22ème Festival d’Altitude Jazz a Luz 2012
- Fecha: 6 al 9 de julio de 2012.
- Lugar: Luz Saint Sauveur, Hautes-Pyrénées (Francia).
- Componentes:
Viernes 6 de julio.
21:00. Chapiteau
Radiane
Martin Brandlmayr: batería, vibráfono, electrónica
John Norman: contrabajo
Martin Siewert: guitarra y electrónicaSábado 7 de julio.
11:00. Maison de la Vallée
Michel Doneda, Michel Raji & Paul Rogers
Michel Doneda: saxofones soprano y sopranino
Michel Raji: danza
Paul Rogers: contrabajo de 7 cuerdas
18:00. Chapiteau
Barry Guy & Thomas Hauert
Barry Guy: contrabajo
Thomas Hauert: danza
22:30. Chapiteau
Le Bonheur
Olivier Bost: guitarra preparada
Eric Brochard: contrabajo, bajo
Patrick Charbonnier: daxofón, dispositivos electro acústicos, trombón
Nicolas Lalièvre: batería, objetos sonoros
Ted Milton: textos, voz y saxofónDomingo 8 de julio.
11:00. Chapiteau
Barry Guy Solo
Barry Guy: contrabajo
21:30. Chapiteau
La Pieuvre Joue Follis
OIivier Benoit: dirección y composición
Sakina Abdou, Jean-Baptiste Rubin: saxofón
David Bausseron, Ivann Cruz, Philippe Lenglet: guitarra
Samuel Carpentier, Claude Colpaert: trombón
Nicolas Chachignot, Peter Orins: batería
Pierre Cretel: contrabajo
Barbara Dang, Martin Granger: sintetizador
Vincent Debaets: saxo barítono
Lune Grazilly, Patric Guionnet: voz
Martin Hackett: flautas, melódica
Stéphane Lévèque, Antoine Rousseau: bajo
Yanik Miossec: clarinete
Maxime Morel: tuba
Chrisophe Motury, Christian Pruvost: trompeta
00:00. Club MDV
Whahay Trio
Fabien Duscombs: batería
Robin Fincker: saxo tenor y clarinete
Paul Rogers: contrabajo de 7 cuerdasLunes 9 de julio
12:00. Hotel Le Londres
Dure Mère
Madhi Issaad: batería
Jako: guitarra y voz
Maximiliano D’Ambrosio: bandoneon, teclados
21:00. Chapiteau
Evan Parker, Barry Guy & Paul Lytton
Evan Parker: saxo tenor
Barry Guy: contrabajo
Paul Lytton: batería
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Comentario:Reseñar un festival como Jazz a Luz como una simple sucesión de conciertos (mañana, mediodía, tarde, media tarde, noche y trasnoche; viernes, sábado, domingo y lunes) es dejarse unas cuantas cosas, y no precisamente las menos importantes, por el camino. Por ejemplo el idílico paisaje. Luz Saint Sauveur está situado en pleno Pirineo francés, a no demasiados kilómetros del circo glaciar de Gavarnie, y de puertos míticos como Tourmalet y Luz Ardiden. También está el ambiente del festival: no hay muchas citas en que los aficionados coman en una “canti jazz” al lado de los músicos participantes; de ese modo mientras uno toma un bocado, o descansa un rato, en el banco de al lado o paseando por el Verger puede encontrarse con músicos que ya han tocado (en la edición actual o en anteriores) junto a otros que tocarán (en esa edición o en próximas ocasiones) en animada charla y quién sabe si planeando nuevas aventuras musicales. También es habitual encontrar a esos músicos viendo los conciertos y no únicamente en los escenarios principales. En Luz Saint Sauver durante el festival no se escucha música a todas horas en todos los sitios, y sin embargo es fantástica la implicación de todo tipo de comercios, bares, hoteles y restaurantes con el festival. En todos ellos hay sitio para que tenga lugar algún concierto, para que la música tenga un hueco. En 2012 los comercios han cedido sus escaparates para una exposición de cincuenta instantáneas del fotógrafo Bruce Milpied. También es muy agradable estar tomando un café en una terraza o viendo el mercadillo y ver a músicos pasear, tomar un helado o curiosear entre los puestos. Por no hablar de la respuesta al festival de los habitantes de Luz, que no sólo logra que todos los conciertos presenten una muy buena entrada, sino que también se implican directamente en las labores de su organización a todos los niveles.
