El concepto «Guerra Fría» ha vuelto. Aunque pensándolo bien, nunca se fue. Bernard Baruch, ni se imaginó el éxito que su término tendría a lo largo de los años. El conflicto ucraniano lo ha puesto de nuevo en nuestra sobremesa de una forma totalmente descarnada. Europeístas, rusófilos, ultraderecha, ultraizquierda, descontentos, desarrapados, ejércitos, son los nuevos ingredientes que este cóctel molotov, perdón por el simil, contiene en su interior. Pero… viajemos en el tiempo más de medio siglo hacia atrás. El jazz es el mejor vehículo que conozco para ello. Así que, desplazémonos a la raíz primigenia del concepto. Es 1945, la Segunda Guerra Mundial ha terminado, pero por contra se inicia una escalada armamentística, de gestos, actos y bravuconadas entre el bloque comunista y capitalista, a modo de : ¡Ojo que tengo un arsenal nuclear que no se lo salta un galgo! En esta reyerta barriobajera con puñaladas traperas y miradas con cara de perro, a algún yanky se le encendió la bombilla, e incluyó como arma arrojadiza un estilo musical llamado jazz, además de considerarse como un gesto de buena voluntad y de mejora de las relaciones. Por tanto, encontramos a la música jazz como muestra de la vida occidental, la exportación de la buena vida, el escaparate capitalista, el primer intento de globalización, en lo que se llamó oficialmente: La Diplomacia del Jazz. Es curioso comprobar cómo una expresión cultural tan perseguida en un país, es usada como elemento definidor del mismo, pero eso es harina de otro costal. Avanzando un poco más y atendiendo a los parámetros oficialistas, es de recibo que toda diplomacia tenga sus embajadores, y en este caso no se pudieron escoger con mejor tino: Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Louis Armstrong y hasta Miles Davis, entre otros, en una horquilla temporal que va desde el año 1956 hasta el 1978. Todos estos genios de la música, se convirtieron en los voceros del life style americano, realizando visitas a lugares «calientes» del planeta, no elegidos al azar, evidentmente, y sufragados por el gobierno norteamericano. Hablamos de destinos como la Yugoslavia de Tito, Egipto, Pakistán, Polonia, Irak, Etiopía, etc… Pero sin ninguna duda, el gran logro fue Moscú. Ver a Goodman con su clarinete en el centro de la Plaza Roja, con la catedral de San Basilio al fondo, no tiene precio. Es un símbolo como lo fue en su día la caída de la estatua de Sadam Husein en Bagdad, la foto de la bandera estadounidense enarbolada por los soldados en Iwo Jima o la famosa instantánea del Miliciano Caído, de Robert Capa. Nada era casualidad y todos los cabos estaban atados y bien atados. Mientras que para el África más profunda «utilizaban» a músicos afroamericanos, en destinos como Varsovia o Moscú, enviaron a artistas de corte más clásico como lo fueron Brubeck y Goodman. En este sentido, Benny Goodman difundió una pequeña anécdota que ilustra lo dicho: «Decidí preguntar la funcionario del Ministerio de Cultura Soviético que me recibió, qué le parecía que invitaran a un músico de jazz a Moscú. El funcionario se quedó mirándome y contesto: «Nuestra gente se toma muy en serio la música… por eso no están interesados en el jazz. También por eso Benny Goodman está en nuestro país». Y no le faltaba razón al viejo funcionario. Brubeck y Goodman además de ser blancos y tener una formación clásica, realizaban un estilo de música menos agresiva y más del gusto occidental, si eso se puede decir, un estilo que muchos de los jóvenes leones no consideraban ni jazz.
Podríamos seguir hablando de los múltiples acontecimientos y anécdotas que la visita del clarinetista generó. Podíamos hablar del gesto impertérrito, de laboratorio, que Jrushchov mantuvo durante todo el concierto, podíamos referirnos a las películas soviéticas, marcadamente nacionalistas, donde se usaba música popular rusa, cuando salían en pantalla los héroes, y jazz, cuando lo hacían los villanos, o deberíamos criticar el mangoneo económico que Goodman se trajo con algunos de los componentes de su banda, pero entonces nos excederímos del espacio reservado y obviaríamos lo realmente importante, la música. Así que… comencemos con el apartado técnico. El álbum estuvo producido originalmente, en 1962, por la discográfica RCA Records, reeditado por el sello American Jazz Classics y distribuido en España por DistriJazz. El disco está compuesto por 21 tracks más 16 bonus track inéditos hasta ahora, organizados en dos discos. En cuanto a la información adjunta en el libreto del cd, debemos decir que es excelente, a saber: entrevista a Benny Goodman por Les Tolmkins en el año 1962, amplia información del evento de la mano de Anthony Waiser, notas originales del álbum del 62 escritas por la pluma de George Avakian, un amplio apartado técnico con formaciones de los distintos temas, fechas, información de los bonus y finalmente un salteado fotográfico mágnifico. En resumidas cuentas, un diez para la faceta estética e informativa.
