Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver
La frase es atribuida a James Dean pero en realidad fue pronuncia por John Derek en la película Llamad a cualquier puerta, dirigida por Nicholas Ray en 1949 y protagonizada por Humphrey Bogart.
La frase se ajusta como un guante y define a la perfección lo que fue la vida de Charlie Bird Parker, una vida breve e intensa, con problemas con el alcohol, las drogas y varios ingresos psiquiátricos que apenas le dieron para permanecer en el mundo 34 años.
Charlie Parker fue hijo único y perteneció a una familia desestructurada, con un padre como Charles Parker que era bailarín de claqué y que abandono pronto el seno familiar y a su hijo con apenas 12 años. Este revés bien pudo suponer que el joven Parker se adentrara en el consumo de alcohol y drogas como la marihuana y la heroína; de hecho a la edad de 15 años afirmó:
“Todo vino por entrar en la vida nocturna demasiado pronto… Cuando no has madurado lo suficiente para saber qué está pasando, la cagas”.
En 1936 se casa con Rebecca Ruffin y meses más tarde sufre un grave accidente de coche con diferentes fracturas que le producen fuertes dolores que mitiga con morfina, lo que favorece, aún más, su adicción a la heroína. En 1938 nace su primer hijo, Leon Francis Parker.
Su juventud viene marcada por una vida dura y lamentable. En 1939 apenas resiste en la ciudad de Nueva York, dedicándose a la limpia de locales y el lavado platos en los nightclubs.
Dos nuevas y breves uniones matrimoniales completan su azarosa vida. En 1943 se casa en Washington con Geraldine (Gerri) Scott y en 1948 vuelve a contraer nupcias en Tijuana con Doris Sydnor, matrimonio que la heroína se encargaría de destruir.
“La mayor estabilidad emocional” la obtuvo a partir de 1950 al lado de Chan Richardson con la que no llegó a casarse y con la que tuvo dos hijos. Pree, nacida en 1951 y Baird, nacido en 1953.
En ese año, 1953, la noche del 15 de mayo en el Massey Hall (Toronto, Canadá) esperaban las cuatro figuras principales del be-bop: Dizzy Gillespie, Bud Powell, Charles Mingus y Max Roach, y también esperaban que lo hiciera Charlie Bird Parker, pero éste se presentó sin instrumento tras haberlo empeñado a cambio de droga, lo que provocó que tuviera que tocar con un saxofón prestado de plástico en el memorable The Greatest Jazz Concert Ever.
El hecho de la venta del saxo a cambio de la adquisición de la droga y el fallecimiento de su hija Pree, en ese mismo año, a causa de una neumonía mal tratada por la escasez de medios económicos del músico, supusieron un punto de inflexión tan negativo como para llevarle al borde de la muerte con dos tentativas de suicidio en 1954; igualmente, en ese mismo año, le prohíben la entrada en el club neoyorkino que habían bautizado con su nombre, Birdland.
El deterioro de su salud física y mental le llevó al ingresó voluntario en el Bellevue Hospital de Nueva York durante 3 meses.
Así irónica y paradójicamente el día 12 de marzo de 1955 el hombre y el músico que transformó el jazz en Arte dejó el miserable mundo que le tocó vivir. Y lo hizo riendo a carcajadas ante un programa de televisión en el apartamento de Manhattan de su buena amiga, mecenas del jazz y hermana de Lord Rothschild, la Baronesa Pannonica de Koenigswarter.
Los 34 años vividos parecieron entre 50 y 60 como bien constataba el médico que certificó su defunción.
Su vida fue «sexo, drogas y jazz». Casi con este slogan podríamos decir que también fue un abanderado y un pionero de lo que años más tarde acuñó el mundo del Rock.
Y no solo fue pionero en slogans también se adelantó a su tiempo como muerto prematuro.
Le siguieron una legión de músicos del mundo del rock tales como: Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jim Morrison, Brian Jones etc.
Por todo ello, Charlie Bird Parker fue genio y figura: Vino a este mundo llorando como todos y se fue riendo como ninguno.
Texto y dibujo: © Enrique Farelo, 2020