Otro aspecto característico de este festival es que en todas sus ediciones sigue un leit motiv. En 2012 este fue el encuentro de la música improvisada y el jazz contemporáneo con otras artes como la poesía, la danza y el cine. Hechas las presentaciones, comienza el repaso de la última edición.
Barry Guy: músico total
En 2012 el contrabajista Barry Guy ha sido uno de los protagonistas principales, participando en tres conciertos: en solitario, a dúo con el bailarín Thomas Hauert, y con el trío que forma junto al saxofonista Evan Parker y el baterista y percusionista Paul Lytton. Este británico está cercano a lo que se puede llegar a entender como un músico total. Resulta muy divertido leer comentarios del estilo de que los músicos de la libre improvisación tocan mal porque no saben tocar. Pues bien, Barry Guy es uno de los mejores improvisadores libres en activo, que a su vez es capaz de interpretar música barroca acompañando a su compañera, la violinista Maya Homburger. Si se tiene interés sobre el particular, se recomienda escuchar Die Rosenkranz-Sonaten por la Camerata Kilkenny. También es un compositor que ha liderado grandes grupos dedicados a interpretar sus creaciones, como la Barry Guy New Orchestra o la London Jazz Composers Orchestra, pero que también ha compuesto temas para que Maya Homburger los interprete en solitario junto a las partitas y sonatas de Bach en los tres deliciosos CD con nombre de mariposas titulados Lysandra , Aglais e Inachis . En sus tres conciertos en Jazz A Luz 2012 hubo de todo ello, pero especialmente improvisación.
Su concierto junto a Evan Parker y Paul Lytton fue pura magia. Los tres músicos aparecieron situados en escena formando una línea recta casi perfecta. Una situación que en otros grupos es directamente imposible, puesto que no permite la conexión visual entre los músicos, pero que para este trío con más de treinta años en activo no tuvo importancia alguna, ya que su conexión raya (o quizás esté más allá de) lo telepático. En el concierto fueron alternando improvisaciones en distintas configuraciones (en las que los músicos entraban y salían a su antojo) con distintos niveles energéticos (¡atención!: en eso de la libre improvisación y el free jazz no todo es tocar como si fuera la última oportunidad de hacerlo en tu vida), con improvisaciones en solitario por Evan Parker, Barry Guy y Paul Lytton sucesivamente.
Sus diálogos/monólogos encajaron a la perfección a distintos niveles. Individualmente cada músico va creando instantáneamente sus melodías. Barry Guy empleó parte de lo que ya había mostrado en sus conciertos en solitario y en dúo en los días anteriores, o en sus grabaciones y en otras actuaciones. Lo mismo se puede comentar acerca de Evan Parker o de Paul Lytton. La unión de sus participaciones individuales logra que la música pase al siguiente nivel, que es el colectivo. La música es improvisación, pero a su vez tiene una lógica total. El grupo puede parecer que está formado a partir de lo individual, y sin embargo es increíble la manera en que funciona como una máquina perfectamente sincronizada, puro mecanismo de precisión. Su concierto pasó en un suspiro. Siguieron aplausos, un bis, más aplausos, y un nuevo bis más que merecido (con una divertida anécdota de Evan Parker incluida). El concierto fue el broche de oro de las actuaciones en Chapiteau, el escenario principal del concierto.
El dúo de Barry Guy con Thomas Hauert fue un concierto de tú a tú. Un diálogo entre iguales el que tanto el contrabajista (y su música) como el bailarín (y sus movimientos) llevaron la iniciativa. Ambos también tuvieron su oportunidad para exhibirse en solitario, aunque uno de los momentos más interesantes (y sorprendentes) fue cuando ambos artistas rompieron las fronteras de sus roles y sobre el escenario aparecieron el contrabajista Thomas Hauert y el bailarín Barry Guy. Un momento inesperado (incluso para sus protagonistas) al que les llevó la intensidad e inmediatez del directo.
