Ahora que acaba el “calorcito” y comienzan a caer las “hojas muertas” por culpa del crudo otoño, no vendría mal recordar uno de los eventos jazzeros más “hot” que en su día se llevaron a cabo en Estados Unidos. Imaginaos que sacáis un abono para asistir a todos los conciertos de un festival de jazz durante una semana. Llegáis a la puerta del recinto y el revisor os pica el mencionado abono, pero en lugar de pasar por la puerta, subís una pasarela que os lleva a la cubierta de…¡¡un barco!! Os acomodan en vuestro camarote y durante toda la semana disfrutáis de todo un crucero y de los mejores grupos de jazz del momento. Nos referimos al The Floating Jazz Festival, un festival miamense que se celebraba de forma anual o semianual y que perduró durante una horquilla temporal de 19 años, desde 1983 hasta 2002.
Dos fueron los barcos afortunados que albergaron el evento. Primero el S/S Norway, en su día el barco para crucero más grande del mundo, aunque pronto fue desbancado de tal honor. Se utilizó para el Festival hasta que un fuego catastrófico en su sala de máquinas lo dejó inservible.
Después el grave accidente se pasó a usar el Queen Elizabeth II, un magnífico buque que podía hacer las rutas transatlánticas con total facilidad y equipado con todos lo lujos imaginables. En este festival se dieron cita las más grandes leyendas del jazz: Johnny Frigo, Red Holloway, Junior Mance, Nat Adderley, Dizzy Gillespie, etc, figuras a las que tenía total acceso una de las organizadoras, la famosa empresaria teatral y musical Shelley Shier, conocida entre otras cosas por llevar a todo el mundo la aclamada obra teatral Jesucristo Superstar. De este acceso ilimitado, por motivos obvios, los músicos no podían saltar por encima de la borda, se aprovecharía el fotógrafo Hank O´Neal, que realizó un gran número de fotografías, a la postre único documento visual de la existencia del Festival, sin contar con las fotos privadas del público, claro. En ellas podemos ver a los músicos en una actitud relajada, sin presiones de ningún tipo, charlando distendidamente o departiendo con los miembros de la tripulación.
Para finalizar, tan sólo decir que muchos de estos conciertos fueron grabados. Hoy, la editorial Chiaroscuro tiene en su catálogo la mayoría, con una calidad bastante alta y muy bien editados. Auténticas joyas sonoras que se han convertido en sensacionales documentos de la historia del jazz. Tan sólo me queda decir: ¡¡Bon Voyage!!
© Juanma Castro, 2013