Vivimos días esquizofrénicos, porque hace poco más de un mes escribíamos sobre su Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y hoy lo hacemos para despedirnos. Este mes de marzo también dedicaba mi página de jazz mensual en la revista Scherzo a dar cuenta de su obra y figura a raíz del prestigioso premio, con lo que los adjetivos relucían más que nunca, empequeñecidos y oscurecidos en tan sólo una llamada: “A Cifu le ha dado un ictus”. La noticia cayó como un mazazo, porque no podía ser. Tan sólo unos días antes había hablado con él y le encontré fuerte, ilusionado con el premio, aunque –ya se puede decir- enfadado con el ministro Montoro y su genocidio cultural, hasta el punto de que dudada si ir a recoger el trofeo o no. Sentía el jazz por encima de todas las cosas y como una de las grandes expresiones culturales que es, le dolía el ninguneo de políticos como el susodicho.
Hoy ya no hay sitio para las palabras, sólo recuerdos, vivencias y conversaciones gastadas en festivales, clubes, hoteles, espacios de paso, jam sessions… Ya sólo cabe recordar ya, no hay otra, porque a partir de ahora deberemos habituarnos a su ausencia, y a su presencia gracias a esos recuerdos. Le conocí en el Club de Música y Jazz San Juan Evangelista, cuando yo estudiaba periodismo y veía a Cifu como maestro de maestros. Las primeras charlas me descubrieron a una persona cariñosa y accesible, y por supuesto a una enciclopedia del jazz. El paso del tiempo acabó haciéndonos compañeros de profesión, aunque yo siguiera –y lo confieso sin pudor- muy, muy, muy lejos de su sabiduría. Llegado ese momento puede decirse que ya éramos amigos, esto es, hablábamos de más cosas, aunque la conversación acabara siempre en alguna anécdota o alguna lección de jazz
Así era Cifu, vivía por y para el jazz y eso se notaba a través de esas dos últimas ventanas radiofónicas que nos regaló, A”, en Radio 3, y Jazz porque sí, en Radio Clásica. Este último programa, junto con su etapa en TVE y el espacio Jazz entre amigos, fue la debilidad de Cifu; respiraba por él, vivía por él. Fue justo que toda la labor radiofónica y divulgadora fuera reconocida con un Ondas, como antes se lo habían reconocido instituciones como el mencionado Club de Música y Jazz San Juan Evangelista, los festivales de San Sebastián, Getxo, Ezcaray, Borja y Melilla, clubes como el Clamores o el Bogui…
Hoy las palabras no salen, no encuentran su orden ni lógica, sólo cabe recordar; recordar a Cifu con su vodka con naranja, su vino de La Rioja alavesa, su botella de agua, su inventario de chistes y anécdotas de jazz, sus recuerdos junto a otros músicos, la sombra alargada de Isa, su mujer… Hoy toca recordar todo lo que hizo por el jazz, porque siendo periodista fue maestro, compañero, amigo y padrino de cientos de músicos y profesionales del género.
Me lo acababa de decir en una reciente entrevista con motivo de su Medalla de Oro: “A mí el jazz me lo ha dado todo”. Y tú a nosotros Cifu, y tú a nosotros.
Texto: © Pablo Sanz, 2015. El Mundo/Scherzo
Fotografía: © Sergio Cabanillas, 2008