Brad Mehldau ha conseguido algo relativamente inhabitual en lo referente a un músico de jazz: que un concierto suyo sea (casi) un acontecimiento. Hay motivos, desde luego. El pianista es uno de los más influyentes de su generación y, además, su estilo y algunas elecciones de su repertorio le acercan a un público no especializado que le valora y le tiene como un músico importante a nivel global. Eso es importante. En su concierto en Bilbao, Mehldau no defraudó a un público en el que se podía encontrar más gente con interés que verdaderos aficionados, lo cual no resultó un obstáculo en absoluto. Elegante y casual, casi trendy, Mehldau se sentó al piano como a él le gusta, con una mezcla de familiaridad y esoterismo. Su acercamiento al teclado recuerda inevitablemente al de Keith Jarrett, abstraído, místico. No tan extravagante pero (aparentemente) sí muy concentrado. Las primeras piezas fueron dos originales extraídos de Highway Rider, “John Boy” y “The Falcon Will Fly Again”, que se beneficiaron de la ausencia de las florituras del disco producido por Jon Brion. A piano solo, las composiciones de Mehldau suenan más auténticas que en algunas de sus grabaciones, más ceñidas, tal vez, a lo que el pianista quiere extraer de ellas. Así, sin ser un compositor particularmente dotado, Mehldau brilló en el concierto también como autor, ya que varios temas suyos estuvieron entre lo mejor del recital. No faltaron los standards (“I’m Old Fashioned”, un “Get Happy” repleto de inteligentes giros) o las versiones de bandas de rock que tanto le gustan, como “Bittersweet Symphony” de The Verve, “Teardrop” de Massive Attack, un escueto y afortunado “Martha” de Tom Waits o “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana. Ésta elección es un tanto peligrosa porque, a estas alturas, uno se pregunta qué se puede hacer en jazz con este tema que no se haya hecho ya. Y, sin embargo, Mehldau consiguió sacarle sustancia, y mucha, gracias a rearmonizaciones inéditas y a su increíble capacidad para frasear. El resto, según los estándares del pianista: tremenda técnica, escalofriante independencia de manos, ostinatosincansables y desarrollos que alcanzaron momentos gloriosos y que, ocasionalmente, traspasaron los límites de lo razonable entrando en el terreno de lo exhibicionista y lo autoindulgente. Mehldau es muy bueno, y lo sabe. Para bien y para mal. No hay evolución en su música, pero sigue exprimiéndola todo lo que puede El último bis fue una vitoreada versión del clásico de Bobby Timmons “This Here”, lo que nos remite al último tema de su reciente (aunque grabado hace 6 años) disco a piano solo, Live In Marciac, que se cierra con “Dat Dere”, probablemente, el tema más conocido de Timmons. Y es que Mehldau es un tipo de costumbres. Texto © 2011 Yahvé M. de la Cavada
Ilustración © 2011 Naiel Ibarrola
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2011-04-05