El hombre que en su interior no tiene música ni llega a conmoverse con acordes de armoniosos sonidos, es capaz de traición, de engaños y rapiñas; los instintos de su espíritu son lóbregos como la noche, y sus sentimientos, como el Érebo, oscuros. No os fléis jamás de un hombre así. Y oíd la música.
El Mercader de Venecia (Acto V, escena I). William Shakespeare – . (1594?/ 1596?)