El último de los conciertos de Barry Guy aquí relatados, que en realidad fue el primero, lo presentó en solitario. En él interpretó algunas de sus composiciones (las cinco partes de “Fizzles”, “Going Home” y “Annalisa” entre otras) con las que mostró las infinitas posibilidades de un contrabajo en las manos adecuadas. En ellas alternó la experimentación a lo largo de toda la extensión del contrabajo con arcos (lisos y con muescas, con o sin cerdas), varas y varillas de distintos tamaños y materiales (metal, madera), mazas, pinceles y todo tipo de artilugios que le sirvieron para llevar a algunas de sus creaciones a lugares de una abstracción insospechada, junto con otros temas en los que aparecían unas melodías de una belleza increíble desarrolladas por improvisaciones que trasladaron a cada oyente a distintos lugares y momentos temporales. El público cayó rendido ante semejante demostración de creatividad. Tres veces fueron las que tuvo que salir a saludar, interpretando como propina un bis en el que se dedicó a mostrar (una vez más) las capacidades de su contrabajo de cinco cuerdas como instrumento de percusión.
Paul Rogers y su asombroso contrabajo de veintiuna cuerdas
El británico Paul Rogers y su contrabajo de veintiuna cuerdas fueron protagonistas de dos grandes citas . Su concierto a la una de la madrugada en el abarrotado club de la Maison de la Vallée con el Whahay Trio (que forma junto al saxofonista y clarinetista Robin Fincker, y el baterista Fabien Duscombs) fue toda una demostración de energía. Este se anunciaba como improvisaciones de autor sobre la música de Charles Mingus. La energía de este contrabajista estuvo presente en su propuesta . Su show consistió en un largo tema a modo de suite en el que aparecieron unas melodías que los músicos desarrollaron por medio de improvisaciones individuales y diálogos intensos, con unas formas cercanas al free. Las referencias apuntaron directamente a la música de Ornette Coleman y a la de John Zorn entre otros. En el bis Robin Fincker cambió su saxo tenor por el clarinete. Paul Rogers fue el encargado de iniciarlo con una preciosa improvisación que fue dejando entrever una emocionante versión del mingusiano “Theme for Lester Young”.
El día anterior Rogers creó junto a Michel Doneda unas improvisaciones que llevaron al bailarín marroquí Michel Raji a un estado de trance similar al de los derviches. Doneda, que empleó los saxos soprano y sopranino con y sin sordina, tuvo en este concierto un papel en el que su principal labor fue la creación de un sonido continuo que permitió el impresionante baile giratorio continuo de Raji y a Paul Rogers dar una clase maestra con su particular contrabajo. Este empleó los arcos (además del habitual utilizó uno en el que adaptó una kalimba y una sordina de poliuretano en cada uno de sus extremos) así como sus manos tanto sobre las siete cuerdas superiores, como sobre las catorce cuerdas situadas bajo el mástil. Esto produjo una infinidad de sonidos que surgían de todas las partes de su contrabajo. Además de las sonoridades habituales (las ortodoxas y las heterodoxas) de este instrumento (aumentado con tres cuerdas), hubo momentos en que surgieron melodías que trasladaron a los oyentes que abarrotaron el auditorio de La Maison de la Vallée al lejano Oriente. Fue también notable la interacción entre los tres artistas. Tanto de los músicos como del bailarín, que en más de un momento fue el encargado de marcar el tempo y llevar la voz principal.
