- Fecha: 17 de Febrero de 2018.
- Lugar: Clamores, Madrid.
- Componentes:
Feefifofum Quartet
Carlos Murillo, guitarra.
Jordi Ballarin, saxo tenor.
Carlos Ibáñez, contrabajo.
César de Frías, batería.
Miquel Asensio “Rochet”, batería invitado.
Por fin los aficionados al jazz del foro tuvieron la oportunidad de disfrutar de uno de los proyectos más interesantes surgidos el año pasado en Madrid: Feefifofum Quartet. No deja de resultar sorprendente que un proyecto germinado en la capital haya tenido que esperar nueve meses desde la publicación de su disco de debut hasta disponer de un marco adecuado a su nivel para presentarlo en su propia ciudad, asumiendo además el riesgo y la precariedad laboral que para los músicos supone subirse a un escenario a cambio de lo recaudado en taquilla. Por suerte para el cuarteto, la excelente acogida en prensa de su primer trabajo y el boca a boca propiciaron que la banda pisara las tablas de Clamores con la sala llena de un público hambriento de su repertorio.
El guitarrista Carlos Murillo fue el responsable de romper el hielo presentando con una introducción a guitarra sola en la estela de Joe Pass la melodía amable y plena de swing de “Mind The Gap”, donde se vivieron los primeros cruces excitantes de solos entre el saxo y la guitarra. La velada continuó a ritmo de bossa con “Abrázame”, una melodía cantábile envuelta en una bellísima progresión armónica que sirvió de marco a un intenso diálogo entre el tenor de Ballarín y la batería de De Frías que dio paso a Murillo, quien construyó un discurso magistral hilvanando ideas que giraban en torno al motivo principal. Siguió una de las piezas más intensas del disco: “El Vuelco”, que en sus distintos movimientos permitió a la banda abrir espacios a la comunicación colectiva, protagonizando algunos de los momentos más excitantes de la noche. Después de la adrenalina, llegó la calma con “Esperando”, un vals que refleja en sus cambios armónicos la incertidumbre que siente quien aguarda, un original muy personal del contrabajista Carlos Ibáñez, que tuvo sus momentos de lucimiento en una intervención deliciosamente melódica.
El cuarteto volvió a pisar el acelerador a golpe de swing con “Unstable Moments”, la recreación de Jordi Ballarin de “Stablemates” de Benny Golson, una exposición intrincada y llena de trampas rítmicas en cuya sección de solos destacó la guitarra de Murillo y su certero uso de los silencios. A continuación, sonó “9-3-93”, un vals montado sobre un elegante riff de contrabajo en el que la armonía de la guitarra invita a soñar, que propició además un íntimo diálogo entre ambos en uno de los puntos fuertes de la velada. El contrabajo cantó en solitario la melodía de “Progresión”, otra pieza destacada del álbum, en que la oscuridad de los primeros pasajes acaba resolviendo hacia la luz, un bello movimiento armónico que nos revela el talento compositivo de Jordi Ballarin, para seguir con “Feefifofum”, un standard que, paradójicamente, el cuarteto aún no había incluido en sus directos, y cuya interpretación resultó bastante fiel al original que Wayne Shorter grabara en 1964 para su Speak No Evil.
Una de las novedades de la noche fue la incorporación a la banda del baterista madrileño César de Frías, que ha sustituido a Miquel Asensio “Rochet”. El valenciano quiso despedirse del cuarteto por todo lo alto y subió al escenario para tocar “Rectilini”, pieza que formó parte de su excelente debut Senda Nova y posteriormente aportó al repertorio de Feefifofum. Ya en la recta final sonó la emotiva bossa “Lucas” con una introducción a guitarra sola que dio paso a la exposición a trío para incorporar después al saxo tenor, donde Murillo volvió a lucirse en un solo pleno de virtuosismo cabal. “Muñecota”, uno de los cortes más memorables de la grabación, supuso el perfecto fin de fiesta, y ante la insistencia del respetable, los músicos agradecieron el calor del público con el inédito “Querido Wes”, una pieza de nuevo cuño del guitarrista, un latin acelerado que después del solo de saxo vira a swing, y que Murillo interpretó, como no podía ser menos, rasgueando las cuerdas con el pulgar.
Entre las virtudes de la velada, cabe destacar la importante afluencia de público que llenó Clamores para disfrutar del jazz en vivo en un club, fundamental para la supervivencia de los músicos y la continuidad de sus proyectos. Sobre el escenario, el excelente equilibrio entre las voces solistas de Murillo y Ballarin, el placer de disfrutar del contrabajo Carlos Ibáñez, toda una clase magistral de un técnico exquisito que hace ya tiempo que mereció engrosar el panteón de los Colina, Charlín, o Miguel, y la acertada incorporación de César de Frías, batería discreto y respetuoso del espacio ajeno, pero muy presente, magnífico centinela presto a recoger y contestar al instante los guiños musicales de sus compañeros.
La escena jazzística de la capital tiene en Feefifofum la apuesta firme de una formación con todos los ingredientes para ser, si las circunstancias y su propia tenacidad lo permiten, en tiempos tan hostiles para la música, un proyecto estable y de largo recorrido. Compositores con talento y cautivadoras historias que contar, ejecutantes de sobrada solvencia, capaces de asumir riesgos y salir airosos, y, por encima de todo, una enorme capacidad de escucha y reacción para crear intensos diálogos y dinámicas de improvisación colectivas que hacen de su música una entidad viva y cambiante. Como diría el añorado Cifu, con Feefifofum en un escenario… “ahí arriba pasan cosas”.
Texto y fotografías: © 2018 Sergio Cabanillas