pero rascando un poco más en su figura, podríamos llegar a empatizar con él bastante. El tipo, es tan loco de los cómics que su apellido artístico Cage, está tomado del superhéroe de los tebeos de la Marvel, Luke Cage; tiene un Lamborghini rojo y vivían en una réplica de un castillo. ¿Qué me decís? ¡Mola! Pero no queda ahí la cosa, el sobrino de Francis Ford Coppola, Nicolas es hijo de un hermano del magnífico director, está obsesionado con los espectros desde el momento que vio uno en la mansión de su tío. Este trauma le ha llevado a comprar una de las casas fantasmas más importante del país, llamada LaLaurie, localizada, como no podía ser de otra manera, en Nueva Orleans. Pero, os preguntaréis qué tiene que ver Nicolas Cage con el jazz y el misterio. Pues parece, que Cage es un buen aficionado al jazz y sobre todo al blues (la primera opción para su nombre artístico y que tristemente abandonó fue Nicolas Blue). Tanta es su obsesión con estos estilos musicales, que se niega a rodar en otro sitio que no sea la ciudad de origen de esta música, de nuevo Nueva Orleans. Incluso el interés por la mencionada música, le ha hecho incorporar a su forma de actuar una característica básica de estos estilos: la improvisación. Son muchas las ocasiones en las que el actor da rienda suelta a sus facultades como improvisador, con el consiguiente enfado del resto del reparto. A este respecto, el director de cine David Lynch, se refirió a él como: “El músico de jazz de la actuación.”. Ahí es nada. Pero todo esto se queda en agua de borrajas, si leemos lo que muchos creen a pie juntillas: ¡Nicolas Cage es un vampiro!. Tan cierto como que hay dios. Y es que en 2011, Jack Mörd, el propietario de un archivo fotográfico post mórtem, macabro donde los haya, sacó a la venta un viejo daguerrotipo de unos 150 años de antigüedad, en el que una persona con asombroso parecido con Nicolas Cage posa para la posteridad. Las coincidencias son tales, que bien podrían pasar por gemelo o ser el mismo Cage caracterizado. Pero no, la imagen fue tomada durante la Guerra Civil Norteamericana en Bristol, Tenneessee. Todo ello hizo que corriera como la pólvora la historia vampírica del actor, llegando incluso a tener que desmentirlo en un programa televisivo de máxima audiencia. Ver para creer. Pero este esperpento rozará la locura cuando muchos medios de comunicación generalistas completen sus contenidos desmintiendo el rumor, con encabezados del estilo: “Se desvela el misterio de Nicolas Cage”, o “Nicolas Cage no es un vampiro.”. ¡Nos ha fastidiado! Y yo que creía que sí lo era.
Sin más (ni menos), me despido de todos, siempre con un consejo que se puede convertir en aviso, si lo desean: ¡¡Que suene jazz en vuestras viviendas!! Nunca se sabe cuando otro Axeman puede aparecer.
Texto: © Juanma Castro Medina, 2015