Bendito sea el jazz y dichosos los músicos que lo hacen posible. Disculpad tanto énfasis, pero es que necesitaba comenzar manifestando abiertamente mi más sincera y llana gratitud, conmocionado aún por la calidad del disco que hoy vengo a comentar. Una verdadera obra de arte.
Si en mi anterior reseña sobre el último trabajo de Jorge Rossy (Ivlianvs Suite) subrayé la particularidad de que un álbum de jazz encontrara su inspiración en una obra literaria (Juliano el apóstata, de Gore Vidal), tras escuchar, feliz de mí, repetidas veces el último trabajo de Javier Vercher, Wish You Were Here, me consta ya que es un álbum de jazz susceptible de inspirar por sí solo varias obras literarias. Se trata ciertamente de dos álbumes muy distintos, que comparten no obstante sutiles correspondencias, como el hecho de que Vercher incluya a Rossy y a Chris Cheek en sus agradecimientos y sea, a su vez, el autor de las fotografías que ilustran Ivlianvs Suite. En todo caso, ambos trabajos tienen en común el ser verdaderas obras de creación, nacidas de proyectos personales tan ambiciosos como honestos y llevadas a cabo por músicos españoles con arrojo, constancia y absoluta coherencia con sus respectivas trayectorias. Y no es orgullo patrio, sino todo lo contrario: la música no tiene patria; pero a mí, mortal aficionado, me resulta harto gratificante y esperanzador ser testigo de cómo el jazz que hacen un catalán y un madrileño tiene día tras día más alcance y es cada vez más reconocido en foros internacionales y en la mismísima cuna del jazz. Eso sí que es un síntoma de progreso, de apertura, de comunicación.
En el jazz cuentan sobre todo el bagaje personal y la individualidad de cada músico. El músico de jazz lleva siempre un fuego en su interior que necesita alimentar y compartir. En ese sentido, este álbum es una hoguera de hogueras cuyas llamas se funden para procurarnos calor. Calor. Ésa es la palabra. Javier Vercher ha reunido en Wish You Were Here a un plantel de músicos de primerísima línea que, amén de intérpretes superdotados, son también prolíficos creadores y compañeros de viaje en numerosos proyectos individuales y colectivos. El resultado es una obra luminosa que arroja mucha luz en nuestros oídos. A través de ellos percibimos cómo la libertad y el magisterio de Vercher se sustentan y elevan sobre todos los cánones y las referencias estilísticas. Dicho de otro modo: Vercher es un creador verdadero que se apropia y nutre de la herencia jazzística colectiva y la convierte en cimiento individual sobre el que edificar su propia música. «Una vez la obra de arte se ha hecho orgánica, esa obra es para siempre», dijo precisamente el impar arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright. Wish You Were Here es una obra sabiamente ordenada, proporcionada y acabada, pero también absolutamente abierta, en la que cada una de las partes armoniza con el todo. Es una obra, pues, viviente y en perpetuo movimiento, que demuestra que Vercher está tocado por las musas, sí, pero también su conocimiento y su dominio sobre todos y cada uno de los resortes que le han permitido materializarla. Todo ello la convierte en una obra al mismo tiempo atemporal y poderosamente actual. Una obra maestra. Por eso no tiene mucho sentido hablar aquí de estelas, semejanzas u órbitas en las que se inserta el jazz que hace Vercher. Como artista total, en su música todo tiene cabida, toda el alma del jazz está presente. Por otra parte, Vercher no ha ocultado nunca sus referentes e influencias; yo, obviando las más emblemáticas, casi me atrevería a asegurar que el saxofonista Chris Cheek ha sido y continúa siendo uno de los músicos más determinantes en su carrera (casi he sentido su aliento en la hondura y los timbres de «Ears Of A Distant Traveler»); pero lo cierto es que él traza y explora sus propios caminos partiendo de sus más íntimos diálogos con la realidad para alumbrar jazz de la más alta y noble estirpe.
Ya desde su presentación (estuche y álbum exquisitamente diseñados e ilustrados fotográficamente por Carlos Pericás) tenemos la impresión de que Wish You Were Here es un proyecto personal muy trabajado, compacto, firme, con cuerpo, en el que todos los elementos encajan a la perfección. Una vez desentrañado su interior, ya no nos cabe duda de que lo que allí se custodia es una música para oír una y otra vez como si fuera siempre la primera. Con ella, sin duda, Javier Vercher se sitúa ya internacionalmente entre los músicos y compositores de jazz más creativos, versátiles y necesarios de su generación.