Capítulo aparte merece la música, con temas arreglados para la ocasión. Este aspecto preocupó mucho a Goodman, que se debatió entre no llevar temas muy antiguos, para no parecer anticuado, pero tampoco llevar temas muy nuevos, por miedo a que el público soviético, demasiado bisoño, no los entendiera. Finalmente encontramos standars clásicos, valga la redundancia, como Body And Soul, junto a composiciones de autores más modernos como Tadd Dameron («Swift As The Wind», «Fontainebleau») o el mismo Joe Newman («Midgets»), músico que engrosaba la sección de trompetas de Goodman. El álbum se abre con el supertema «Let´s Dance», 45 segundos que encienden al público. Pero donde realmente, la banda de Goodman hace saltar al respetable por los aires, es en el corte número tres, «Meet The Band», en el que presenta a la banda de forma progresiva e intensa: Joe Newman, Joe Wilder, Jimmy Knepper, Phil Woods, Zoot Sims, Victor Feldman, Teddy Wilson, Mel Lewis, entre otros. Una formación de auténtico ensueño. A partir de este punto, todo va como la seda, con numerosas composicones como la premonitoria «Mission To Moscow», «Avalon» o «Bye Bye Blackbird», entre otras, todas altamente disfrutables.
En otro orden de cosas, podemos afirmar, que el apartado sonoro es inmejorable, con una remasterización de 24 BIT, aunque parece que en la grabación original tuvieron algún que otro problema para recoger el sonido ambiente, en el que los asistentes al concierto pedían y vociferaban más solos de los saxofonístas, gritando: ¡Zoot! o ¡Pheel! Como eso no se pudo captar con toda la nitidez posible, George Avakian, productor y Carl Schindler, ingeniero de sonido, prestaron sus voces para reproducir estas exclamaciones. Un buen ejemplo de ello es el final del corte número seis, titulado «Titter Pipes».
Acabando, un álbum histórico que por sólo lo que significó históricamente, debería estar en las estanterías de cualquier coleccionista o aficionado al jazz. Si a esto, le añadimos lo cuidado de su producción y la gran música, una lucha entre lo viejo (Goodman) y lo nuevo (Zoot, Woods…), que encontramos en su interior, certificamos sin temor a equivocarnos, que es toda una experiencia y un magnífico disco. Muy recomendable. Vashe Zdorovie!
© Juanma Castro Medina, 2014
Benny Goodman: The Complete Benny Goodman In Moscow
Músicos: Benny Goodman (Clarinete). Joe Newman, Joe Wilder, Jimmy Maxwell, John Frosk (Trompeta). Wayne Andre, Willie Dennis, Jimmy Knepper (Trombón). Phil Woods, Jerry Dodgion (Saxo alto). Zoot Sims, Tommy Newsom (Saxo tenor). Gene Allen (Barítono). John Bunch, Teddy Wilson (Piano). Turk Van Lake (Guitarra). Bill Crow (Contrabajo). Mel Lewis (Batería). Victor Feldman (Vibráfono). Joya Sherrill (Voz).
Composiciones: «Let´s Dance», «Mission To Moscow», «Meet The Band», «I Got It Band (And That Ain´t Good)», «Why You?», «Titter Pipes», «Avalon», «Body And Soul», «Rose Room», «The World Is Waiting For The Sunrise», «Bei Mir Bist Du Schden», «Stealin´ Apples», «Feathers», «On The Alamo», «Midgets», «One O´Clock Jump», «Bye Bye Blackbird», «Swift As The Wind #1», «Fontainebleau», «Meadowland», «Goodbye».
Bonus Tracks: «I´ve Grown Accustomed To Her Face», «Swift As The Wind #2», «Announcement Into King Porter Stomp», «Meet The Band #2», «Let There Be Love», «Bugle Call Rag», «Meet The Band #3», «Missión To Moscow #2», «Clarinet A La King», «King Porter Stomp #2», «Avalon», «Body And Soul», «China Boy», «Medley: Poor Butterfly / I Can´t Give You Anything But Love», «The Sheik Of Araby», «Gershwin Medley: The Man I Love / Embraceable You / Lady Be Good / Somebody Love Me / Liza».