Jazz em Agosto 2011
- Fecha: 12 de agosto de 2011.
- Lugar: Auditorio al aire libre, Fundación Calouste Gulbenkian (Lisboa).
- Componentes:
Peter Brötzmann: saxos tenor y soprano, clarinete, tarogato
Toshinori Kondo: trompeta y electrónica
Massimo Pupillo: bajo eléctrico
Paal Nilssen-Love: batería
-
Comentario:
Con los cinco minutos de cortesía habituales dio comienzo el segundo fin de semana del Jazz Em Agosto 2011 en el Anfiteatro al Aire Libre de la Fundación Caloustre Gulbenkian de Lisboa. Fue el inicio de un concierto de casi ochenta minutos en el que el septuagenario saxofonista alemán Peter Brötzmann ejerció su maestría.
Con el de Remscheid se podría facilmente tirar de tópicos. Que si el jazz en Europa en los años 60, que si Ayler, que si la brutalidad de una joya como Machine Gun, que si las anécdotas de alguno de sus conciertos en los años 80 y 90… Por fortuna o por desgracia no todo el mundo ha tenido la oportunidad de vivir esos instantes, aunque la realidad es que a pesar de su edad Peter Brötzmann se encuentra en uno de los momentos más dulces de su carrera. Dan fe de ello proyectos como el Peter Brötzmann Chicago Tentet (su actuación en el San Juan Evangelista el pasado año fue de lo mejor que se ha visto en mucho tiempo en Madrid) o el proyecto Hairy Bones , en el que le acompañan el trompetista japonés Toshinori Kondo, el bajista italiano Massimo Pupillo (integrante del grupo italiano de hardcore-jazz Zu) y el baterista noruego Paal Nilssen-Love.
Repasando la formación otro tópico que puede acudir raudo a la mente es el cuarteto Die Like A Dog. El magnífico homenaje en espíritu a Albert Ayler que Brötzmann formó en los noventa con Kondo, el bajista William Parker y el baterista Hamid Drake, y que dejó como legado unas cuantas grabaciones (a cuál más recomendable), en el sello alemán FMP. En 2011 comparar Hairy Bones con Die Like A Dog es perder el tiempo y sobre todo perderse una realidad deslumbrante. Muy diferentes entre sí, Die Like A Dog fueron enormes en su momento, lo mismo que en la actualidad lo son Hairy Bones . Aquellos deslumbraron hace unos cuantos años, mientras que estos lo hacen a día de hoy.
Tras este preámbulo sólo quedaría indicar que el concierto lisboeta fue perfecto, el paradigma de una de las muchas formas que hay de entender el jazz en directo. Setenta y siete minutos de música, sin bises, repartidos en un par de improvisaciones de cincuenta y cuatro y veintitrés minutos respectivamente. La intensidad del concierto fue una montaña rusa que los cuatro músicos manejaron a la perfección. Comenzando a media altura respecto de lo que vendría después, la dinámica fue subiendo y bajando con una naturalidad increíble. En ello tuvieron un papel imprescindible tanto las participaciones como las ausencias de todos y cada uno de los cuatro músicos. A lo largo de todo el concierto tuvieron lugar un innumerable número de solos, así como todos los dúos y tríos posibles formados por los cuatro músicos (su enumeración es cuestión de pura combinatoria). Estos se fueron incorporando y abandonando esas formaciones dejando tras de sí una música que fue discurriendo de un modo que solo está al alcance de muy pocos grupos. No hicieron falta indicaciones o miradas entre los músicos que indicasen quién entraba o quién salía. Su comunicación fue algo parecido a la telepatía. El mejor ejemplo fue el final del concierto con los cuatro músicos terminando con una sincronía total.
Brötzmann empleó el saxo tenor (con el que utilizó un mínimo de cuatro cañas), el saxo soprano, el clarinete y el tarogato. Cuatro sonidos diferentes, aunque con un denominador común que fue la enorme energía del músico alemán. Esta intensidad no fue obstáculo para que realizase unas delicadas intervenciones en solitario en los valles de la escarpada cordillera que fue la actuación. Allí hizo gala de esa sensibilidad que ha mostrado en sus grabaciones en solitario. No resultaría extraño que esos momentos sirviesen para separar en distintas partes el primer tema en la futura edición del concierto en el sello Clean Feed.
El trompetista Toshinori Kondo, sentado durante la práctica totalidad del concierto, utilizó sus pedales para transformar el sonido de su instrumento. Con ellos añadió ecos o distorsionó las notas llevando la música de los dominios del free a los territorios de la improvisación libre. Paal Nilssen-Love deslumbró una vez más con su forma de manejar el ritmo. Los problemas que tuvo con un charles (y que solucionó sobre la marcha) no le supusieron dificultad alguna. El noruego está en un momento increíble, a lo que sin duda ayuda el tocar con todas esas buenas compañías en que lo hace.
Massimo Pupillo fue el segundo integrante de una apisonadora rítmica. Su bajo eléctrico quizás no tenga la versatilidad del contrabajo, aunque ello no fue obstáculo ni para ejercer de instrumento puramente rítmico, ni para realizar sus solos o intervenir junto con sus compañeros.
El concierto fue de los que quedan en la retina y en los tímpanos. No es fácil encontrar sobre los escenarios una interacción a semejante nivel. Al hablar del free es fácil quedarse únicamente en el envoltorio de un aparente caos. Sin embargo el concierto de Brötzmann y compañía fue desarrollado con una lógica aplastante, y no por ello menos libre, que dio sentido total a uno de los mejores conciertos vistos en mucho tiempo.
Texto © 2011 Pachi Tapiz
Fotos © 2011 Sera Martín
5 comentarios