Todos los temas son composiciones de Vercher, a excepción del que da inicio al álbum, «Vivi», compuesto por Loueke. Este tema, desde luego, es magnífico, y constituye un prólogo sublime (otro paralelismo literario) del trabajo de Vercher, en el que cada pieza es un mundo que cada uno de los músicos hace suyo. Y eso también se siente: el placer de los músicos por participar en un proyecto así. Sin duda es lo que más vida, unidad y autenticidad le confiere a este trabajo. Vercher exhibe toda su destreza y acredita una capacidad de expresión y transmisión realmente portentosa a través del diálogo con los músicos que le acompañan. La pulsión y el impulso de cada uno de ellos, desde la primera a la última nota, revelan una fluidez y una complicidad extraordinarias. Raras veces se consigue tal intensidad, tanta inmediatez, tanta dinámica. Loueke (de quien además de su predominio armónico hay que destacar sus brillantísimos solos, siempre acolchados por su cálida voz), Yahel (aunque sólo interviene en tres de los temas), Grenadier y Mela están inconmensurables. Éste último hace matemática pura con las baquetas y las escobillas y crea tejidos que en todo momento fluyen cálidos y acogedores.
En líneas generales, de los siete temas que componen este álbum destacaría la sencillez cuasi minimalista de sus melodías, que contrasta con su gran riqueza armónica; también su discurso, pleno de contenidos y matices, y su lenguaje, claro y reflexivo a la vez que intuitivo y natural. Luego está que cada tema tiene su propia textura, su tiempo y su desarrollo justos, y pone en marcha un engranaje de vínculos insospechados en los que ni a Vercher ni al resto de los músicos les queda nada por decir ni por callar. El mencionado «Vivi» y «Ahí donde vive Joe» son temas rotundos; quiero decir que tienen esa hechura que caracteriza a los grandes temas inmortales, aquellos que guardamos para siempre en nuestra memoria. “Ahí donde vive Joe», puro swing alto que alterna tiempos ternarios y cuaternarios, comienza abruptamente y tiene una melodía dinámica, alegre, cautivadora, a la que no le sobra ni le falta ni una nota. «Wish You Were Here», la composición que da título al álbum, comienza con un ágil aleteo de las escobillas, con las que Mela se recrea durante todo el tema; Vercher inicia la melodía como un vals que inapreciablemente se diluye en una atmósfera más intensa, claroscura, con latidos muy diversos pero armónicos. «Magicians Of Sound» es, junto a «Style And Grace», uno de los temas más eclécticos y contemporáneos. Comienza con una solitaria melodía de saxo que me resulta enormemente familiar. No sé…, me recuerda una cancioncilla popular, un fragmento de música de zarzuela e incluso la mismísima «Danza del fuego» de Manuel de Falla. Tras la exposición de Vercher, todo el grupo le sigue (o le persigue) como a tientas, repitiendo y variando las frases con ligeros retardos y aparente anarquía. Es posiblemente el tema en el que mayor es mi impresión de que los músicos son como una extensión del propio Vercher. Al igual que «Style And Grace», tiene trazas de impromptu; aunque la verdad es que muchas partes de otros temas las tienen. «Ears Of A Distant Traveler», interpretado en cuarteto bajo el elegante dominio armónico de la guitarra española, es el paradigma de la balada perfecta: impecables la exposición de Vercher y el sentido solo de Loueke, celosamente arropados por Grenadier y Mela. Y se me ha quedado para el final «Blue Heron», que lo dice todo en su título: «Garza azul». Naturaleza pura. Comienza Mela, majestuoso; Vercher, Louke y Grenadier entran a la vez. La melodía es sumamente poética y evocadora. Se unen las percusiones. Después, los solos: primero, Louke; luego, Vercher. Regresan a la melodía. Tras la exposición, nueva improvisación en fuga, con especial protagonismo de Mela con los platos…
En fin… La verdad es que no tenía intención de hablar sobre los temas, aunque como veis podría estar haciéndolo toda la vida. Lo repito: cada uno es un mundo en un universo armónico y ordenado. Mi consejo es que escuchéis cuanto antes este disco. No os sacará de la crisis, pero se fortalecerán vuestras almas, se saciaran vuestras ansias y redoblaréis vuestra afición. Porque Wish You Were Here no es tanto un deseo como un ofrecimiento. Y un tributo al JAZZ con mayúsculas.
Javier Vercher: We’re there. Estamos allí. Gracias, gracias.
Sebastián Mondéjar
Javier Vercher – Wish You Were Here
Composiciones: 1 «Vivi» 7:20, 2 «Wish You Were Here» 8:07, 3 «Ears Of A Distant Traveler» 7:46, 4 «Magicians Of Sound» 4:47, 5 «Blue Heron» 7:22, 6 «Ahí donde vive Joe» 5:28, 7 «Style And Grace» 3:55
Todos los temas por Javier Vercher, salvo «Vivi» por Lionel Loueke
Músicos: Javier Vercher (saxo tenor), Lionel Loueke (guitarra), Sam Yahel (piano), Larry Grenadier (contrabajo), Francisco Mela (batería). Colaboran: Arturo Stable (percusión), Jorge Pérez (cajón)
Grabado en Nueva York entre mayo y septiembre de 2008. Productor: Javier Vercher. Productores ejecutivos: Miguel Mengual y Martín Perramon. Publicado en 2010 por el sello ADLIB arts.