Cine, conducciones y rock alternativo
Los músicos del colectivo ARFI Olivier Bost (guitarra preparada), Eric Brochard (contrabajo y bajo), Patrick Charbonnier (trombón, daxofón y dispositivo electroacústico), Nicolas Lelièvre (batería y objetos sonoros) y Ted Milton (voz, textos y saxo) pusieron la banda sonora a la película “Le Bonheur” (1934) del ruso Alexandre Medvedkine. Un filme en el que la reflexión social tiene un papel preponderante, pero en el que no falta espacio para el humor (la escena con el protagonista construyendo su ataúd desde su interior mientras es reprendido sucesivamente por militares y el clero que le preguntaban quién le ha dado permiso para morirse es antológica). Los músicos de este colectivo son especialistas en este tipo de espectáculos. A lo largo de los últimos años han puesto música (e incluso publicado en CD) a clásicos del séptimo arte como El acorazado Potemkin o El gabinete del doctor Caligari, pero también a cortos de animación contemporáneos ( L’Effet Vapeur joue sur des films d’animation de Folimage ). Su música se adaptó a la perfección al desarrollo de la película, incluyendo improvisaciones y los recitados de Ted Milton que crearon momentos de gran intensidad sonora.
Olivier Benoit realizó una conducción dirigiendo a La Pieuvre (orquesta de veinte músicos), que interpretó sus composiciones. Su concierto fue original, muy divertido, intenso y melódico. Demostraron que aunque el director mande a toda la orquesta a hacer gárgaras, a susurrar o a explorar las posibilidades sonoras de un globo, de todo ello puede surgir la música. Los líderes de las distintas secciones de la orquesta fueron complementando el trabajo del director. De todo este trabajo surgieron temas con un potente groove sobre el que los músicos fueron realizando sus improvisaciones, mientras que en otras ocasiones toda esa masa sonora fue dirigiendo la música hasta un clímax paroxístico. En el divertido tema que cerró el concierto dieron muestra de la variedad de estilos que dominan con fases en las que pasaron por el rock, el heavy metal, el funk, la música disco e incluso el sonido de una big band de jazz. En un más que merecido bis los músicos se desmelenaron con un tema totalmente free en el que Oliver Benoit fue dirigiendo a la orquesta. Durante una fase y según sus indicaciones, mientras una mitad improvisaba libremente, el resto de músicos tenía que sostener la nota que estuviese tocando en el momento de la indicación del diirector. Fue ciertamente divertido ver la actitud estática de los dedos de los trompetistas y saxofonistas articulados sobre los pistones y llaves, o a los cantantes dar continuamente la nota correspondiente. A pesar de la relativa sencillez del planteamiento, el efecto resultante fue sorprendente, con un tema de una gran energía.
La primera noche en Chapiteau estuvo protagonizada por el trío austriaco Radiane. Sus improvisaciones llevaron a su música a distintos territorios: la libre improvisación, la electronica, la música dance , el drum’n’bass , el rock y el noise . El grupo manejó magníficamente la tensión, la intensidad y el silencio. Para ello empleó y combinó elementos como la distorsión, los ritmos maquinales y marcados, la abstracción. Una reflexión que surge después de escuchar la propuesta de este grupo: para todos aquellos que buscan llenar las programaciones de sus festivales de jazz con propuestas que atraigan a otro tipo de público (preferiblemente joven con ciertas inquietudes acerca de la música alternativa), que tome nota de este grupo; lo mismo para los programadores de festivales de rock y pop “alternativo” que busquen sangre nueva.
Finaliza el recorrido por lo visto y escuchado (que no fue todo, ya que la programación incluía más de treinta conciertos) con la actuación de Dure Mère. Un trío de guitarra acústica amplificada y voz, bandoneón y teclados más batería que lleva su música a los terrenos de lo que se podría calificar como improvisaciones hardcore acústicas. Medhi Issaad y Jako trabajan con precisión de relojero sobre las composiciones de Maximilano D’Ambrosio. Unos temas extensos e intensos de escritura intrincada y llenos de cambios de ritmo con una gran intensidad. El guitarrista comentó que lo suyo no era jazz, lo que no impidió que sus improvisaciones encajasen perfectamente en el espíritu de este festival.
Texto © 2012 Pachi Tapiz
Fotos © 2012 Sera Martín
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